jueves, 28 de octubre de 2010

Ochenta


Isaac cumple ochenta.











Le decimos Isaac simplemente a quien reconocemos como patriarca de la dramaturgia contemporánea nacional. Isaac ha hecho funcionar su trabajo como ningún otro en el país y siempre diciendo lo que anhela decir. Es decir las concesiones, si las hubo, fueron hechas con sabiduría. Sobre todo sabiduría de poder insertarse en su medio, de saber luchar con armas apropiadas e imponer su producción dramática como una necesidad de nuestra cultura.
Muchos escritores querrán acomodarse al modelo que representa Isaac quien transitó por el teatro del absurdo muy a su manera y luego supo hacer suya la vertiente del mejor y terrible teatro inglés y norteamericano, Pinter, Albee, Tennessee Williams...
Pero, ¡ojo!, en modo totalmente propio y hasta divertido, y apegado a sus contenidos de raigambre existencial.
Isaac ha sido maestro, mentor y tutor de otros artistas; (hasta yo le agradezco haber leído y revisado una obra mía y haberme, en algún caso afirmado en ciertas convicciones; asomado a otras) ha sido director de cátedras importantes y y ha manejado su influyente existencia para favorecer a muchos.
Anoche estuvimos en la sala del Centro Venezolano Americano escuchando una lectura dramatizada de una obra muy particular del mismo Isaac, Escrito y sellado, como parte de un homenaje y agradecimiento que la comunidad de esea iinstitución le rinde por su cumpleaños; con la participación de Javier Vidal (en un rebirthing como intérprete que nos emociona), Luigi Sciamanna, Caridad Canelón, José Miguel Dao y Claudia Nieto.
Escrito y sellado tiene de particular que toca temas más que trascendentales con una anécdota que nadie presumiría profunda. Un profesor universitario se va a Albuquerque invitado a dictar cátedra por un semestre y allí purga el luto causado por la pérdida reciente de su amigo y celebra, si se puede decir de esa manera, el reencuentro con otro amigo, actor renegado ahora asumido sacerdote católico. El protagonista es judío, establece doquiera que va relaciones de familia, de coloquialidad, intenta descifrar la geografía interior de ese territorio y aprende a hablar con Dios. Los temas de la muerte, de la vida interior, de la solidaridad familiar, de la guía necesaria de un maestro, van desfilando con la sencillez y la belleza de un poema, sin aspavientos con el ritmos sostenido que dicta la verdad, la verdad del escrior y la conciencia de su ejecución. Entre las gloriosas frases de la obra me gustó ésta en particular, puesto que comenta lo efímero de nuestra existencia y nuestro arte, "Bienaventurados los que llegaron a convertirse en personaje"

martes, 26 de octubre de 2010

sobre los personajes άμαρτία ὕϐρις


άμαρτία ὕϐρις

A un personaje se le exige que tenga cierto relieve, cierta intensidad característica que le conceda interés como parte de un argumento y que por adición separe a esta individualidad, como ya se ha expresado, del fondo plano de la humanidad en general. Algo en su constitución ha de llamar la atención, incluso en el caso de retratar al más común de los personajes comunes, a un hombre cualquiera de todos los días. Lo que se propone uno contar es un caso excepcional, que si bien retrata la verdad general, brilla por antonomasia. Después de todo, dicta la regla, la cosa excepcional marcará al sujeto actante como ser único, excepcional. Y a su vez, sólo al sujeto excepcional le van a ocurrir cosas de impacto en la audiencia.

Por otro lado, la definición de situación dramática que conocemos favorece, además de las delimitaciones de tiempo y espacio, el establecimiento de relaciones lógicas entre personajes, un sistema de reglas que termina por describir el intríngulis que ha de dar movimiento a la situación inicial. Para esto, la técnica echa mano de una noción de desequilibrio; lo que se describe adolece de una estabilidad precaria, se puede percibir que está a punto de perder base y sufrir un envión, se va a desplazar porque lo que allí ocurre no se sostiene por sí sólo. La tensión traducida en atención del público consiste en permitirle a éste prever, predecir, hasta cierto punto las acciones subsiguientes, pero sobre todo sembrar incógnitas acerca del desenvolvimiento de los caracteres.

Para conseguir ese desequilibrio el dramaturgo contemporáneo concentra sus baterías en las condiciones paradójicas de existencia de los personajes; después de todo la existencia misma es una paradoja; la disolución de los esquemas sociales tradicionales que incluyen discriminación y dominación; la erotización y cosificación del mismo erotismo en las relaciones humanas; la condición humana contemplada ante el espejo de la crueldad; la revisualización del criterio de verdad que el discurso lógico había arrebatado a los marginales, a los locos, al lumpen,

Los dramaturgos griegos podían establecer su fuerza desequilibrante operativamente, es decir, alguna decisión tomada por un personaje de una obra desencadenaba en una tragedia, era un error trágico, era άμαρτία (hamartia); pero también había una propensión estructural en la descripción de un personaje hacia ese tipo de decisiones desafortunadas, era una especie de defecto de enormidad, exceso o desmesura que conduce al héroe trágico hacia un destino catastrófico, dolencia llamada ὕϐρις (hybris).

En una clase de actuación a la que asistí en una oportunidad, donde se contemplaba la creación de tetradimensional (cuadridimensional) de un personaje, la maestra exigía que el resultado, (el carácter que era suma de psicología, sociología, fisonomía y teatralidad) no fuera tan gris, tan chato, tan aburrido; creo que estaba exigiendo las características claves que dotaran a nuestra entelequia (el personaje) de un razonado desequilibrio, instrumentable en la trama, un rasgo desencajado capaz de motorizar las acciones que conforman una trama.

miércoles, 13 de octubre de 2010

CARTA A UN JOVEN QUE SE HA ENGREÍDO


El teatro, como siempre digo, y no sé a quién robé esta máxima, está hecho de cosas exquisitas y de cosas muy burdas. Es un oficio ciertamente macabro que se alimenta básicamente del cuerpo de los actores y tres o cuatro utensilios sacados de su contexto natural y, por otra parte, de ideas. Pero ideas luminosas, ideas sofisticadas, bien expresadas, redondas, afinadas, que ameritan técnica y conciencia del humanismo por parte de un actor, para poder redimir la grosera conformación física de una producción de teatro y poder ser expresadas con nobleza, o por lo menos con dignidad.

Una puesta en escena es un balance, un diagnóstico, un despeje de una ecuación, de términos toscos, materiales, corpóreos, atados al suelo por su concreción y su ausencia de coherencia sobre el entablado de una escena. Y así mismo de contenidos elevados, de abstracciones, moralidades (las inmoralidades también tienen moralejas), sugerencias inteligentes, un discurso “verdadero” en el sentido que da Focault a ese valor en la elaboración de comunicaciones entre humanos.

A su edad ya debe distinguir dónde están los verdaderos contenidos, los verdaderos valores del teatro que nos rodea, el que nos ha tocado en suertes, el que supuestamente estamos en precaria y absoluta necesidad de hacer. Si usted detecta otra fórmula para exorcisar la materialidad del teatro que no sea la de la mística, la del trabajo honesto, la de la consagración a una existencia superior, usted es o un genio o un imbécil. Pues hallará que los efectos y complacencias con que nos enfrentemos al público no sustituirán jamás, al menos después de los cinco minutos de asombro del truco teatral, una palabra bien empleada y un mensaje bien articulado. Un teatro que se complace en su propia necedad, en su propia falta de calidad, en su pobreza de ideas y en su capacidad para guiñar ojos y acomadrarse con un público lamentable, es un teatro apagado, no se diferencia del más barato astracán o comedia de bulevar, al que por ética deberíamos rechazar.

Pero no estoy hablando de ética. En este medio la última ética se asfixió por inmersión entre la conveniencia política y el apetito monetario. Un director no es el que mueve a los actores y que los obliga a decir los parlamentos a tiempo y en una forma más o menos inteligible, no es el disciplinador y tampoco el animador. Un director es un autor de la escena y como tal tiene que acercarse a ideas, a conceptos, a contenidos. Nunca refocilarse en la terrenalidad, en su carencia , en la oscuridad de un texto insulso.

Sin ánimos de invitarle a ubicarse en una torre de marfil de información y cultura, de todos modos hay que decirle que los trámites con el grotesco iniciados y a su vez superados por Alfred Jarry en su momento, entre nosotros y en la actualidad no son más que una abstracción lamentable, masturbatoria, desacertadas y justificadas por una ramplona y pueril experimentalidad.

viernes, 8 de octubre de 2010

ANSELMO Y GATA LECTURA EN BRASIL

Con mucho gusto he recibido la noticia de que el próximo 3 de noviembre en la ciudad de Juiz de Fora en Minas Gerais tendrá lugar la lectura dramatizada de Anselmo y Gata, obra de mi autoría (traducida al portugés) bajo la responsabilidad de Marcos Marinho, cabecilla de la institución Espacio Mezcla de Culturas. Me alegro y agradezco esa oportunidad de intercambio con la República del Brasil. Ya veremos cómo sale todo.

Para verificar esa información por favor haga click en
http://www.espacomezclajf.com.br/novembro2010.html

viernes, 1 de octubre de 2010

SOBRE LOS PERSONAJES


ACERCA DEL PERSONAJE
PARAFRASEANDO A HAROLD BLOOM
La palabra carácter, también usada para referirse a los personajes, implica un trazo o un signo impreso mediante una técnica particular sobre alguna superficie y cuya función es significativa, sintagmática o paradigmáticamente.
Carácter también se refiere al ethos, a la forma habitual que tiene una persona para solucionar los problemas de la supervivencia.