lunes, 19 de noviembre de 2018

PARA REVISITAR "NUEVE HUECOS"


Oh puertas de tu cuerpo...

Guillaume Apollinaire.

Oh puertas de tu cuerpo
Son nueve y las he abierto todas
Oh puertas de tu cuerpo
Son nueve y para mí se han vuelto a cerrar todas

En la primera puerta
La Clara Razón ha muerto
Era ¿te acuerdas? el primer día en Niza
Tu ojo izquierdo así como una culebra se desliza
Hasta mi corazón
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu mirada izquierda

En la segunda puerta
Ha muerto toda mi fuerza
Era ¿te acuerdas? en un albergue en Cagnes
Tu ojo derecho palpitaba como mi corazón
Tus párpados latían como en la brisa laten las flores
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu mirada derecha

En la tercera puerta
Escucha latir la aorta
Y todas mis arterias hinchadas por tu sólo amor
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu oído izquierdo

En la cuarta puerta
Me escoltan todas las primaveras
Y aguzando el oído se escucha del bonito bosque
Subir esta canción de amor y de los nidos
Tan triste para los soldados que están en la guerra
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu oído derecho

En la quinta puerta
Es mi vida que te traigo
Era ¿te acuerdas? en el tren que volvía de Grasse
Y en la sombra muy cerca muy bajito
Tu boca me decía
Palabras de condenación tan perversas y tan tiernas
Que pregunto a mi alma herida
Cómo pude oírlas sin morir
Oh palabras tan dulces tan fuertes que cuando lo pienso me parece tocarlas
Y que se abra de nuevo la puerta de tu boca

En la sexta puerta
Tu gestación de putrefacción oh Guerra está abortando
He aquí todas las primaveras con sus flores
He aquí las catedrales con su incienso
He aquí tus axilas con su divino olor
Y tus cartas perfumadas que huelo
Durante horas
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta del lado izquierdo de tu nariz

En la séptima puerta
Oh perfumes del pasado que la corriente de aire se lleva
Los efluvios salinos daban a tus labios el sabor del mar
Olor marino olor de amor bajo nuestras ventanas se moría el mar
Y el olor de los naranjos te envolvía de amor
Mientras en mis brazos te acurrucabas
Quieta y callada
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta del lado derecho de tu nariz

En la octava puerta
Dos ángeles mofletudos cuidan de las rosas temblorosas que soportan
El cielo exquisito de tu cintura elástica
Y heme aquí armado con un látigo hecho con rayos de luna
Los amores coronados con jacinto llegan en tropel.
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu alma

Con la novena puerta
Es preciso que salga el amor mismo
Vida de mi vida
Me junto contigo para la eternidad
Y por el amor perfecto y sin ira
Llegaremos a la pasión pura y perversa
Según lo que queramos
A todo saber a todo ver a todo oír
Yo me renuncié en el secreto profundo de tu amor
Oh puerta umbrosa oh puerta de coral vivo
Entre dos columnas de perfección
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta que tus manos saben abrir tan bien

Versión de Claire Deloupy

lunes, 4 de junio de 2018



Ya estábamos en los años noventa, no me consta con exactitud una fecha, sé que tenía sentimientos y hasta buen corazón, porque escribí este modesto dizque poema para ornar el programa de mano de un concierto que dio Manuel Villalba en el Museo del Teclado de Parque Central, Caracas                 

                


















                                  ESCRITO/

¿Qué hemos hecho para que se nos ame?
Porque dos negras piedras en un bolsillo
empiezan por colidir, mesurar, friccionarse. 
Y dos grandes monedas también.
Y se brindan un raro magnetismo. 
Y siempre se les hallará juntas,
cualquiera sea el momento
en que una mano pretenda extraerlas de allí.
Porque no somos naturales, 
con las mujeres y los hombres 
no es lo mismo.
¿Qué hemos hecho, pregunto,
para merecer la atracción metafísica de "ello"?
¿Aquellos divinos arrestos de emoción,
aquel suspiro tan concreto, tan sincero, 
tan auténtico que excita al pudor?
¿Qué hay en mí que atraiga esa mirada,
que yo sea objeto de tu compulsivo deseo
de estrechar tu mejilla a la mía
y derramar sobre las "dos aguas" 
(entre mis cejas, mi nariz, mis labios) 
ardorosos besos novelescos?
¿Por qué querrías apretarme la mano; 
y se te oprimiría el pecho; 
y experimentarías esa ansiedad bendita?

Me son conocidas las causas primeras y motivos 
de esta felonía por la que te interrogo. 
Tú la has ejercido oficiosamente,
y con tal secreto arte,
que ya te amo.
¡Pero a voluntad! ¡Qué prodigio!

Sé que un mal amor nos llevaría a una mala vida.
Y también que una mala vida
nunca traerá un buen amor.
Intentando vivir derechamente,
te recomiendo: no ames; 
no te hagas amar por malicia. 

      JAVIER MORENO


lunes, 14 de mayo de 2018

 KENETH TYNAN.

https://es.wikipedia.org/wiki/Kenneth_Tynan

El teatro y la vida. Manifiesto de los jóvenes iracundos.
Editorial DÉDALO, Buenos Aires, 1960.


"El buen teatro, para mí, está compuesto por los pensamientos, las palabras y los gestos que les son arrancados a los seres humanos en su camino hacia, o en su huida de, la desesperación. Una obra teatral es una ordenada secuencia de hechos que lleva a una o más de las personas (personajes, sic) que en ella intervienen a un estado desesperado, que siempre tiene que explicar y deberá, si es posible, remediar. Si lo peor que puede ocurrir en la obra es que al protagonista lo expulsen de la Universidad de Oxford, nosotros nos reímos y la obra se llama farsa; si la muerte es una posibilidad, nos acercamos mucho a la tragedia.  Allí donde no hay desesperación, o donde la desesperación está inadecuadamente motivada, no hay drama...
 El teatro varía de época a época - en nuestros tiempos casi de semana a semana - porque todas las épocas tienen un nuevo umbral de desesperación, una nueva definición de las presiones que la causan. En la antigüedad, un mal presagio de un adivino habría sido suficiente... Y en nuestros días se escriben obras en las cuales el ostracismo social, el rechazo por parte del "establishment" es presentada como razón adecuada para provocar la desesperación humana. Todos esos motivos están tan muertos como las sociedades que los crearon. ...
Mientras tanto los verdaderos grandes problemas beligerantes como la pobreza, la ignorancia, la opresión y demás, no aparecen para nada en el escenario porque los autores huyen de ellos como de la peste. La mansión del teatro está llena de escombros, antiguas suposiciones...

... La tarea de los nuevos autores teatrales consiste en remover esos escombros, barrer el piso y hacer lugar en un teatro que, como ha dicho Arthur Miller, "está herméticamente cerrado a la vida" para las causas reales del dolor humano contemporáneo."

martes, 13 de marzo de 2018


Baudelaire y la Belleza.
Cohetes. Diarios íntimos. Traducción de Rafael Alberti.

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XVI

He encontrado la definición de lo Bello, de lo Bello para mí. Es algo ardiente y triste, una cosa un poco vaga, que abre paso a la conjetura. Voy, si se quiere, a aplicar mis ideas a un objeto sensible, por ejemplo, al objeto más interesante de la sociedad:  a un rostro de mujer. Una cabeza seductora y bella, una cabeza de mujer, digo, es una cabeza que hace soñar a la vez – pero de una manera confusa- en voluptuosidades y tristeza; que arrastra una idea de melancolía, de lasitud, hasta de saciedad – esto es, una idea contraria, o sea un ardor, un deseo de vivir, asociado a un reflejo amargo como procedente de privación y desesperanza. El misterio, el pesar son también características de lo Bello. |

Una hermosa cabeza de hombre no necesita arrastrar, a los ojos de otro hombre, claro es – pero quizás sí a los de una mujer – esta idea de voluptuosidad, que en una cara femenina es tanto más atrayente cuanto más melancólico es el rostro. Pero esta cabeza contendrá además, algo triste y ardiente: deseos espirituales, ambiciones oscuramente rechazadas, la idea de una potencia rugiente y sin empleo; algunas veces, la idea de una insensibilidad vengativa (porque no debemos olvidar el tipo ideal del “dandy” al hablar de esto): algunas veces también, el misterio,  siendo ésta una de las características de belleza más interesantes; y en fin (para tener el valor de declarar hasta qué punto me siento moderno en estética), la desgracia.  Yo no pretendo que la Alegría no pueda asociarse con la Belleza, pero digo que la Alegría es uno de sus adornos más vulgares, mientras que la Melancolía es, por decirlo así, su ilustre compañera, llegando hasta el extremo de no concebir (¿será mi cerebro un espejo embrujado?) un tipo de Belleza donde no haya Dolor. Apoyado sobre – otros dirían obsesionado por – estas ideas, pienso que me sería difícil no llegar a la conclusión de que el tipo más perfecto de Belleza viril es Satanás, - a la manera de Milton.
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[del XVII]

Los aires encantadores que conforman su belleza son:                            
El aire cansado,                                                              
El aire aburrido, 
El aire vaporoso,                                                                                              
El aire impúdico,                                                                                             
El aire frío,                                                                                                         
El aire concentrado,                                                                                   
El aire dominador,                                                                                       
El aire voluntarioso,                                                                                
El aire travieso,                                                                                       
El aire enfermizo,                                                                                    
El aire gatuno, infantil, de abandono y malicia mezcados.

sábado, 10 de marzo de 2018

Baudelaire, Charles. Cohetes. Diarios íntimos. Traducción de Rafael Alberti
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… El amor es el gusto de la prostitución, no existiendo placer elevado que no pueda conducir a ella.
En un espectáculo, en un baile, cada uno goza de los demás.
¿Qué es el arte?  Prostitución.
El placer de estar entre las multitudes es una forma misteriosa del goce de la multiplicación del número.
… La embriaguez es un número.
…El amor puede derivar de un sentimiento generoso: el gusto de la prostitución; pero bien pronto lo corrompe el gusto de la propiedad.
El amor quiere salir de sí, confundirse con su víctima, como el vencedor con el vencido, y conservar, sin embargo, privilegios de conquistador.
Las voluptuosidades del chulo participan a la vez del ángel y del propietario. Caridad y ferocidad. Ambas son independientes del sexo, de la belleza y el género animal.
Las tinieblas verdes en las tardes húmedas del verano.
...

III
…ya escribí en mis notas que el amor se parecía mucho a una tortura o a una operación quirúrgica… Aunque ambos amantes estuvieran muy enamorados y muy llenos de deseos recíprocos, uno de los dos estará siempre  más tranquilo o menos poseído que el otro. Aquél o aquélla es el operador o el verdugo; el otro es el sujeto, la víctima. ¿No escucháis esos suspiros, preludios de una tragedia deshonrosa, esos lamentos, esos gritos, esos estertores? ¡Quién no los ha proferido, quién no los ha arrancado violentamente? ¿Y qué es lo que encontráis peor en esos cuidadosos torturadores? Esos ojos de sonámbulo convulso, esos miembros cuyos músculos saltan y se atirantan como bajo la acción de una pila eléctrica.; la borrachera, el delirio, el opio en sus más furiosos efectos  no os podrán ofrecer más horrible y curioso ejemplo. Y el rostro humano, al que Ovidio creía modelado para reflejar los astros, he aquí que sólo tiene ya una expresión de ferocidad loca, o se distiende en una especie de muerte. Porque yo creería cometer un sacrilegio aplicando la palabra “éxtasis” a esta especie de descomposición.
¡Espantoso juego, donde es necesario que uno de los jugadores pierda el gobierno de sí mismo!
Una vez preguntaron delante de mí en qué consistía el placer más grande del amor. Alguien respondió naturalmente: en recibir; y otro: en darse. –Aquél dijo: placer de orgullo; -y éste: voluptuosidad de humillación. Todos estos indecentes hablaban como la Imitación de Cristo- Al fin, se encontró un impúdico utopista que afirmó que el placer más grande del amor era el formar ciudadanos para la patria.
Pero yo digo: la voluptuosidad única y suprema del amor estriba en la certidumbre de hacer el mal. El hombre y la mujer saben, desde que nacen, que en el mal se halla toda voluptuosidad.


VI

… Amamos a las mujeres cuanto más extrañas nos son. Amar a las mujeres inteligentes es un placer de pederastas, pero la bestialidad rechaza la pederastia.

El espíritu de burla puede no excluir la caridad, pero es raro.

Emplear el entusiasmo en cosa distinta a las abstracciones, es un signo de debilidad y enfermedad.

La delgadez es más desnuda, más indecente que la gordura.


IX
… A propósito del sueño, aventura siniestra de todas las noches, puede decirse que los hombres se duermen diariamente con una audacia que parecería incomprensible si no supiéramos que es el resultado de la ignorancia del peligro.

XI
Esos bellos y grandes navíos, imperceptiblemente balanceados (pavoneándose) sobre las aguas tranquilas, esos robustos navíos con aire perezoso y nostálgico, ¿no nos dicen en una lengua muda: Cuándo zarpamos para la felicidad?

XII
… Lo que es ligeramente deforme, parece insensible (difícil de percibir, sic.). De donde se deduce que la irregularidad, es decir, lo inesperado, la sorpresa, lo asombroso son una parte esencial y característica de la belleza.

XIII
… Por cada carta de un acreedor, escribid cincuenta líneas sobre un asunto extraterrestre (ultraterreno, sic) y os sentiréis salvados.

XIV
Buscar el pasaje: “Vivir con un ser que no siente por uno más que aversión.”
El retrato de Serene, por Séneca. El de Stagire, por San Juan Crisostomo. La acedía, enfermedad de frailes. El Tedium vitae.


XV
… Goces espirituales y físicos causados por la tormenta, la electricidad y el rayo; toque de alarma de los recuerdos amorosos, oscuros, de los años pasados.

XVII

… Dos cualidades literarias fundamentales: supernaturalismo e ironía. Penetración individual; aspecto que toman las cosas ante el escritor; darle, luego, un giro satánico. Lo sobrenatural comprende el color total y el acento, es decir, intensidad, sonoridad, limpidez, vibración, profundidad y resonancia en el tiempo y en el espacio.                           
Hay momentos de la vida en que el tiempo y el espacio son más profundos y el sentimiento de la existencia infinitamente mayor.            
 …  La inspiración viene siempre que el hombre lo quiere, pero no se marcha cuando él lo desea.                                                                            
En ciertos estados de ánimo casi sobrenaturales, la profundidad de la vida se manifiesta por entero en el espectáculo que miramos, por muy vulgar que éste sea. Se convierte en el símbolo. 
Como al atravesar el Bulevar lo hiciera casi precipitadamente para evitar los coches, se me desprendió la aureola, cayéndose en el barro del asfalto. Afortunadamente, pude recogerla a tiempo. Pero la idea de que esto era un mal presagio se me metió un poco después en el espíritu; desde entonces, no ha querido abandonarme, ni concederme un minuto de descanso en todo el día. 


sábado, 20 de enero de 2018

Sobre un realismo moderno

"El teatro no busca la ilusión de lo “natural” mediante la minuciosa reproducción de lo cotidiano, sino que (este cotidiano, sic.) adquiere unas proporciones más amplias y el creador se sitúa a una distancia –de comentario o de crítica – sobre la realidad que observa y de la que es en principio reflejo: el teatro es un arte, una forma de expresión atística".Juan Antonio Hormigón


"La tendencia a imitar la naturaleza nada tiene que ver con el arte; cuando se introduce en el terreno del arte es tan perjudicial como puede serlo la convención cuando la encontramos en la vida cotidiana. hay que comprender que son dos cosas distintas y que cada una debe quedar en su sitio.No podemos esperar deshacernos de un golpe de la tendencia a ser "naturales" en la escena, a pintar decorados "naturales", a hablar con un tono "natural"; el mejor modo que tenemos de luchar contra ello es estudiar las otras artes"Edward Gordon Craig, El arte del teatro, 1907.

Hoy, a la luz de los textos del propio Meyerhold  …vemos cómo una gran parte de su trabajo se orientó hacia la búsqueda de un realismo crítico, convencional y lúcido, “cuya fuerza reside, precisamente (sic.), en su carácter de convención”. Es evidente que el realismo para Meyerhold se apoya en la afirmación que Engels hizo casi medio siglo antes: “El realismo supone además de la exactitud de los detalles, la representación exacta de los caracteres típicos en circunstancias típicas”. Juan Antonio Hormigón

jueves, 11 de enero de 2018

Gordon Craig

Edward Gordon Craig  (1872 – 1966) 

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Junto a Adolphe Appia, es el hombre cuyas ideas han tenido mayor  importancia y repercusión en la historia del teatro del siglo XX. Oponiéndose a aquella modalidad llamada “realismo escénico”,  Craig proponía volver a una especie de teatralidad pura, aquella que puede develar silenciosamente el pensamiento a través del gesto, de series de visiones, de imágenes en cierta forma indefinidas, liberándose del yugo de la literatura, de la música y de la pintura, para servir únicamente “al arte del teatro”.

En su ensayo “Del arte del teatro” fechado en Berlín, Alemania, en 1904, establece que el teatro no es un “ juego” de los actores, ni la obra, ni la puesta en escena  ni  la danza, sino que “está integrado por los elementos siguientes: el gesto que es el alma de la acción; las palabras, que son el cuerpo de la obra; líneas y colores, que son la esencia misma del decorado; el ritmo que es la esencia de la danza…”

“Nada de realismo, pero sí estilo”. Para Craig, el valor de una obra teatral reside en la exactitud de las proporciones o en la relación de ciertas dimensiones que él determina de antemano entre los hombres y el marco en que evolucionan. Dicha relación se mantiene imperturbable ante las variaciones ejercidas por los cambios de iluminación o el movimiento de los histriones (sic.) El arte del teatro (NRF, 1921)


Craig, apasionado del movimiento, piensa en un espacio escénico en movimiento mediante el uso de grandes planchas(screens) que cambian y combinan sus posiciones y reflejan de modos bien distintos la luz de los proyectores (reflectores, sic.) Craig es ante todo un ”creador de ambientes”, un evocador; los objetos se desmaterializan para convertirse en sucedáneos de una idea: en símbolos. En este espacio en movimiento, el actor es un elemento plástico más, con capacidad de movimiento propio, pero limitado al gran movimiento que el “ordenador” dispone al conjunto de elementos del espectáculo. De ahí el actor concebido como supermarioneta” Juan Antonio Hormigón, Investigaciones sobre el espacio escénico, 1970

Estima que, tanto en la forma como en el fondo,  llegará el día en que el teatro ya no representará obras como las que concebimos hoy, sino que creará obras que le pertenecerán más íntimamente, porque todos los elementos de ellas serán inseparables y concebidos por un mismo espíritu: el director, a la vez autor, actor, pintor, de decorados y creador de los trajes. 


"A partir de allí rechaza la escena pictórica para conservar en su lugar la escena arquitectónica y crear o construir desde este principio  una unidad estilística depurada, en la que los elementos del espectáculo se imbriquen unos con otros hasta formar una totalidad que influya en bloque sobre el espectador, que produzca el impacto de su totalidad. ... Esta unidad estilística de la totalidad simbólica, de base idealista, podríamos oponerla a la unidad estilística de la singularidad discontinua, de base materialista". Juan Antonio Hormigón, Investigaciones sobre el espacio escénico, 1970

Al estudiar en 1912 cómo realizar la  representación de Macbeth, escribe:
 “Conocemos bien la obra. ¿En qué lugar se desarrolla la acción? ¿Cómo se presenta a nuestra imaginación, en primer lugar, y después ante nuestros ojos? Veo dos cosas: Una alta roca escarpada y una nube húmeda que difumina la cima. Aquí, la morada de hombres hoscos y guerreros; allá, la morada que visitan los espíritus. Finalmente, la nube destruirá la roca, los espíritus triunfarán sobre los hombres. Todo esto es bello y bueno, dirán ustedes inmediatamente, pero ¿cómo darlo, realizarlo en escena? Levanten una alta roca; imaginen una bruma que oculta la cima… ¿Qué forma tendrá esa roca y qué color? ¿Qué líneas darán la impresión de altura, de roca escarpada? Vaya uno a saber; pero no hacen más que lanzar una mirada y descubren pronto las líneas generales y su dirección, poco importa el contorno detallado de la roca. No teman prolongar esas líneas hacia arriba, nunca serán suficientemente altas… Recuerden que todo esto no es más que un problema de proporciones, que nada tiene que ver con la fiel representación de la realidad (sic.) Pero lo colores, se dicen ustedes, ¿cuáles son los colores que Shakespeare ha indicado? No consulten la naturaleza sino, en primer lugar, la obra misma. En ella encontrarán dos colores: el de la roca y el de los hombres, el de la nube y el de los espíritus. Créanme, mientras trabajen en el decorado y los trajes, no busquen otros colores que esos dos, pero recuerden que cada uno de ellos comprende muchos matices. Si vacilan, si dudan de ustedes mismos o de lo que les digo, el decorado, una vez terminado, no materializará ante sus ojos la visión interior que se habían forjado de acuerdo con las indicaciones de Shakespeare”.  Es un ejemplo de cómo G. Craig aplica y explica sus principios y sus métodos. 
Fuente: Tratado de puesta en escena. León Mussinac. Ediciones Leviatán. 1953


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“El decorado se simplifica de tal modo, que son, sobre todo, las variaciones de luz, quebrándose sobre volúmenes diferentes, las que constituyen su elocuencia.  En suma, parece que quiere llegar con sus simplificaciones planas a una fluctuación musical del decorado, a meterlo en el tiempo para unirlo al drama. Hasta el presente los decorados hechos por pintores o sus sucedáneos, eran andrajos inmóviles que colgaban en torno a una acción en movimiento. Desea que su decorado, moviéndose como una nota, proyecte los momentos del drama, como la música sigue y exalta todos los movimientos, que progrese como el drama. Es lo que he creído comprender en lo que me ha enseñado”  Un colaborador de la Arena Goldoni.                                                                              
Según Jacques Rouche. Citado por Rose-Marie Moudoues. 1958.
  

















martes, 9 de enero de 2018

Jacques Copeau, una arquitectura de la acción.




JACQUES COPEAU

También del libro de León Moussinac extraigo estas afirmaciones sobre maestros de la puesta en escena moderna, siglo XX
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Jacques Copeau (1879-1949), fue estudioso y observador de las experiencias de todo orden y de mayor valor que reveló el teatro en Francia, y fuera de Francia también,  desde principios del siglo XX. Proclamaba en 1913: “Las servidumbres de la escena y su rudimentario artificio actuarán sobre nosotros al modo de una disciplina que nos forzará a concentrar toda la verdad en los sentimientos y las acciones de los personajes. ¡Que los otros realces se desvanezcan y que, para la obra nueva, se nos deje únicamente un tablado desnudo!”. Y agregaba “Descubrir nuevamente la ley fundamental de la escena y del teatro tanto desde el punto de vista de los comediantes y de los escritores como desde el punto de vista de la puesta en escena”. Critiques d´un autre temps, 1923

“Simbolista o realista, sintético o anecdótico, el decorado es siempre decorado: una ilustración… La ilustración no interesa directamente a la acción dramática, que a su vez y por sí sola determina la forma arquitectural de la escena. Nada de cemento que no sea cemento, nada de madera que no sea madera, la más pequeña pincelada de pintura despierta sospechas de herejía. Un decorado esquemático cuya sobria arquitectura busca sólo abrazar la del texto dispuestas siempre a dibujar la acción: simples cortinajes, masas de piedra o de madera trazan en el espacio planos y lugares; en fin, luces y sombras que bastan para hacer nacer la atmósfera y transformar la evocación”.

Inspirado en estos principios, el propio Louis Jouvet  (1887- 1951) dibujó los planos de la escena del teatro Vieux-Colombier en 1925 y así declaraba: “La atmósfera teatral está basada en el conocimiento del ámbito dramático… hay que crear ese ámbito. Se trata de volver a encontrar sobre la escena el sentido profundo de la plástica teatral (noción de planos, de circulación entre planos, organización del espacio escénico) liberada de accidentes pictóricos y ópticos y de toda literatura… Principio y doctrina de una arquitectura dramática o escénica (sic) futura –modelada de teatro puro y del movimiento mismo del drama- que será el ámbito puro del drama y su expresión, como la catedral de la Edad Media ha sido un ámbito pero también una expresión, ese movimiento que se busca por todas partes y se ha creído encontrar  en el virtuosismo y la rapidez verbal del comediante… La aridez y la frialdad del instrumento desaparecen entonces ante la vida que aporta el ser humano, ante la potencia dramática que alienta en su interior  y nada aparece que no sea la expresión dramática en sí misma, en un absoluto apenas relativo”.

Copeau retoma después y desde más cerca, las ideas de Adolphe Appia, y al explicarlas, desarrolla claramente todo su pensamiento. “Se ha descubierto que un buen texto dramático, un texto bien escrito, para ser representado sobre la escena, supone intervalos de tiempo, movimientos y ritmos comparables a los de la música, y como ellos generadores de espacio; (Se ha descubierto) que adjudicar a tal o cual drama, a tal o cual escena en el drama, tal espacio, tal área de acción, tiene sus consecuencias; pero que hay una economía escénica que corresponde a la economía dramática, un estilo de representación engendrado por un estilo literario; y (Se ha descubierto) que, por fin, la estructura física del teatro puede servir para liberar y exaltar la estructura intelectual del drama, o por el contrario, deformarla o desnaturalizarla.

La experiencia, y también el estudio, de las obras del pasado verifica esta noción. Tomemos dos ejemplos perfectamente conocidos. Esquilo y Shakespeare no inventaron la acción de sus obras en el vacío. El primero trabaja para la escena griega, el segundo, para la escena isabelina, es decir, en función de dos instrumentos que poseen una arquitectura inmutable, sus tradiciones y sus leyes establecidas. La tragedia de Esquilo, el drama de Shakespeare, están compuestos,  por así decir, a imagen y según el ritmo de esas arquitecturas. Están marcados por sus tradiciones y por su ley. Como obra de arte se entregan completamente a nosotros  sólo si estamos bien informados, o por lo menos , tanto como se puede estar, de las particularidades técnicas que acompañaban su representación. En nuestra época y entre nosotros, no podrían encontrar su plena expresión más que sobre una escena a la que se restituyeran condiciones análogas a las de la escena griega o isabelina que las vieron nacer. Digo análogas, porque en materia de puesta en escena hay que dejar campo libre a la inteligencia y desconfiar de toda reconstrucción servil”.


Copeau ve en la escena común (teatros alla italiana, sic.)  proveniente del Renacimiento,con su cargazón y su maquinaria, “una convención bastarda, un compromiso de realismo y de abstracción que finge un universo relativo”.  Juzga, (en cambio, sic.) la escena isabelina como “una convención franca, total, que se basta a sí misma, que crea un universo en sí, un universo teatral, con estilo y técnica propios, los cuales tienen un valor rector para la invención del dramaturgo y para la del director”.

jueves, 4 de enero de 2018

Adolphe Appia. Según León Moussinac

Me permito reproducir una sección de un capítulo del Tratado de puesta en escena de León Moussinac de Ediciones Leviatán Buenos Aires - Córdoba 1957. 
Se trata de algunas observaciones sobre la teoría de Adolphe Appia  (Ginebra,  1862 - Nyon, 1928) en cuanto la música, el arte teatral y la puesta en escena.

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… Es indiscutible que las ideas de Nietzsche sobre los orígenes y el sentido profundo de la tragedia griega fueron asimiladas en parte por Appia, no menos que las ideas de Schopenhauer, si se considera el papel que éste atribuye a la música en la creación  teatral.
“Así como la música crea la frase y le asocia el gesto que ella hace nacer, también crea la marcha, que mide en sus desplazamientos, ascendentes o descendentes, en superficie plana o accidentada. La música crea, pues, un decorado esencial” Adolphe Appia. (La música y la puesta en escena)
Schopenhauer había dicho: “…Esta relación profunda de la música con el ser verdadero de las cosas también explica lo siguiente: desde el momento en que una música adecuada acompaña una escena, una acción, un hecho, un decorado, parece revelarnos el significado más secreto de éstos, constituye su comentario más exacto y más preciso”. (El mundo, voluntad y representación)
Y Nietzsche, por su parte, formulaba aquella audaz hipótesis según la cual lo que nos ha llegado de la tragedia griega no representa propiamente hablando más que un libreto (el diálogo, en cambio, la música, la rítmica, la danza, nos son inaccesibles para siempre: en la tragedia griega “la música sólo era empleada entonces como un medio al servicio de un fin; su papel era traducir para los oyentes, en un tono de poderosa compasión, los sufrimientos del dios y del héroe. Ciertamente las palabras desempeñan el mismo papel, pero lo cumplen con mayor dificultad y haciendo un rodeo.  La palabra actúa primeramente sobre el intelecto, y sólo a partir de él sobre la sensibilidad; como el camino es largo, sucede que no logra su finalidad. La música, por el contrario, llega inmediatamente al corazón, es la única lengua universal comprendida en todas partes” (El origen de la tragedia) “La música debía ser la base del poema, reforzar la expresión de los sentimientos y el interés de las situaciones sin interrumpir la acción ni turbarla con inútiles ornamentos”.
Jacques Copeau explica justamente que Adolphe Appia “Concibe la escena en relación con las necesidades de la acción, no en relación con las intenciones de color local. Sacrifica –continúa-, al rigor, el adorno agradable, a la ley interna, el virtuosismo. Proscribe el decorado de efecto, pintado sobre una superficie plana y únicamente pintoresco, para sustituirlo por un decorado construido en tres dimensiones, puramente practicable, dicho de otra manera, puramente dramático o dinámico. Las principales reformas de la escena moderna han partido de esto. También ha conocido excesos intelectuales; fueron exgerados hasta la caricatura. Pero han depurado saludablemente el estilo y la energía del drama”. (Enciclopedia francesa Tomo XVII)
Adolphe Appia  estima que el mismo autor dramático no puede dar a su obra una forma definitiva; que debe trasponerse la concepción dramática, en primer lugar para adquirir una forma dramática, y después, para comunicarla al público; el propio autor no puede realizar esta transformación.
De aquí el grave problema de la puesta en escena. Y para precisar su pensamiento,  Adolphe Appia declara: “¿Qué buscamos en el teatro? Pinturas hermosas tenemos en otras partes, y no de recortes, felizmente; la fotografía nos permite recorrer el mundo desde nuestro sillón; (El cine todavía no existía) la literatura sugiere composiciones más seductoras y muy pocos están tan desheredados como para no poder contemplar, de tiempo en tiempo, un buen espectáculo de los que brinda la naturaleza. No, venimos al teatro a asistir a una acción dramática; la presencia de los personajes sobre la escena motiva esa acción; sin personajes no hay acción. El actor es el factor esencial de la puesta en escena… Resueltamente, pues, se trata de fundar la puesta en escena sobre la presencia del actor, y, para lograrlo, de desembarazarla de todo lo que está en contradicción con su presencia… Así, las dos condiciones de una presencia artística del cuerpo humano sobre la escena serían: una luz que valore su plasticidad y una conformación plástica del decorado que valore sus actitudes y sus movimientos.”
Y como Adolphe Appia no comprende que pueda haber equivocaciones respecto del problema de la luz, concreta: “La luz es en sí un elemento cuyos efectos son ilimitados; considerada con la mayor libertad, llega a ser para nosotros lo que la paleta para el pintor; todas las combinaciones de colores son posibles…”. Y luego: “El más novicio en materia de escenografía comprenderá que la pintura y la luz son dos elementos que se excluyen; porque iluminar una tela vertical es simplemente hacerla visible, lo que no tiene nada en común con el papel activo que debe jugar la luz, que hasta es lo contrario. Del los elementos representativos, el menos necesario es, pues, la pintura… Por el contrario, podría considerarse la iluminación como todopoderosa si no existiese la pintura, su antagosnista, que falsea su empleo”.
Adolphe Appia escribía esto cuando en Francia, en la Ópera-Cómica y en el Chatelet(1898), las nuevas instalaciones eléctricas reemplazaban las instalaciones a gas. Y esto fue después de Loië Fuller, quien con su Danza del fuego y su Evocación polar daba por primera vez un profundo significado al descubrimiento técnico, y gracias a un arte completo, surgido de un prodigioso empleo de la luz eléctrica…
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He aquí otra consecuencia importante de la construcción del autor de Die Musik und die Inszenierung: el suelo de la escena “escapa a la pintura” y es sobre ese suelo que evoluciona el actor. Razonamiento: “A nuestros ojos, un objeto sólo es plástico cuando lo baña la luz, y su plasticidad no puede valorarse artísticamente más que por un empleo artístico de la luz, esto cae por su propio peso.” Consecuencia: “ El movimiento del cuerpo humano necesita obstáculos para expresarse: todos los artistas saben que la belleza de los movimientos del cuerpo depende de la variedad de puntos de apoyo que le ofrecen el suelo y los objetos. Artísticamente hablando, la movilidad del actor no podría tener valorsin una buena conformación de los objetos del suelo”. De esta idea nació lo que luego se  llamó “decorado funcional”, que hacia 1920-1925 los rusos llevaron a sus más extrañas y demostrativas consecuencias. Juntamente con la iluminación, como hemos visto, esta “conformación plástica” del decorado condiciona realmente, para Adolphe Appia, la presencia del actor sobre la escena.

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De esto nació, como reacción contra el realismo de Antoine, el proyecto de “reteatralizar el teatro” puesto en práctica desde entonces un poco por todas partes.
Las ideas de Adolphe Appia se han afirmado como reacción violenta contra el romanticismo, y, luego, contra el naturalismo en el teatro. Formuladas con precisión por un teórico auténtico, correspondían  a ciertas tendencias que afirmaban en Francia el simbolismo del Teatro de Arte, de Paul Fort, opuesto al Teatro Libre de Antoine. La sinceridad de ambos, la fuerza inquebrantable que los mantenía, debían seducir la inteligencia y la sensibilidad de Jacques Copeau en el  Vieux-Colombier (1913- 1919)y resonar luego con una libertad menos excluyente sobre la obra de Louis Jouvet y de Charles Dullin en Francia.

"Era músico y arquitecto. Él nos enseñó que la temporalidad musical, que envuelve,  ordena y regula la acción dramática engendra al mismo tiempo, el espacio donde se desarrolla. Para él, el arte de la puesta en escena, en su más pura acepción,  no es otra cosa que la configuración de un texto o de una música, hecha sensible por la acción del cuerpo humano y por su reacción a las resistencias que le imponen los planos y los volúmenes construidos. De ahí el rechazo de toda decoración inanimada sobre el escenario, de tela pintada; de ahí el papel primordial que concede a este elemento activo que es la luz.

Con esto está dicho todo o casi todo. Se obtiene una reforma radical - Appia empleaba gustoso esa palabra.- cuyas consecuencias, en su desarrollo, van desde la escalera de Reinhardt al constructivismo de los rusos. Estamos en posesión de una idea escénica. Estamos tranquilos. Podemos trabajar sobre el drama y el actor,  en lugar de girar eternamente alrededor de fórmulas decorativas más o menos inéditas, cuya investigación nos hace perder de vista el objetivo esencial.

La idea de Appia. una acción en relación con una arquitectura, debería bastarnos para hacer obras maestras, si los directores de escena supieran lo que es un drama, si los autores dramáticos supieran lo que es un escenario...".
                                                      Jacques Copeau. 1928.