miércoles, 22 de febrero de 2012

Yo, el heredero de Eduardo de Filipo

Estos carnavales los pasé traduciendo una obra de Eduardo de Filipo llamada Yo, el heredero Aquí un monólogo en el tercer acto que me conmovió.




Ludovico.- No sé. El mundo es pequeño. Dentro de un día, dentro de un mes, dentro de un año nos encontraremos y tú , a tu vez, me lo dirás a mí. Las calles inventan a los hombres. De hecho, frecuentemente llevan el nombre de los hombres por ellas inventados. A mí me crió una conserje. Pobre mujer, hacía lo que podía, yo, sin embargo sabía que no era mi madre... En el segundo piso de aquel palacio, vivía una familia: marido, mujer e hijo. Un niño de mi edad, débil y enfermiso; casi siempre tenía fiebre. Con frecuencia me llamaban para que le hiciera compañía, porque yo le era simpático. Los niños mimados siempre guardan admiración por los niños pobres. Lo recuerdo como si fuese ahora... ¡cuántos juguetes tenía aquel niño! Yo me ponía cerca de su camita y miraba: trenes, barquitos, fuciles, soldaditos, trompetas, dianas de tiro... el aro. Todavía hoy cuando paso por un jardín donde hay niños jugando con el aro... todos sudados, sonrientes, felices... Me detengo y paso horas viéndolos. De niño nunca jugué con el aro...
Papá se quedó aquí, ¿por qué quieres cometer el mismo error que él? Mírame y encontrarás la fuerza para marcharte.