martes, 20 de octubre de 2009

Punto Fijo


Ahora vamos para Punto Fijo, con el Salmo Negro. Tenemos una función en PDVSA La Estancia Paraguaná, el día 21 de octubre, o sea mañana. Al parecer, según nos cuentan y hemos curucuteado por la net, el espacioo es insólito, es una especie de jardín vallado, con grama y "white picked fences", y más allá de las cercas, el mar. Pero el mar en Paraguaná y la belleza de los crepúsculos falconianos o de la sombra en los médanos, pero sin médanos. Una experiencia un poco ecléctica.
Nos hemos estado preparando para incorporar novedades al montaje, como escenas nuevas y una atmósfera más variada. Veremos. Ya terminaré de reportar cuando regrese.

jueves, 8 de octubre de 2009

MARÍA LIONZA


Éste es el trozo inicial de una obra escrita por Ida Gramko, María lionza, en 1955.

A mí me parece avanzadísimo para su momento, abismal en su contenido y de una sensualidad muy nuestra pero muy echada de lado por nuestras intensidades literarias. Exuberancia y terruño que se revela drama. Y son palabras, nuestras palabras.










JUANA.- Tuve que hacerlo, Ignacia.
No bastan ya ni el rezo ni el presente.
La reina ni responde ni se sacia
con velas, con perfumes o aguardiente.
Perdí mi bienestar con mi ganado,
Se secaron las siembras, los conucos,
Y mi hija estaba pálida a mi lado
Virgen y verde como los bejucos.
Después al hijo lo metieron preso,
Por algo que no sé, por algo injusto,
Y mi hija oscura, con su pelo espeso,
Alzaba al aire el pájaro del busto.

IGNACIA.- ¿Y qué hiciste, por Dios?

JUANA.- Llamé a los cielos
Con una extraña y loca jerigonza,
Hice oraciones y besé los suelos
Clamando por piedad a María Lionza

IGNACIA.- ¿Y no recuperaste lo perdido?

JUANA.- No lo recuperé, los charlatanes
Decían que siguiera sin sentido
Y fui a los sacerdotes, los mojanes,
Y allí me echaron mirra en el oído
E incienso y estoraque en los fustanes…

IGNACIA.- ¿Y no te devolvieron lo perdido?

JUANA.- Nada, criatura. El negro sahumerio
No respondió a mi sed y a mis afanes,
Y entre las peticiones y el misterio
Soñaba con haciendas y con panes,
Con hijos libres de su cautiverio,
Y me quemaban ya los talismanes.
Y mi hija estaba allí… virgen, bermeja,
El pecho redondeado como un fruto,
Y entonces me chismearon en la oreja:
¡Tu hija será el último tributo!

IGNACIA.- ¿Y entonces, qué?

JUANA.- Me cosquilleaba
El hambre en la cintura y el cogote
Y alcé a mi hija, virgen como estaba,
Y se la dí completa al sacerdote.
¡Sí, se la dí! ¿Qué quieres?
¡Una barbaridad, una blasfemia!
¡Mas cuántas niñas no son ya mujeres
Porque los suyos se morían de anemia!

IGNACIA.- Es espantoso lo que me refieres…

JUANA.- ¿Por qué se la entregué? Nadie me premia…
El hijo sigue ausente, encarcelado,
Los otros hijos lloran sin sustento;
Viéndola a ella, lo que le he quitado
Me causa horrores y remordimiento.
El cuello se me va, se me desgonza,
Ando arrastrando su percal sangriento,
Pues nada me devuelve María Lionza…
¡La sangre pura le sirvió de ungüento!

IGNACIA.- ¿Por qué no te quedaste en los conjuros?
¿Por qué tuviste que entregar a la niña?

JUANA.- Se ve que no has pasado por apuros,
Que nadie te hace mal ni te rapiña…
¡A lo hecho, pecho! Yo no me censuro,
Censuro a María Lionza, a su campiña;
Yo le pregunto si no hay bien seguro,
Si esto es un pacto o una rebatiña.

IGNACIA.- Quizás la reina duerme entre sus muros,
Quizá esté muerta y no se recupere…
Hay dioses malos, débiles y oscuros…
Puede que María Lionza degenere.