CALMA CHICHA











CALMA CHICHA
Obra teatral en un solo acto
Escrita por Javier Moreno.




A juicio del autor es una comedia.

Personajes:

Azafata
Emiro
Arvelo




Caracas, febrero del 2009


















“VOLKER: … Ésta no es una tierra que aun pertenezca al mundo; es una roca abandonada de la cual los vivientes huyeron espantados hace ya tiempo, y si la amas, solo puedes amarla porque naciste en ella como su último habitante. Estas tormentas en los aires, este estruendo en las olas, este jadeo de la montaña de fuego, pero más que nada esta luz roja que desciende de la bóveda del cielo como si fluyera de una altar de sacrificios, es cosa horrible y sólo propia para el diablo; es como si se bebiera sangre al tomar aliento.
BRUNHILD: Cierto que el tiempo permanece aquí inmóvil y no conocemos la primavera, ni el verano, ni el otoño; el año no muda jamás su faz y nosotros somos inmutables como él. Pero aunque aquí no prospere nada de todo lo que crece a los rayos del sol, en nuestra noche, en cambio, madura lo que en modo alguno podéis sembrar o plantar. Aún me regocijo del combate… lanzo gritos de alegría al dominar al jactancioso enemigo; aún me basta la juventud, esta exuberante sensación de vida,...”

LOS NIBELUNGOS. LA MUERTE DE SIEGFRED
ACTO PRIMERO, ESCENA SEGUNDA.
FEDERICO HEBBEL.























SALA PROTOCOLAR DE UN AEROPUERTO, UN PASILLO DE GRANDES PROPORCIONES. UNA LUZ FUERTE DE CUALIDAD PLÁSTICA, COMO FILTRADA ENTRE EL NEÓN Y LA FIBRA DE VIDRIO, SE CUELA DE UN VITRAL MODERNO QUE FLANQUEA LA ENTRADA POR LA DERECHA DEL ESPECTADOR. EN EL ÁNGULO CONTRARIO HAY MÁS BIEN UN POCO DE PENUMBRA. MUEBLES MODULARES, NEUTROS. UNA GRAN MESA BAJA. SENSACIÓN DE VACÍO Y ABANDONO
EN LA SOMBRA, ESTÁ DESCANSANDO EMIRO, SIN MOSTRAR EL ROSTRO Y VESTIDO DE OSCURO.
CON LA LUZ ENTRAN LA AZAFATA MOLESTA Y ARVELO QUE VIENE TAMBALEANDITO

AZAFATA: Por favor, señor. Es lo mejor que puedo hacer por usted. Contrólese. Aquí estará tranquilo.

ARVELO: ¿Aquí? ¿Dónde es aquí? ¿Por qué han desviado el avión? ¿Estamos en Las Canarias?

AZAFATA: No, señor. Es un incidente, un imprevisto. Ya vendrán a informarles.

ARVELO: Un imprevisto en medio del Atlántico, sí. ¿Es un secuestro? ¿El avión traía una bomba? Nos vamos a matar.

AZAFATA: Dios no lo quiera. Ya aterrizamos. ¿Por qué se pone así? Se pasó de tragos.

ARVELO: Pero yo quiero saber, por qué no funciona el maldito teléfono, ¿Por qué me tienen incomunicado?

AZAFATA: Allí hay unas cabinas telefónicas, puede llamar por cobrar o con cargo a una tarjeta electrónica.

ARVELO: Pero no tengo un pedazo de tarjeta telefónica. Y no hay quien la venda.

AZAFATA: Por aquella taquilla, cuando la abran, dentro de hora y media.

ARVELO: ¡Hora y media! Por favor, usted no me conoce, pero, por Dios. ¿Qué idioma se habla aquí? Y el piloto se niega a darme explicaciones, y este vaso sin nada adentro ¿Dónde estoy?

AZAFATA: ¡Señor! (POR EMIRO) Un poco de consideración, por favor. (A EMIRO, EN INGLÉS) I beg, your pardon, sir. Do you feel better now? Are you fine?
EMIRO: Fine.

ARVELO: (SE DA CUENTA DE QUE NO ESTÁ SOLO) Fine, fine. ¿Y entonces?

AZAFATA: Estamos en una base militar.

ARVELO: ¡Coño!

AZAFATA: Norteamericana

ARVELO: (MODERADO) ¡Coño! ¡En Estados Unidos!

AZAFATA: No. De hecho es una dependencia en medio del Atlántico.

ARVELO: Pero si yo iba... me están esperando en Madrid. ¡Que me lo expliquen!

AZAFATA: ¡Señor! Ya vendrán a atenderlos. También a eso de las siete abren allí un cafetín.

ARVELO: ¡Un cafetín!, no me jodas. Yo quiero un whisky.

AZAFATA: (VA A SALIR, LUEGO CONFIDENCIAL) En portugués.

ARVELO: ¿Cómo?

AZAFATA: Aquí se habla portugués.

ARVELO: Ahora sé menos dónde carajos estoy. (ELLA INTENTA SALIR DE NUEVO) Toma. Llévate tu vaso. (ELLA SALE IMPRESIONADA) No era ni dieciocho años. ¿Y qué sé yo de portugués? Aparte de un pan con mortadela y una pepsicola. (CON EL VASO EN LA MANO) Buen lance éste. Más de hora y media parados, estacionados ahí en ese aparato, y de noche, que no se sabe qué es lo que es. Y después nos pasan a esta “suit”. (POR EL VASO) Y esto como que es así, seco. Y ahora en los Estados Unidos. Esto es un secuestro. Yo no cargo visa. No me la dan. No soy elegible. Si no, hace años que estaría allá. Ya yo llevo, ¿para ver? Cuarenta y seis horas sin dormir. Pero eso no es lo que me afecta, sino las dos últimas horas esperando y sin un trago para continuar la borrachera. Ya me entró la cruda, el ratón, la resaca. El dolor de cabeza... Qué mala suerte, hombre. Qué maravilla de país y que mala suerte de mierda. ¿Usted cree en la mala suerte, en los maleficios, así, echados, un maldiojo, una maldición? (SIN RESPUESTA.) Ayayay, me tocó un impertérrito, un indescifrable.

EMIRO: ¿Se siente mal?

ARVELO: Ah, esté... Pero usted habla, quiero decir habla español. ¡Y es venezolano!
EMIRO: ¿Se siente mal, Arvelo?

ARVELO: No, todo lo contrario. (BRINDA CON EL VASO VACÍO) Mucho gusto, yo soy... Luis Alonso Arvelo.

EMIRO: Arvelo.

ARVELO: Ah, usted ya lo sabía.

EMIRO: ¿Y quién no?

ARVELO: Sí. Y qué cosa tan rara ésta, verdad. (CONFIDENCIAL) Desviaron el vuelo hasta una base norteamericana en medio del Atlántico.

EMIRO: Pude escuchar a la aeromoza. Pasó algo grave, un imprevisto y nos vimos en la necesidad de bajar lo más pronto posible.

ARVELO: (RÁPIDO) ¿Se iba a caer esa cafetera con alas? Lo sabía.

EMIRO: No creo que tenga que ver con el aparato.

ARVELO: Pero es un vuelo de los nuestros, seguro que tenía problemas, con el fuselaje, el motor,... el radiador... El limpiaparabrisas. ¡Una bomba! Le pusieron una bomba. El terrorismo, la vaina.

EMIRO: Los aviones no tienen radiador.

ARVELO: Cualquier excusa es buena para hacer las cosas malas. Esto es insólito, chico.

EMIRO: También puede tratarse de razones, no tan técnicas, razones humanas.

ARVELO: De bolas, que son razones humanas. Si nosotros vivimos con un nivel de efectividad cercano al cero. Eso que llamaban el factor humano, esa desgracia, ésa es la que nos tiene jodidos. Y por no ser mejores en nada, somos unos maletas, no joda, no somos buenos ninguno.

EMIRO: Yo hablo de razones humanas, de humanidad. Un avión, un vuelo, cosas más grandes se detienen por humanidad.

ARVELO: Ah, sí. ¿Por humanidad? ¿Cuáles? El pago de la deuda externa, por ejemplo. (SIN RESPUESTA) ¡Usted es un humanista!

EMIRO: Para que usted vea, no.

ARVELO: Pues me parece muy bien. Hoy esas preocupaciones quedaron para las fundaciones privadas, las oenegés y cuatro gatos que escriben subterráneamente. De resto, ¿a quién le interesa?

EMIRO: Parece que a nuestro piloto, gracias a Dios. .

ARVELO: Bueno, eso es aviación civil. Está bien que se preocupen. No se imagina el lío en que se meten si se les cae un bichito de estos. Se les cae también el negocio. Es que ese país no sirve para un carajo. Ni siquiera esta línea que no es nacional, no joda, se contagian y parece que les echaran un hechizo, apenas oyen el gentilicio y se vuelven unos inútiles.

EMIRO: Pero lo suyo es un pesar definitivamente nacionalista.

ARVELO: Yo preferiría poder decir algo bueno. Pero ni siquiera el servicio aéreo que prestan los demás.

EMIRO: No será a propósito. Después de todo el negocio es hacernos sentir cómodos en el aire.

ARVELO: Uno no se siente cómodo en el aire... pero se hace ilusiones. El hombre no está hecho para eso de flotar y trasladarse por arriba, sin tocar el suelo, un individuo sólo alcanza la felicidad cercano a la cota cero. Imagínese las tierras más bajas, las mujeres más calientes del planeta.

EMIRO: No le entiendo. ¿Qué tiene que ver?

ARVELO: La felicidad. Pero se engaña, que ique va a volar. Ique está inmóvil, en un asiento mezquino. Sin embargo hay una garantía, mezquina como el asiento, con las dimensiones mínimas posibles para que te quepa la humanidad, una garantía imprescindible, un consuelo de que te trasladarás del punto A, nuestra capital, al punto B, Madrid, incómodo y todo, pero tú vas para algún lado. Y de repente, chico, llevas más de dos horas en un punto C, desconocido, en medio de la nada, la sola imagen me está triturando el cerebro. En el triángulo de Las Bermudas, nos secuestraron los extraterrestres, nos van a hacer unos exámenes, nos van a meter una sonda por allá, tú sabes y a leernos el mapa genético y la conciencia. O peor, en manos de estos señores gringos que se muestran tan simpáticos en estos asuntos de inmigración.

EMIRO: Sí, a mí también me produce mucha tensión.

ARVELO: ¡Coño! ¡Y los vuelos con escala siempre son más baratos! ¿Y usted qué hace?

EMIRO: Digamos que no soy político como usted.

ARVELO: ¿Y esa es su profesión?
EMIRO: Hasta ayer... hasta ayer mi profesión era una profesión, cuando se produjo un decreto de emergencia de un gobierno en “emergencia”.

ARVELO: ¡Qué emergencia tan preparada! A eso es a lo que yo llamo un plan de contingencia. Les dio por renunciar a los cargos para facilitar las cosas... Gracias a Dios y a eso, casi no estoy aquí.

EMIRO: ¿Y sí pudo viajar? ¿Por qué?

ARVELO: Usted sabe, aproveché una reservación casual, en este autobús, el lechero. Pero... No creo que sea su problema. ¿Me va a interrogar?

EMIRO: Pues, yo creo que viajar en estas circunstancias, en condiciones apresuradas, que no se corresponden con su categoría,...

ARVELO: Tanta categoría siempre me hace doler la cabeza.

EMIRO: Un día después del golpe de estado, sin garantías...

ARVELO: ¿Y usted sí cree que fue un golpe de estado? ¡Claro! ¿Ya sabía que venía la cosa?

EMIRO: A todo el mundo le resultará sospechoso, viajar en estas condiciones, lo sindica a usted...

ARVELO: ¿De qué? En todo caso a nosotros. Usted también está viajando. ¿Debo decir huyendo?

EMIRO: Somos indiciados de una fuga.

ARVELO: Pero, ¿de qué lado está usted? ¿Es un funcionario público?

EMIRO: Acostumbraba serlo.

ARVELO: ¿Estaba con el proceso, o en su contra?

EMIRO: ¿Con el régimen? A estas alturas, ¿qué importa eso?

ARVELO: ¿Usted cree?

EMIRO: Puede hablar con tranquilidad. Estamos en medio del Atlántico, según entiendo. En una isla “neutral”.

ARVELO: ¿Neutrales, estos señores? No me joda...

EMIRO: Eso resulta poco diplomático.

ARVELO: Yo no tengo nada en contra de nadie. Y si alguien lo tiene en mi contra, bueno... Tengo inmunidad parlamentaria.

EMIRO: Se la eliminaron ayer. De un plumazo.

ARVELO: ... y una tarjeta de crédito. Todos tenemos inmunidad con un plástico como ése en la billetera. (MÁS SERIO) Es un cuadro patético.

EMIRO: ¿Qué es lo que le parece exactamente patético?

ARVELO: (RELAJADO) Oiga, oiga. Usted no está dispuesto a hacérmela muy fácil que digamos. Ésta es una conversación casual, bueno... una conversación obligada por circunstancias casuales, no es un congreso, ni necesita de actitudes, ni exactitudes, es más una tontería, para pasar el rato, para paliar la angustia, no joda...

EMIRO: Ah, ¿es que sufre de angustia?

ARVELO: ¿Usted no?

EMIRO: ¿Por qué tendría que tener esa bicha tan fea?

ARVELO: No se haga el bobo, entiéndame. Para que usted y yo estemos conversando,... yo parto de que usted tiene una mínima lógica común conmigo y unos valores y que sabe que no estamos en una situación lo que se dice “de lo más halagüeña”. Usted mismo me acaba de reconocer que estaba un poco tenso. ¿Estamos de acuerdo?... ¿Por lo menos en eso?

EMIRO: Quizás sea en eso precisamente que usted se equivoca.

ARVELO: Coño, coño, coño. Me está doliendo la cabeza. ¡Qué vaina que usted me salió tan intelectual!

EMIRO: Todo lo contrario.

ARVELO: Está bien. No estamos de acuerdo en nada. Dejémoslo de ese tamaño. (SILENCIO, SE ALEJA, LUEGO MASTICA UNAS QUEJAS, VUELVE) No me va a negar que nos encontramos en una mierda de situación.

EMIRO: Antes dijo patética.

ARVELO: ¿Yo? ¿Y usted no lo dice?

EMIRO: Depende.

ARVELO: No joda. Suspendidos en pleno vuelo en una base militar norteamericana, en medio de la nada. Sin que nadie nos ilustre, nos informe. Usted dirá... Uno se asoma y ve unos cerritos y ni un árbol y ni una playa y todo en silueta. Venimos de un peo de un Golpe de Estado. Y aquí se trata de aviones internacionales y de peligro y conflictos internacionales y terror. ¿A usted no le parece, por lo menos, que no es una situación feliz? ¿Usted acostumbra estar detenido en el extranjero, con frecuencia?

EMIRO: Digamos acuartelado.

ARVELO: Ah, un admirador de la jerigonza militar.

EMIRO: No, estoy diciendo francamente, literalmente una verdad.

ARVELO: ¡Literal!

EMIRO: Y tampoco puede ser tan malo. Cuando Cristóbal Colón iba para allá a descubrirnos, cayó en una calma chicha.

ARVELO: Una calma chicha. ¿Y qué vaina es esa?

EMIRO: Una especie de vacío, pero no como las turbulencias en el vuelo, sino un espacio donde el mar se comporta como una olla, el viento está ausente, no hay corrientes en el agua, un barco, flota sin esperanza, sin poder avanzar.

ARVELO: Siempre quedará el recurso de remar, no joda.

EMIRO: Iban a dejar el lomo en esa inmensidad. Sólo les quedaba esperar.

ARVELO: Alguien que los remolcara. Toar, es una palabra de crucigrama.

EMIRO: No parece entender, no se puede navegar en una calma chicha. No había barcos de vapor.

ARVELO: Sí hay barcos de vapor, de diesel, de motor, de turbina…

EMIRO: En la época, no. Usted espera, como nosotros aquí, en medio del Atlántico... que el estado del tiempo cambie.

ARVELO: El estado del tiempo es bueno, es perfecto. No hay una razón para detenernos.

EMIRO: Lo del estado del tiempo es un caso figurado.

ARVELO: Figúrese, ¿cómo lo entiendo?, si usted va saltando de lo literal a lo figurado. Pero lo de Colón no puede ser figurado, por un pelín, no lo lincha la tripulación

EMIRO: Por un pelín, sí, por poco. Tenían un susto del tamaño del descubrimiento que se les venía encima. Y no podían ver que se hallaban en una situación propicia.

ARVELO: Usted es un sabelotodo. Habla como en los términos del I Ching. “Es propicio”. Que no me va a negar que también lo conoce.

EMIRO: Conozco el I Ching, sí.

ARVELO: Propicio. Propiciar, eso cuando yo estudiaba era realizar un sacrificio. “Ulises propiciaba víctimas” O que resultaban apetitosas para los dioses: “Víctimas propicias”.

EMIRO: También es correcto. Pero, ahora el que se comporta como un intelectual es usted.

ARVELO: No, si aquí, o allá da lo mismo, entre nosotros el que dice cuatro pendejadas sacadas de un libro ya es un intelectual.

EMIRO: Usted mencionó a Ulises.

ARVELO: No crea. Ulises, ya lo recuerdo, era un “vivo” perdido en medio del mar.

EMIRO: Muy a propósito para nuestra conversación.

ARVELO: Entonces estamos a punto de descubrir algo. En una situación propicia. ¿O es que los dioses se nos van a echar al pico? Soy bueno para eso de hallar moralejas.

EMIRO: (CASI RÍE) Yo prefiero hablar de “analogías”. Ulises descendió a los infiernos.

ARVELO: (MUY SERIO, SINTIÉNDOSE MAL) ¿Quién es usted? Todo el mundo sabe de mí quién soy.

EMIRO: Eso se llama sobrexposición a los medios.

ARVELO: Depende cómo se mire. Pero usted... Que ha sido tan reservado.

EMIRO: Teniente Coronel Emiro Páez Rendón.

ARVELO: ¡Un militar! Con los dos apellidos como es costumbre..

EMIRO: Costumbre cuartelera.

ARVELO: Para que no se les pierda el muchachito. ¿Y no conoce a mi compadre Piña Arzolay? Del Ejército, ¿no?

EMIRO: No lo conozco, sé quién es. Pero yo estoy retirado. Retirado

ARVELO: Retirado.

EMIRO: Estaba designado,... prestado a labores diplomáticas

ARVELO: Como un bateador, designado. Será muy bueno, extraordinario bateando… o corriendo.

EMIRO: (SIN ESCUCHARLO) Y nuevamente retirado. Me dedico al comercio. Pero me mantengo de bajo perfil.

ARVELO. No entiendo lo del bajo perfil. La gente se mantiene en un nivel que cree que no le corresponde, que es casi una humillación y está de bajo perfil. Pero que yo sepa todos tenemos dos perfiles y ambos más o menos a la misma altura.

EMIRO: Debo tener cuidado para hablar con usted.

ARVELO: ¿Debo tenerlo yo? Permaneceré agazapado aquí, sin quejarme, resignado, soy un niño bueno, no me revelo, estoy de bajo perfil. ¿Cuál será mi bajo perfil?, ¿éste o éste? (SE PRESIONA LAS MEJILLAS CON LA MANO)

EMIRO: Espérese un momento. ¿Ese Piña Arzolay no fue al que volaron en una camioneta hace como tres meses?

ARVELO: Ah, sí es verdad. Se me había pasado ese “pequeño” detalle. ¡Mi compadre! Fue un crimen. Pero entre nosotros pasa como si se tratara de un evento meteorológico, ¿no? Tipo normal. Nos damos el lujo de que usted ni lo recuerda.

EMIRO: La gente usa las puyas, las descargas, con simpatía, como una tarjeta de presentación, para exhibir su inteligencia, será. Pero en su caso no entiendo el propósito.

ARVELO: (FALSA SONRISA) No hay mucho que mostrar, ¿usted cree? Serán vainas de la borrachera. Le debe haber ido muy mal a usted para interrumpir su carrera en un nivel tan avanzado, cuando ya los grados superiores son accesibles como por carambola, ¿no?

EMIRO: Quiere decir que ya lo más difícil ha pasado. Pero no. Entonces comienzan los problemas de conciencia. No siempre se puede decir amén. O en nuestro caso, “Sí, mi comandante”

ARVELO: Prefieren la expresión “Sí, mi doctor”. (EMIRO REACCIONA) No se preocupe. Yo mismo me entiendo.

EMIRO: Me puse a sembrar cebollas. Más tarde, a comerciar con alimentos. Ya le dije que estoy retirado.

ARVELO: Será que es muy importante que yo lo sepa. Y no me ha dicho por qué. (SE LLEVA LAS MANOS A LA CABEZA)

EMIRO: Podemos llamar para que le traigan un calmante o algo.

ARVELO: Otro güisqui, por ejemplo. No nos vamos a andar con miserias. Hay tantos millones de dólares danzando alrededor. Se puede oler en el aire.

EMIRO: El dinero en la generalidad de los casos huele mal.

ARVELO: A sebo, a mierda, también tiene el grato olor del éxito, aunque sea en el retiro. Pero siempre mejor que las cebollas.

EMIRO: No acepto sobornos. Si es lo que quiere insinuar.

ARVELO: ¿Sabe una cosa? Yo le creo.

EMIRO: Se lo agradezco.

ARVELO: Quizás nadie haya alcanzado en metálico la altura de sus problemas de conciencia.

EMIRO: ¿Le parece tan increíble?

ARVELO: No. Yo le creo, sinceramente.

EMIRO: Es la vida que coge otro rumbo, de repente, Uno está en libertad de cambiar de carrera por voluntad propia, por...

ARVELO: Por principios. No es necesario que se justifique. Hay otras maneras de convencer a la gente, o de obligarla a efectuar un cambio.

EMIRO: A lo que yo voy es que no todo el mundo tiene un precio.

ARVELO: Pero a todo el mundo le cuesta algo, algo le duele, algo lo asusta.

EMIRO: A mí me asustan los rumores, las valoraciones que harán de uno en los medios de inteligencia, en esa oscuridad de corredores y pasillos y oficinas negras.

ARVELO: Puros chismes, se lo aseguro.
EMIRO: Negocios más grandes que un gobierno se caen por murmuraciones.

ARVELO: Sobre todo si esas murmuraciones son reales. Algún run run le habrá llegado de la confabulación en contra del gobierno. Los contactos del ejército… uno no pierde del todo, no se separa del todo, ¿no?

EMIRO: En mi caso, sí.

ARVELO: Una frase que se le escapó a algún amigo, una reunión secreta, muy sospechosa.

EMIRO: Nada de eso.

ARVELO: ¿Qué le pasa? ¿Cogió miedo? (PAUSITA) Tendré que creerle entonces. Pero no se preocupe. Al final uno llega a saberlo todo.

EMIRO: ¿Qué pueden saber de mí, por ejemplo?

ARVELO: Nada, nada y sin embargo, no se imagina qué alegre me pone conocerlo. Me contento de encontrarme con alguien que no tiene precio, y la altura de cuyos principios nunca será alcanzada, ni siquiera para obligarlo a poner una bomba en el carro de otro militar.

EMIRO: Ese caso no quedó en nada. Puras lucubraciones. Quisieron encharcar a mucha gente. Mucha irresponsabilidad en el asunto.

ARVELO: Usted es una celebridad, ¿lo sabía? Ah, supongo que ya lo sabe.

EMIRO: De repente usted tiene una actitud condescendiente.

ARVELO: No. No. No. Es sólo que se me va a reventar la cabeza.

ENTRA LA AZAFATA CON UNA CARPETA CON PAPELES POR FIRMAR, COPIAS, PASTILLAS Y UN VASO CON AGUA.

AZAFATA: (A EMIRO) ¿Cómo se siente? ¿Más tranquilo? Aquí Le traje unos calmantes por si los necesita y ... Mire lo buena que soy. Tiene que firmar estos documentos, usted es el responsable y, si está de acuerdo, ... bueno. Hay que autorizar para depositarla y luego.

ARVELO: ¿Qué es esto? ¿Y qué ha pasado con el vuelo? Mira, me están estafando. ¿Qué van a depositar? El vuelo era directo. ¿Qué es eso?

AZAFATA: (A ARVELO) Un minutico, por favor.

ARVELO: ¡Cómo que un minutico! Oye, ¿qué grosería es esa?

EMIRO: (POR ENCIMA DE ARVELO) ¿Y, no podríamos continuar a España, y luego, arreglar todo allá?

AZAFATA: (IGNORA A ARVELO) Es que esto es un vuelo comercial y hay normas internacionales muy delicadas.

EMIRO: Es sólo un par de horas.

AZAFATA: No podemos hacer nada más. Una vez en Madrid tendrá asesoría legal, hay un seguro, tienen sus gestores, se hará el traslado no de esta forma tan penosa y, bueno... sin afectar al resto de los pasajeros.

EMIRO: No lo diga así como con asco.

AZAFATA: Hay gente muy impresionable. No es mi intención.

ARVELO: ¡Oiga! ¿Por qué antes le habló en inglés?

AZAFATA: Creí que el señor no querría comunicarse con nadie más.

ARVELO: No sabía que era tan delicado. O que yo iba a “violar” su intimidad. ¿Y no esperaba que si nos metían a ambos en el mismo espacio...?

AZAFATA: Es que no hay otro salón protocolar. Y desgraciadamente es nuestra obligación, estrategias de la empresa, con los políticos de profesión...

ARVELO: Yo detecto... No sé, yo siento un cierto rechazo, un desprecio por mi persona...

AZAFATA: ¡Por favor! Ninguno.

ARVELO: No deberían trabajar atendiendo al público si se van a poner con esas pretenciosuras.

EMIRO: ¿No se le ha ocurrido pensar que lo hacen deliberadamente?

ARVELO: Deliberadamente equivocado. Es el problema con las aeromozas y los otros, medio maricas, que de puro amables, amables no es la palabra, correctos, gentiles, resultan displicentes, con aires de superioridad, será porque transitan las alturas... Todo el mundo sabe que azafata es, más que la sirvienta, una chica fácil...

AZAFATA: Usted me está ofendiendo.

ARVELO: ¿Del sultán? Con razón le pusieron así a los condones. Hablo generalidades. Ah, mi general. ¿Azafata es figurado o literal?

AZAFATA: No le contesto porque voy a concentrarme en el asunto del señor.

ARVELO: ¡El asunto del señor! ¿Y cuál es el misterio?

AZAFATA: (YA MOLESTA) Ningún misterio, señor. ¿Ya despotricó bastante de mi trabajo? (LE DA LA ESPALDA, A EMIRO) Tiene que firmar estos papeles, aquí tiene su pasaporte y el de la señora y... la copia de los tiques de embarque. (EMIRO VA A FIRMAR, SE LE CAEN LOS PAPELES) Ah, por favor, por favor. Confíe en nosotros. Con todo lo engorroso que parece, es un sistema que garantiza la seguridad... y el respeto. En estos asuntos de normas internacionales se vuelven muy escrupulosos.

EMIRO: Ni siquiera he podido avisarles a mis hijos. Quizás ellos puedan… Viven en Miami.

ARVELO: (POR LO BAJO) ¡Claro! ¡Dónde más!

AZAFATA: Por el momento no es posible.

EMIRO: Me está complicando la vida.

AZAFATA: No soy yo. Usted mismo decidió embarcarla por su cuenta y riesgo.

ARVELO: No lo regañe

AZAFATA No lo regaño. Ha tenido mala suerte, usted ve.

EMIRO: Tengo que abandonarla aquí y luego encargar a otros que vengan por ella.

AZAFATA: No está abandonada, ya se están haciendo las gestiones para conseguir una caja y ponerla en un refrigerador.

EMIRO: Una de esas pastillas me vendrá mejor. Mejor que la culpa o la vergüenza.

ARVELO: ¿Es por lo del golpe? Se ha sabido algo de allá. Nos mandaron a detener. ¿A quién están entregando? ¿Qué es lo que está pasando? ¡Coño, tú! (POR EMIRO) Te capturaron en una vaina. ¿Qué es lo que van a congelar? Tenías que ser tú, tan famoso, tan incorruptible. Son drogas, ¿verdad? ¡No me vas a decir que nos interceptaron por un cargamento de cebollas!

AZAFATA: Se trata de la razón por la que nos detuvimos en esta isla. Que a usted parece atormentarle tanto. La esposa del señor aquí falleció durante el vuelo.

ARVELO: ¡Falleció! ¡No me jodas! ¿Muerta? (A EMIRO) Mi sentido pésame. ¿Y por eso nos vamos a parar en pleno vuelo? ¡La mala noticia lo esperaba allá en el sitio de destino!

AZAFATA: ¡Pero fue dentro de la nave!

ARVELO: ¿Dentro del avión? (A EMIRO) Con razón parecías la publicidad de una funeraria.

AZAFATA: Señor, considere. Éste ha sido el vuelo más difícil que he hecho en mi vida, y a mí también me afecta todo eso del golpe y de la muerte y tener que cargar con un bendito cadáver... (A EMIRO) Perdone, señor (A ARVELO) Y lo peor es que aún no termina y usted se comporta como un niñito. Yo también estoy nerviosa. Por lo menos trate de controlarse o finja, imite a los mayores.

ARVELO: Se te salió el carácter, mi´hijita.

AZAFATA: (A EMIRO) ¿Puede firmar?

EMIRO: (FIRMANDO) Sí, sí, ya está listo. Lo que ustedes digan.

ARVELO: O sea que todavía no nos vamos. Todavía tienen que depositar... (MÁS BAJO) Chequear el equipaje... Espero que no haya congestión en la taquilla. (POR LO QUE PARA ÉL ES CONSIDERACIÓN) Nada, nada. No he dicho nada. Pero, hablando en serio, ¿no me pueden conseguir algo de whisky bueno, pero bueno de verdad, en serio, en serio? Y para el amigo aquí, que eso consuela muy bien a uno, del luto, digo.

AZAFATA: Ahorita nadie está pensando en eso. ¡Qué país! Si así se comportan los DIRIGENTES, que deberían tener la cabeza fría y la vista clara, por lo menos.

ARVELO: Está abriendo una matriz de opinión. Pero eso no me quiebra ningún hueso.

AZAFATA: (SALIENDO) Por eso es que pasa lo que pasa.

ARVELO: ¿Qué pasa? ¿Qué se sabe de allá? Mira... (ELLA SE HA IDO) (LE DA UNA PALMADA EN LA PIERNA A EMIRO) No te preocupes tanto, chico. Eso lo paga el seguro.

EMIRO: ¿Cuál seguro? He perdido mi esposa. Eso no lo paga ningún seguro. Además, ¿usted cree que en ese desastre que hemos dejado allá atrás, algún seguro se va a responsabilizar de algo?

ARVELO: Bueno, ahorita no. Pero cuando llegue la calma. Los militares siempre tienen unos beneficios envidiables. Y ahora tendrán más. Para que se queden tranquilos, ¿oyo? Y si son los diplomáticos… ¡no joda!
EMIRO: El nombramiento como ministro asesor de la Embajada lo había logrado muy reciente, no hace nada. Ni siquiera me había acostumbrado a la idea.

ARVELO: Usted trabajaba en el gobierno y sus hijos viven en Miami.

EMIRO: Fue una decisión de ellos. Ya son mayorcitos, ¿no? (A LA DEFENSIVA) ¿O es que las fronteras estaban cerradas?

ARVELO: ¿Y cómo toman sus hijos que usted estuviera trabajando para nosotros?

EMIRO: Bueno, no les hace ninguna gracia.

ARVELO: No me sorprende. El Imperio tiene sus rehenes.

EMIRO: Eso es pura cursilería, ¿sabe? Además de impropio lenguaje belicista.

ARVELO: ¡Es que es una guerra!

EMIRO: Es ridículo. No tengo parientes secuestrados en el norte.

ARVELO: Uno se autosecuestra. Obliga a los demás por el rescate.

EMIRO: ¿Y qué? ¿Me hicieron tirar un golpe de estado, porque mis hijos no me quieren, según usted, y antes que contestarme una llamada, prefieren pasar el día en un centro comercial de allá con unas orejitas de ratón de plástico en la cabeza?

ARVELO: A confesión de parte… relevo de pruebas.

EMIRO: ¿Sabe? Me está molestando. ¡Estoy en duelo!

ARVELO: Yo también. Se me acabó la caña. Y el cargo. Y el sueño…

EMIRO: No parece. Hasta usted está pensando en que las aguas volverán a su cauce. Que me va a capturar como a un culpable. Aunque el fugitivo sea usted.

ARVELO: Claro. Uno está afligido pero no desesperado. Además hay como un acto reflejo. Esto pasará. (SÚBITAMENTE)¡Coño! (SE CONTROLA) Perdón. Tiene que pasar.

EMIRO: Yo nunca he estado de acuerdo con eso del golpe de Estado. No lo estuve cuando pretendieron tomar el poder por la fuerza y fracasaron, y renuncié, en su debido momento para que no me asociaran con ese movimiento. Después llegaron con mi voto y trataron de comprarme con una embajada y también les renuncié. Mucho menos me va a gustar ahora. No tengo ningún interés en hacer gobierno.

ARVELO: No es muy bueno, pero es un alegato al fin y al cabo.

EMIRO: Yo me inclino por el hilo constitucional, yo elijo la estabilidad. Es más práctica, más cómoda y más amigable.

ARVELO: (POR LO BAJO) No me haga la publicidad de una computadora.

EMIRO: (SIN OIR) Sobre todo con una avalancha de billetes que le va cayendo al país desde fuera.

ARVELO: Igual, creo que también le podría tentar más ser cola de león que cabeza de ratón. Ceder ante las pretensiones del extranjero, conspirar.

EMIRO: Me tenía que pasar a mí. Anna se va en estas terribles condiciones y usted con esas esperanzas y esas sospechas pendejas.

ARVELO: A eso llamo yo un trato protocolar.

EMIRO: Usted tampoco es que se muestre como un gran internacionalista.

ARVELO: No. Aquí el diplomático es usted, (CONTENIENDO LA RISA) pero no de carrera, de carrerón, de fuga.

EMIRO: Tiene razón. Discúlpeme. No tengo por qué meterme en sus cosas. Haga como quiera.

ARVELO: Hace bien. Todo el mundo quiere educarlo a uno. Que uno es el único alumno que les deparó la escuela de la vida.

EMIRO: (SIN ÁNIMO) Tiene razón. Me he prometido no querer cambiar a nadie.

ARVELO: No, espérese. Cambiar, uno tiene la responsabilidad de cambiar a los demás, según un criterio, unas ideas. Pero eso de educar, como que los demás saben algo que yo no sé y que eso les da el derecho de ponerse por encima...

EMIRO: No se ofenda, pero, usted me cansa.

ARVELO: ¿Sí? Me lo imagino. Usted ha sufrido una pérdida, por demás sentida. Lo considero.

EMIRO: (AUTOMÁTICO) Gracias.

ARVELO: (AUTOMÁTICO) No hay por dónde.
SE MIRAN. SILENCIO.
ARVELO: (DESPUÉS DE UN SUSPIRO) Me pregunto, ¿cómo será eso de haber nacido para el éxito?

EMIRO: (SE RINDE) Ah, ¿Hay alguien nacido para el éxito?

ARVELO: Muchos no hay. La mayoría está signada por la derrota. Lo que pasa es que nos las arreglamos para colarnos entre los triunfadores.

EMIRO: Suena a resentimiento.

ARVELO: Claro. Todos los mediocres lo envidian, ¿no es así?

EMIRO: No soy un triunfador. No conozco esa especie de gente.

ARVELO: Quería mucho a su mujer, seguramente.

EMIRO: ¿Qué quiere que le diga?

ARVELO: Mírese usted, por ejemplo. La perfecta estampa del hombre capaz de salirse con la suya.

EMIRO: Hace un momento estaba histérico acusándome de narcotraficante. ¿Ahora, de qué va la cosa?

ARVELO: Es por la caña, el ratón, las sospechas, yo vengo de una catástrofe…

EMIRO: Lo está haciendo por justificarse. ¿Me está adulando? No. Me está provocando. ¿No ve que es absurdo? No se moleste.

ARVELO: No. ¡Cómo se le ocurre! Es una preocupación muy mía. ¿Y su esposa lo quería mucho a usted?

EMIRO: ¿No le parece que está fuera de lugar?

ARVELO: Cuando uno está más joven, cuando es un muchacho prometedor, ahí está la madre con una sonrisota, viéndolo con ojos de baraja española, el futuro de su hijo, está orgullosa, calcula los beneficios, el dos de oros.

EMIRO: ¿Qué tiene de particular? Todas las madres tienen derecho a expresar sus esperanzas en una mirada de entusiasmo.

ARVELO: Tiene de particular en que para algunas, la mayoría, es un entusiasmo infundado. Pero su esposa, ¿todavía ayer pudo haberle visto de esa manera?

EMIRO: No recuerdo ni a mi madre, ni a Anna, echándome una mirada como ésa.
ARVELO: Seguro lo hacían, quizás, además, era cuestión de pudor y no se dejaban ver por usted, pero seguro que lo hacían. Su esposa muy especialmente. Uno ve mujeres enamoradas, el rostro brillante, los ojos magnetizados, hablan de millones, de marcas de automóviles, de viajes al exterior... Es natural. El matrimonio es una forma de realizarse.

EMIRO: Anna no era ese tipo de gente. Y mi madre, por lo menos, dejó de hacerlo, de mirarme de esa manera que usted dice, hace algún tiempo.

ARVELO: Déjeme adivinar. Tiene que ver con el momento en que usted decidió ingresar a la milicia.

EMIRO: Ya veo por qué ha llegado tan lejos. Usted es hábil.

ARVELO: Como una serpiente, dígalo. Simplemente conozco a la gente.

EMIRO: Pero no es una habilidad que valga la pena. Los grandes hombres, la gente buena no necesita de capacidad para hacer daño.

ARVELO: La gente buena jode y no se da cuenta, jode a los otros, con buenas intenciones y todo. No es para hacer daño. ¿Usted no me cree? A mí me ha llevado muy lejos, son sus palabras.

EMIRO. Es un engreído.

ARVELO: ¿No me va a contestar? Tuvo que ver con su vocación castrense.

EMIRO: ¿Cómo lo sabe?

ARVELO: Su madre era una mujer sensible. Mírese usted, lo que ella produjo. Y por eso no le permitió verla emocionada ante su hijo el triunfador. Pero no ocultó su decepción ante la profesión de su retoño. Porque esa sí es una profesión.

EMIRO: Está novelando mi supuesta vida y yo no le he dado licencia para hacerlo.

ARVELO: Será una “biografía no autorizada”. La imaginación es libre.

EMIRO: Al contrario, la suya está llena de prejuicios.

ARVELO: Hablemos de prejuicios, entonces. Entre nosotros la carrera militar es la carrera de la golilla. Aquí no hay guerras, no hay mayormente conflictos donde de verdad los amigos soldados deban “ajumarse” el pecho. Sirven es para hacer negocios en las aduanas, poner cara de perro y adornar mucho con sus uniformes y “en correcta formación”. Las cosas inmencionables que también las realizan, será de puro ocio, digo. Mucho ascenso, mucho privilegio social y todos sabemos que son unos mantenidos
EMIRO: Viniendo de quien viene, más bien me halaga.

ARVELO: La esposa, con esa capacidad única que tienen las mujeres de dividir el cerebro entre lo que es justo y lo que es conveniente, sin remordimientos, ¿cómo lo miraba a usted cuando se quedaban solos? Nunca le perdonó no aceptar el trabajo en la embajada.

EMIRO: (HARTÁNDOSE) Mi esposa murió, hace un par de horas, podría tener un poco de sensatez y no escarbar en la herida.

ARVELO: ¿Por qué? Usted no es un débil. ¿No le interesa conocer los sentimientos de la difunta?

EMIRO: Se está comportando como un buitre, señor. Es algo morboso preguntarme eso.

ARVELO: Sólo lo estoy guiando. Es un buen momento para reflexionar. Quiero decir que una familia “bien” tiene que ver con horror que uno de sus vástagos vaya a parar a ese antro de aprovechados.

EMIRO: ¿Para usted los militares tienen una ética circunstancial y un discernimiento de gorila?

ARVELO: (SE ENCOGE DE HOMBROS) Lo dice usted; yo soy de cuello blanco,...

EMIRO: No hay que vestir de verde para comportarse como un chulo.

ARVELO: El gigoló de la democracia. Pero va más allá. Todo cuesta lo suyo.

EMIRO: Los militares le echamos bola, ¿sabe? Son años de disciplina y obediencia y además… uno se expone al desprecio de los prósperos civiles,...

ARVELO: ¿Porque no hay militares prósperos?

EMIRO: ...Pero se gana un blanqueamiento, una purificación mediante el sacrificio. Somos los únicos que hablamos de honor.

ARVELO: Como los curas, serán las peculiaridades del uniforme, quedaron para hablar en abstracto de cosas aristocráticas, virtuosas e inútiles.

EMIRO: Esto es una descarga.

ARVELO: Usted colabora.

EMIRO: Entonces usted es un antimilitarista. Civilista. ¿Anarquista?

ARVELO: No. Yo soy un domador de circo. El que despreció los cuarteles fue usted. ¿De qué murió su esposa?

EMIRO: Otro capítulo. Desarrolló un cáncer. Pero por años lo habíamos sobrevivido y luego, en estos días, con la tensión de estos días, se presentó una insuficiencia cardiaca.

ARVELO: Es lamentable.

EMIRO: Ella no deseaba otra cosa que salir del país. Se le hizo insoportable,... a cada momento esperando una reacción, una mortandad, un desbarajuste.

ARVELO: Sí. Eso desgasta.

EMIRO: Por eso había decidido llevármela a España.

ARVELO: Es increíble cómo se le notan las cosas.

EMIRO: Creo que no se le ha pasado la borrachera.

ARVELO: Se le nota. Se le nota. Y luego, en esos aeropuertos nuestros, donde se preocupan es por la droga, ahora, por el explosivo tal, por unos terroristas sacados de las Mil y Una Noches. ¿Qué le iban a parar a la palidez inusual de una pasajera, a su extrema debilidad, “móntese y ya, nos la llevamos”.

EMIRO: Teníamos un permiso médico. Pero es verdad, no lo solicitaron.

ARVELO: A mí mismo me montaron en el avión, apuraditos, casi en hombros, tratando de salir de mí, rápido. Por otras razones, claro. Está visto que si el asunto no se menciona, si no se nota, no existe.

EMIRO: ¿Qué iban a saber ellos?

ARVELO: Y usted hablaba, hace un rato, de las razones humanitarias de una línea aérea.

EMIRO: No se les puede culpar.

ARVELO: ¿Y usted? ¿No lo sabía? ¿No tenía una cierta sospecha de que éste podía ser el último viaje de su esposa? Aprovechar, ¿verdad?, despegarse de la tierra y en un mismo vuelo echarle una empujadita a ver si llegaba más rápido, al trono celestial del señor aquel.

EMIRO: ¿Usted se está escuchando? No tiene ni respeto, ni sentimientos...

ARVELO: Humor, será...
EMIRO: Ahórrese el sentido del humor. Usted nos está faltando. A la memoria de mi esposa y a mí.

ARVELO: Bueno... Reconozco que me pasé. Pero eso no me quita la razón.

EMIRO: Yo no soy el enemigo. No tiene que atacarme de esa manera.

ARVELO. ¡Qué curioso! Usted habla de enemigos. Yo hablo de una broma, un mal chiste. Yo me justifico por los tragos, por los nervios. ¿Cómo, si no, se soporta una situación como ésta? Hasta ayer, anteayer a las cinco de la tarde, yo era un funcionario prometedor, un tipazo desarrollando un proyecto político y social. Un buen partido, aunque yo llevo ya dos divorcios. Y hoy... estoy perdido, no valgo medio de porquería en una isla extranjera, dos veces extranjera, sin cargo, sin profesión y con un viudo y su muerta encima... perdón. ¡La pinga! Por lo menos se me permitirá echar un chiste...

EMIRO: Macabro, no.

ARVELO: O hacerme la pregunta, si Anna, su esposa estaba tan mal, ¿para qué se la traía corriendo un peligro tan grande? Y ahí tiene, ya usted ve, se le murió. En sus brazos, espero que no. Pero nos echó la gran plasta. Y nosotros, porque somos de protocolo, que si no, estaríamos jodidos con esos bussines class de allá abajo. ¿Viste las monjas que cargaban una guitarra? ¿Y unos roqueros vestidos de negro y con ganas de almorzárselas? Allá abajo se va a prender una coñaza. Carajo, un güisqui no me caería nada mal ahorita. ¿Me burlo o me interrogo? ¿Usted qué dice?

EMIRO: Que cada ladrón juzga por su condición. Si usted está maliciando cosas es porque es capaz de concebirlas y hasta de llevarlas a cabo. Yo no. Y no tengo por qué contestar.

ARVELO: Ay, sí. Está por encima de mí y de mi experiencia. Por encima de mis ideas y de mi inteligencia. Un hijo de papá se da el lujo.

EMIRO: Cállese ya. No voy a discutir con un borracho. (LO VA A DEJAR, PERO...) Además, yo no soy un corrupto como usted a quien todo el mundo conoce por sus malos manejos de la cosa pública.

ARVELO: La cosa pública... Pero la cosa privada sí la manejo de pinga, no la tengo envenenada como el viudo aquí.

EMIRO: ¡Qué patán!

ARVELO: ¡Qué marico, vale! Patán. ¿Ése no era un perro de una comiquita?

SE VAN A LAS MANOS Y LLEGA LA AZAFATA CON UN WISKY, LOS CONSIGUE AGARRADOS POR LA PECHERA.
AZAFATA: ¡Señores! ¡Señores!

ARVELO: (CON LA AZAFATA) Aquí, disfrutando de la esperada concordia nacional.

EMIRO APROVECHA PARA DARLE UN GOLPE EN LA CARA Y DEJARLO TENDIDO.

AZAFATA: (DESPUÉS DE UN MOMENTICO) No sé por qué me lo esperaba. No me sorprende.

ARVELO: (DESDE EL SUELO) ¡Esa vaina fue a traición!

LA AZAFATA AYUDA A INCORPORARSE A ARVELO Y LO LLEVA A UN ASIENTO. CON UNA SERVILLETICA MOJADA LE LIMPIA EL ROSTRO

AZAFATA: Me voy a permitir hablarles fuera de mis obligaciones. A mí me gustaría... bueno, es necesario que se controlen, ¿verdad? Lo de ustedes ya es un comportamiento, desde cualquier punto de vista, inaceptable.

EMIRO: ¿Hay alguna manera de que yo me pueda ir a otra parte? ¿Una oficina? ¿Un baño?

ARVELO: La cabina del piloto, ésa es la que le corresponde. Después lo enviamos a Miami.

EMIRO: Cállese de una vez.

AZAFATA: Por favor... No sigan. Mire, éste es el mejor espacio que pudimos encontrar. Esto es un sitio abandonado, es una terminal de estación, cuando vienen las temporadas de turistas y eso. Pero ahora está bajo el resguardo de los norteamericanos, y mire que ha sido difícil que nos dejaran meternos aquí. Reconozco que es más como una instalación fantasma y no hay personal que la atienda. Pero dentro de todo, no está tan mal. Es una emergencia.

EMIRO: Usted no entiende que este señor...

ARVELO: (COMO UN GALLITO) ¡¿Qué?! Este señor, ¿qué? Tú, con todo y tus cargos...

EMIRO: Respeta... Yo te he tratado con el debido respeto.

ARVELO: Se nota, hermano...Tu respeto y tus cargos te lo puedes meter por... No te digo por consideración a la señorita.

EMIRO: Porque eres un cobarde y te puedo volver a dar tu coñazo, Tienes miedo.
ARVELO: (VIOLENTO) Culo. Por el culo. Y lo dije. Yo soy un diputado, no joda. Que unos maricones traidores con cachuchita e insignias y medallitas den el culo por unos reales y unos privilegios no me quita en ningún país serio mi dignidad como representante del pueblo. Ay, sí. Me pegaste, me pegaste. Te aprovechaste y me pegaste. Por sorpresa. Gran cosota. De golpes más grandes nos hemos parado.

EMIRO: Tres cosas que no te caben en la boca de puro grandes y de puro ajenas. Primero, el pueblo, ustedes hablan del pueblo y es como un saco y meten mano del pueblo, del pueblo, y ustedes mismos no saben lo que hay en el saco ni por dónde va a terminar reventándose. El que te va a joder es el pueblo, el que te va a robar es el pueblo, el que te va a hacer la vida imposible donde todo debería ser un paraíso es el pueblo.

ARVELO: No importa, porque no hemos sido los únicos con el tradicional respaldo del pueblo. Sólo que en nuestras manos tiene el brillo de una novedad.

EMIRO: Es verdad, no han sido los únicos. ¿Y por eso vas a estar tan orgulloso? Pero “el pueblo” después monta unos tribunales igualmente “populares” y cortan cabezas. Hasta la del más apoyado, hasta la del más novedoso.

ARVELO: Eso es puro discurso. Eso eran los rusos, la Revolución Francesa. Pura habladera, teoría, supraestructura, que llaman. Le tienen miedo al pobre. Conéctate con la realidad, bájate de esa nube y sube cerro, toca a la gente. (CON LA AZAFATA) Aquí, mamita, aquí es que me duele y ese desgraciado anticomunista me pegó.

EMIRO: Después, el país serio. ¿Tú crees en un país serio? ¿Tú conoces algún país serio? Si a ti se te hace una ofensa, tú estás esperando de la ONU, ¿de dónde estás esperando tú que se te haga justicia? No es la seriedad, eso le quedó grande a los políticos, al planeta... Esta es es una burla muy grande, chico.

ARVELO: No. No, por favor, dile, m´hija que no se ponga teológico. Un golpe es un golpe y (CON EMIRO) tú mismo me lo vas a reconocer, aunque tú seas un payaso de un circo de a locha, coño. (CON LA AZAFATA) Ay. Aquí, aquí.

EMIRO: Y por último, que no se me olvide, lo del golpe, te di tu coñazo y nadie me quita lo bailado. Así como tu impertinencia no se puede recoger después de cometida, tu bastardía, tu falta de humanidad... Así un golpe bien asestado no quiero, ni puedo echarlo para atrás. Es una vaina, una satisfacción chiquita y hasta peligrosa. (Porque uno no tiene que hacerle el juego a la barbarie) Pero , ¿cómo hacemos? O te jodo o tú me quieres comer vivo…

ARVELO: (APLAUDE) Hablando puras guebonadas. (A LA AZAFATA) Gracias por el whisky. (LO TOMA) Pero, ¿tú ves? Aún dominas cierta lógica, te vas a las manos y todavía puedes elaborar una disertación. Tú tendrás mucho método, y mucho mérito, pero ninguna razón.

EMIRO: Tengo razón porque la ira no me ciega y méritos tienes tú para que te echen una pasada de peinillazos…

ARVELO: Habló el militar, por fin.

EMIRO: …por sin vergüenza.

ARVELO: Ya me los dieron, uff, cuando estudiante. Eran otros tiempos. Aquí, mamita. (SE CHUPA LOS DIENTES) Ay, eso sí duele. Ése es un abusador, un violento, un predicador del odio, ¿ves? Por fuera es como un personaje de película, como un Lord inglés, pero todos sabemos que lleva un simio por dentro (A EMIRO) Mírame. Esto se lo voy a contar a mis compinches en lo que pueda. Así empecé yo a consolarme en el exilio dorado, en los brazos de una bonita azafata.

AZAFATA: ¡Usted está hablando de mí! No sea imbécil. Suélteme.

ARVELO: ¿Tanta guerra, y no te habías dado cuenta?

AZAFATA: A mí me daría vergüenza. Usted es un perro, un abusador, está borracho… es chocante, repugnante más bien.

ARVELO: Pero, ¿qué es esto? ¿Una marcha contra el gobierno?

EMIRO: Ahora se va a poner con la muchacha. Lo que sea para pasar el rato.

ARVELO: A mí me siguen gustando las mujeres. ¿O es que los viudos tienen prioridad?

EMIRO: Esto lo vamos a arreglar. De algún modo vamos a salir de usted.

ARVELO: Ya lo intentaste por la fuerza.

EMIRO: Aquí alguien debe tener un mínimo de autoridad, ¡coño!, que ponga el orden. Y prefiero irme a buscar que aguantar este mal chiste irrespirable.

AZAFATA: (A EMIRO) Señor, yo puedo…

EMIRO: Deje que yo voy solo. Tampoco es que soy un inválido. (SE VA)

ARVELO: De bolas que no se vale. Me cogió de sorpresa. (CANTA GUARACHA MIENTRAS BEBE APRESURADAMENTE) “Borracho no vale, no señor / Borracho no vale, como no”

AZAFATA: ¡Señor, por favor! ¿Por qué se porta así?

ARVELO: No le pares mijita, estos bichos son unos coños de su madre.

AZAFATA: Se le murió su esposa y usted…

ARVELO: ¿Y eso les quita lo coño e´madre? Son unos blanqueados, unos pretenciosos, no joda, se la dan de una vaina fina, las manos pulcras y el culo cagao.

AZAFATA: Déjese de eso, ya basta de groserías, compórtese como gente decente.

ARVELO: Mira, mamita, no me hables como una tía. Que aquí no hay decencia ninguna. Estos tienen más que los demás porque robaron igual, más que los demás, o porque manejan más armas que los demás, o porque sus primos gringos amenazan con venir a defenderlos, si no… la misma bola de negros que se creen catires, con diferente cachimbo.

AZAFATA: ¿Y a qué viene eso ahora? El golpe como que le quitó el humor. No logro entender. El señor está en una situación delicada.

ARVELO: ¿Y yo no estoy en una situación delicada? ¡Coño, m´hija!

AZAFATA: Pero usted se empeña en provocarlo.

ARVELO: ¿Te sabes el cuento de Buñuel?

AZAFATA: No sé quien es ése.

ARVELO: No importa. Iban unos republicanos rojos, comunistas, por una acera e iba un cura católico pacíficamente por la otra, y ante tal provocación…

AZAFATA: Esta vez tampoco le entiendo.

ARVELO: Que le cayeron a coñazos, m´hija.

AZAFATA: ¿Y usted está de parte del cura?

ARVELO: Déjalo así. Tú tienes una parte de la cabeza, de la mente (de la personalidad, será) una parte de ti mocha.

AZAFATA: Ah, no, a mí no me va a insultar.

ARVELO: ¡Qué jodienda! Pero si resulta casi un halago en este desbarajuste de mierda. ¿Para qué te iba a insultar? Si tampoco me ibas a entender.

AZAFATA: Yo no soy tan bruta, ¿sabe? Yo podría estar sembrando papas en La Grita de donde es mi familia, con una chorrera de muchachos y en calma. Yo he llegado a este puesto porque algo entiendo, ¡no joda! Yo sé que las cosas van mal, que tumbaron al presidente, que son meses de racionamiento, de paro, que no hay trabajo, que la vaina es peligrosa, que una sale a la calle y a lo mejor no vuelve. Que hay que hacer una maldita cola para todo, que la gente se corrompe, que hay un portaviones gringo merodeando por el Caribe, que mi mamá tiene tres meses que no duerme bien con la angustia, que va a pasar algo… Bueno, usted sabe mejor de eso que yo, pero, su actitud no ayuda para nada. Y cada vez que una pisa el extranjero le preguntan como con saña, y una debiera tener vergüenza. Ahora no se sabe si los vuelos regresan o nos tocará quedarnos de emergencia asilados en un país de esos.

ARVELO: Ajá. ¿Y qué concluyes tú de eso?

AZAFATA: Bueno… lo que se ve…

ARVELO: ¿Qué ves tú?

AZAFATA: Usted está con el gobierno… pues…

ARVELO: (POR EMIRO) El otro mamarracho también estaba, pero aquí lo ves, corriendo la milla en uno.

AZAFATA: Igual que usted.

ARVELO: (CASI GRITA) No es lo mismo. A mí, seguro que me andan buscando. ¿Tú lo ves, a él, siquiera alterado?

AZAFATA: Un poco triste.

ARVELO: Sí, como un poeta inspirado de otro siglo. ¿Pero lo ves arrepentido, arrecho, inconforme, resentido, dolido, en crisis?

AZAFATA: No sé, esas cosas se llevan por dentro.

ARVELO: Pero a mí me ves distinto, ¿no es así?

AZAFATA: Pero es que a usted no se guarda nada. No cierra la boca.

ARVELO: A él también se le nota. ¡Verga! ¡Grandísima car´e verga!

AZAFATA: Usted es un borracho.

ARVELO: Y a él se le nota que colaboró con este golpe.

AZAFATA: ¿A usted le parece? Yo no veo nada.
ARVELO: Porque él no siente nada, es como un florero, pero sin agua y sin flores, una máquina, una vaina ahí, muerta por dentro. Y todavía con un orgullo de la puta madre.

AZAFATA: No sé, de verdad.

ARVELO: El jura que se la comió, que se botó con todo esto. Ahora se iba a retirar a Europa para gozar los dividendos. Y se le murió la mujer, ¡qué vaina! No te digo que la justicia existe porque yo soy una muestra de que no, pero qué fresquito. Será un gran contratiempo…para él, para sus planes.

AZAFATA: Para todos, en realidad.

ARVELO: ¿Y qué concluyes tú?

AZAFATA: Yo sólo creo que hay un malestar general. Es mi percepción sincera.

ARVELO: Ahhhh. ¿Quieres que te diga una cosa, desde el corazón, sin que me quede nada por dentro?

AZAFATA: Diga.

ARVELO: A mí tu sinceridad, tu percepción y tu malestar general, tu brillante conclusión, me las paso por el forro de las bolas. Eres bruta, eres brutísima. Pero no es tu culpa, ni de tus genes gochos, es que vives rodeada de pura mierda.

AZAFATA: ¡¡¡Mire!!! No hablo más con usted. Consúmase en su propia salsa.

ARVELO: Eso me pasa por estar tratando de entenderme con la indiada.

AZAFATA: (OFENDIDÍSIMA VA A SALIR, PERO…) ¿Usted puede, en la vida real, por lo menos, dirigirse a alguien con un poco de respeto? (DESAFIANTE VA HASTA ÉL) ¿Qué te pasa?

ARVELO: (SE BURLA) ¿Qué te pasa es pa´ pelear?

AZAFATA: (LO AGARRA DE LA PECHERA) ¿Qué te pasa, maldito?

ARVELO: ¡Epa, me vas a botar el whisky! (DESPUES DE MÍNIMA PAUSA)
Te lo puedo decir en una sola palabra. Que no la vas a entender tampoco. Te lo digo de una. Tengo miedo. (TERMINA EL TRAGO, CAMBIANDO DE TEMA RÁPIDO) ¿Qué? ¿También me ibas a pegar tú? ¿Les enseñan artes marciales, defensa personal? La ibas a pagar conmigo, con el más pendejo, con el hijo de María Guebona la panadera.

AZAFATA: ¿Miedo?

ARVELO: Miedo, bueno. Ustedes son como unos zombies, los entrenan, son castrados emocionales. Los enseñan a ser insensibles y correctos, a sacar provecho, la mejor tajada. Una sonrisota plástica para tratar con los problemas de la gente, después de todo, son pasajeros, pasan, es por un ratico no más. Pero yo soy un ser humano, no joda.

AZAFATA: (INSISTE) Entonces es eso.

ARVELO: Miedo pánico. ¿Ustedes no pueden neutralizar a un payaso como yo fuera de sí? ¿Por qué no lo hacen? ¿Por qué no lo ha hecho todavía? Un calmante, un paralizer. Si tengo un miedo que no sé por qué no me cago en los pantalones y ustedes son incapaces de comprender una emoción así de sencilla, coño, y ponerle remedio.

AZAFATA: Yo también puedo sentir miedo, señor. Ni robot, ni humanoide, ni zombie. Tengo impresiones muy fuertes con eso. Pero uno no se va a quedar mocho, mancado ahí en un rincón de la vida, lamiéndose la cicatriz. No sé, así me pasa a mí. Ni me voy a dedicar a molestar o a perjudicar a cuanto ser se me ponga al lado.

ARVELO: ¿Es una indirecta?

AZAFATA: Recuerdo que una tarde fuimos a la playa, imagínese, una carajita como yo, de montaña. Nunca estábamos solos, juntos, pero yo recuerdo ese paseo a la playa, nosotros dos juntos, mi papá y yo, el uno para el otro y yo era pequeña, no tanto como para no entender y yo cabalgaba sobre sus espaldas y lo sentía macizo, rudo, enorme, como una pared. Y nuestro juego consistía en avanzar sobre las olas, yo siempre abrazada a su cuello, apretada a su espalda con todo mi cuerpo y llegar a donde era más temerario, porque ni siquiera sus grandes pies tocaban fondo y en medio de aquella turbulencia, risas, sacudidas, golpes de olas, yo me divertía un mar aferrada al cuerpo de mi papá. Y de pronto él se sumergía y me dejaba, gracias a una maniobra, sola en medio del mar, a punto de tragar agua, sin saber nadar.

ARVELO: ¿Aun así tú te metiste a aeromoza, a trabajar en el aire, con aviones?

AZAFATA: Precisamente. Enfrentar la fobia…

ARVELO: (FRENÉTICO) Tú me estás jodiendo, tú me estás jodiendo. ¡Es eso! Vas como en una bandeja sobre la palma de la mano de Dios y de pronto Él retira la mano. No, chica, tú tienes que estar loca, enferma y sudada, de rolito,

AZAFATA. Y luego él reaparecía, emergía en un remolino de burbujitas, con una risa explosiva, y un abrazo que me suspendía y me consolaba de ese momentáneo terror.
ARVELO: ¡Coño! Es increíble.

AZAFATA: No se ponga así, señor.

ARVELO: Te precipitas y te escoñetas con bandeja y todo. ¡Dios mío, coño, gracias! Gracias por este piso, por esta solidez… (BESA EL SUELO) aunque sea una isla, aunque no la he visto nunca en un mapa. Se esperola la vaina, una ruina, una chatarra. Pero aún estamos con vida.

AZAFATA: ¡Contrólese!

ARVELO:(CINICAMENTE TRANQUILO) Sólo nos queda esperar que reaparezca papá. Un papito que se divierte abrazando a su muchachita, hasta una perversión había por ahí en el medio. ¿No recuerdas un bulto, una cosa más prominente que de costumbre?

AZAFATA: ¡Miserable, no, no recuerdo nada!

ARVELO: Pues yo tampoco veo nada de gracioso en este jueguito morboso de diosito. Yo estoy es cagado, ¿me entiendes?, sin tus enfermedades sexuales, sicológicas… Nos quieren es joder. Se pusieron de acuerdo y ¿no nos van a querer joder? Es mucho real en juego, petróleo, influencias, poder sobre la gente, supervivencia. Nos atrevimos y mira. Los desafiamos y mira. Me deben estar persiguiendo. (TRATA DE MIRAR AFUERA) Aquí debería aparecer un consulado, una embajada, un asilo antes de que lo perjudiquen a uno. El país tiene sus dueños, nadie sabe sus nombres, nadie los conoce, hasta ayer se supo un apellido, una personalidad oscura, tras bambalinas y un coro de traidores que aplaude la maniobra.

AZAFATA: Como que le cayó mal este otro whisky. Me arrepiento de habérselo traído.

ARVELO: Qué mierda vas a saber tú, bolsa, más que bolsa, en tu país acaban de dar un golpe de estado, una vaina seria de verdad y tú estás aquí jalando bolas.

AZAFATA: Está visto. Con usted no se puede. Es un grosero y un malagradecido. No hay diálogo decente posible. (SE VA)

ARVELO: ¿Y qué parte del diálogo decente es ésa en la que me dan un coñazo por la cara, no joda? (ELLA SE HA IDO) Esto es demasiado humillante. (SE TAMBALEA Y CASI SE CAE) ¡Verga! ¡Dios! ¡Es él! ¡Es él! ¡Tengo que salir de esta isla de mierda! (BUSCA LA ENTRADA) ¿Esto es una isla, no?

REAPARECE EMIRO MISTERIOSAMENTE CALMADO.

EMIRO: Estás borracho, de vuelta y media. Ése es tu problema.

ARVELO: (DESAFIANTE) ¿Qué problema, marico?

EMIRO: Podrías hasta tener la razón, Arvelo. Pero estás ebrio.
ARVELO: ¿Ebrio, marico? Peo pal coño. (LO SIGUE POR EL ESPACIO COMO UN BOXEADOR MIDIENDO A SU CONTENDOR, PREPARANDO EL ATAQUE. EMIRO LO ELUDE PRUDENTE) Hay que cuidarse, el mal se nos viene de cualquier parte. Especialmente de los culitoapretados como tú. (TIRA GOLPES, PERO ESTÁ MUY LEJOS PARA ALCANZARLO) ¿Qué? ¿Ya me denunciaste, pajuo? ¿Ya me pusiste la piedra con tus “aliados”? ¡Los aliados! Aliados por el bien del mundo. ¿Aliados no son unos dulces gochos que tienen una línea oscura en el medio, como un culo sucio? (RÍE)

EMIRO: Paranoico, no tengo aliados.

ARVELO: Nooooo. ¿Y el culo sucio? Tienes es confianza en la autoridad de los otros. La autoridad de los catires del norte…

EMIRO: También pueden ser negros.

ARVELO: También, ahora lo son, pero tienen ese bolsillo rubio, mano. Porque respetar a estos mediocres, a estos indios, a estos pata en el suelo, es too much pa una vaina pro gringa como tú. (COMO CONSIGNA) ¡Fascista! ¡Fascista! Una pelota, una bola gigante de acomplejados. Eso es lo que son.

EMIRO: El que parece estar acomplejado y resentido eres tú.

ARVELO: ¡Ay, me está hablando el del curso de superación personal! El que estudió en Panamá y en Fort Lauderdale. La burguesía ilustrada. El progreso. Pero… (EMPIEZA A RELAJARSE) ¿Cómo llegó Albertico Limonta a militar?

EMIRO: Mejor te quedas tranquilo, chico, Arvelo. Que ahorita te ponemos a dormir; y cuando despiertes, ya estarás en Madrid, o en Suiza, huyendo…

ARVELO: Sí, guebón, o en Guantánamo con una capucha anaranjada tapándome los ojos, los huequitos de la nariz.

EMIRO: Tú si eres falte´ respeto, vale. Falte´ respeto y exagerado.

ARVELO: Te veo venir, Emiro Paez Rendón. Con tus medallas y tu uniformito verde. Por fin te reconozco la cara.

EMIRO: ¡Cuidado, vale! Siempre hay un marico que se enamora de uno.

ARVELO: Te veo demasiado tranquilo. Tu misterio tendrás. Tú con tu carrera impoluta, sin mancha, sospechoso, vas y te retiras, renuncias, cuando la revolución te necesita.

EMIRO: ¡Pero tú sabes de mis cosas! (RISUEÑO) ¿Serás de un cuerpo de inteligencia?

ARVELO: ¡No! De un cuerpo de brutalidad. Pero hay un misterio.

EMIRO: Ningún misterio. No estoy de acuerdo y basta.

ARVELO: ¿No estás de acuerdo? Me querrás joder. Renunciaste y sí supiste defraudar. Porque esa es tu misión en la vida; defraudar. Primero a tu mamá, a tu esposa… A tus hijos, seguro. A las cebollas, ¿por qué no?

EMIRO: ¿Vas a continuar la novela, chico?
ARVELO: A los cuadros del partido, a los batallones. Pero no basta. La gente como tú, tan sifrina, siempre tiene una agenda oculta.

EMIRO: ¿Porque no me gusta trabajar con pendejos? Con uno más pendejo que yo.

ARVELO: Ésas son tus razones. Tus complejos.

EMIRO: ¿No será tu falta de méritos?

ARVELO: ¿Y los tuyos? Militar al fin. Te tienen el mojón pisado. Te lleva de la nariz un tipo así -no un pendejo- un nórdico, uno como el de la avena Robin Hood. (PONE LOS BRAZOS EN JARRA Y SACA EL PECHO)

EMIRO: ¿Esa es la superioridad según tú? Mira quién habla de fascismo.

ARVELO: (ARRIESGANDO UNA HIPÓTESIS CASI VALIENTE) Y por eso me van a “tranquilizar” con un narcótico, ¿no? Me van a dormir. Me vas a entregar.

EMIRO: Pero tú si eres culilluo, vale…

ARVELO: Antes me tratabas de usted. Señor viudo, mi comandante.

EMIRO: ¿Te sorprende que te hable en tu registro, a tu nivel?

ARVELO: “A nivel de”. Se dice en tu nivel, coño, oficial, me “decepcionates”.

EMIRO: Un poco de confianza. Tú has saltado, has desbordado todas las barreras de la simpatía.

ARVELO: ¿Simpatía? ¡Un guebo! Me diste un golpe en la cara.

EMIRO: Te metiste con la difunta. ¡Qué abuso, vale!

ARVELO: (RíE) ¿Verdad? ¡Qué abuso! Pero ustedes los escuálidos si son delicados.

EMIRO: ¿Escuálidos? ¿Delicado porque me duele mi mujer? Mira lo que me encontré. (LE MUESTRA UN JERINGUILLA CARGADA DE LÍQUIDO TRANSPARENTE)

ARVELO: ¡Qué! ¿Lo vas a hacer tú mismo? (SONRÍE Y DE REPENTE PEGA UN BRINCO) ¿Viste qué eres un coño de madre?

EMIRO: ¿Te asustaste?

ARVELO: Una mierda, un traidor a tu patria.
EMIRO: (LO SIGUE LENTAMENTE POR EL ESPACIO DE LA SALA) Yo no participé de ningún golpe de estado. Tú insistes y siempre te equivocas.

ARVELO: Me vas a tener que matar, guebón.

EMIRO: Te voy a poner a las órdenes de unos simpáticos colegas gringos.

ARVELO: ¡A las órdenes! Me vas a poner como ustedes, a las órdenes de esos hijoeputas.

EMIRO: No tiene nada que ver con política. Te vamos a detener por razones puramente… profilácticas. Te enajenaste y tuvimos que controlarte.

ARVELO: Estás hablando en plural. Coño, sí hay una confabulación, una componenda.

EMIRO: Lo hago por Anna, mi difunta esposa. (DIVERTIDO) ¡Te avispaste, Arvelo!

ARVELO: Ar velo, Ar velo, de bolas que me avispé.

EMIRO: Yo creía que no iba a hacer falta, porque te caías de borracho. Como ese gobierno ique revolucionario, flojito, flojito, se caía de borracho, de triunfal. Pero son tan ingenuos que van a creer que la derecha se va a quedar inmóvil y conforme mientras le quitan, no joda, el petróleo, el país.

ARVELO: Estás clarito, vale.

EMIRO: Los que tienen un pastiche en la cabeza son ustedes. Que no saben ni qué mierdas son.

ARVELO: Yo soy un revolucionario convencido. Socialista, coño. El componente más sólido, más duro…

EMIRO: Yo te veo aguaíto. Y más aguaíto te vas a poner cuando se te aflojen las piernas con esta aplicación. (VULVE A ACOSARLO CON LA HIPODÉRMICA)

ARVELO: (MIENTRAS HUYE LE MUESTRA LOS PUÑOS DESAFIÁNDOLO A PELEAR) ¿Por qué no te vienes como un hombre? Sin esas trampas, sin ventajas.

EMIRO: Si yo he soportado todas las que me has hecho hasta ahorita y la situación por fin me da la ventaja, ¿por qué no la voy a usar?

ARVELO: Porque no es de caballeros.

EMIRO: ¿Tú me estás reclamando por el honor? ¿Eso no había quedado para cuatro inútiles con disfraz? Esas fueron tus palabras.
Se me olvidaba que estaba hablando con un borracho, “peo pal coño”. (LO ATRAPA AL FIN)

ARVELO: (SE DEFIENDE) ¡¿Qué haces?, coño, no lo hagas! (GRITA) ¡Auxilio, coño, auxilio! Me van a secuestrar, me van a hacer desaparecer. ¡Yo soy un diputado de la República!
EMIRO LE SUELTA UN CHORRITO DE AGUA A LA CARA.

ARVELO: (DESCONCERTADO) Esta vaina es agua. Lo sabía, desgraciado.

EMIRO: (SE RÍE) Cagón. Falte´respeto y cagón. Insolente, bruto como una pared, cobarde, pura bulla. Y no me consideras, por eso puedo lidiar contigo tan fácilmente. A pesar del dolor. A pesar del luto, te lo digo.

ARVELO: Claro,... Segunda vez que me jodes.

EMIRO: Cállese ya. No le da vergüenza ser tan… poca cosa.

ARVELO: No me voy a callar. No me da la gana. Yo pataleo hasta el último respiro. Es mi derecho. Soy humano, no joda.

EMIRO: Y la parte más dura de la revolución, ya lo dijo.

ARVELO: Ése es el problema con ustedes. Son tan ciegos, tan disociados que no ven una verdad evidente: que la historia dio una vuelta, que hizo como una ola en la playa y ¡suasss!, los revolcó, los exprimió y los abandonó como una alga de esas pegada a un escombro o en la arena. Sargazos creo que llamaba Colón a esa vaina. El mar de los Sargazos, ¿no? Yo, la ola; ustedes, Sargazos

EMIRO: A mí ninguna ola me ha batido contra el piso. Aquí los que se cayeron de un coco fueron ustedes, los de la “revolución”.

ARVELO: Bueno, si nos jodieron, la revolución contará para la historia.

EMIRO: Usted, compañero, está loco si cree que esto es una revolución, esto no es más que la continuación del deterioro general de las cosas que empezó hace algún tiempo.

ARVELO: ¿Deterioro? Claro, tú no ves que en varias vainas hay mejoría. (PAUSITA) Bueno… No lo niego, hay los que se están llenando, robando como locos.

EMIRO: ¿Como usted, por ejemplo? ¿Como su compadre Piña Arzolay que matraqueaba?

ARVELO: No me jodas, que mi compadre era un héroe y me lo dejaron achicharrado, enrosquetado como un tornillo.
EMIRO: Tu carácter es tu destino, como decían los griegos.

ARVELO: ¿Y eso lo complace a usted? ¿Ve el grado de inconsciencia, de odio? ¿Para dónde llevan ustedes la vaina? ¡Mi compadre se lo merecía, según ustedes! Eso es sadismo. ¿Qué quedará para mí?

EMIRO: Platón decía que los espíritus vulgares no tienen destino.

ARVELO: Se jodió ese país entonces. ¿Qué, en los cuarteles se distraían leyendo frases célebres? Pero a mí me asustan los países con destino. Nos llevan al acabose.

EMIRO: Si ese es un consuelo para el eterno bochinche, también sirve.

ARVELO: Ningún bochinche. Éste es simplemente el mundo al revés. Como Alicia en el País de las maravillas, o al otro lado del espejo. Como una isla de Gulliver. Aquí no se aplican las máximas de la antología cuartelera.

EMIRO: No. Y ahora me va a justificar el desorden porque nosotros somos los padrinos de Macondo y del realismo maravilloso.

ARVELO: ¿Dónde, si no aquí, allá en la patria, se puede dar una escena como ésta? Imagínese, hay un operativo y allanan una mercancía porque la estaban vendiendo a sobre precio. Pongamos que eran unas caraotas. Se acerca una señora muy ofendida, una clienta, indignada gritando que la dejen ser libre, que ella quiere su libertad para pagar sus caraotas más caras. El funcionario, que debería ser el malo de este cuento, le explica que el operativo es por su bien y que él se las vende baratas o se las regala; y la señora, (IMITA A LA SEÑORA) “Que esto es una dictadura, yo las pago como me da la gana” y se pone frenética y grita y patalea. Vienen las cámaras de televisión a dar constancia del abuso de autoridad y del crimen contra los derechos humanos. La señora se luce, son sus minutos de fama; abre el paquete de caraotas y se las riega en la cabeza al funcionario. “Quiero mi libertad”.

EMIRO: Eso es descontento, eso es producto del despelote que se ha fundado. Una guarandinga ingobernable ahí.

ARVELO: Eso es histeria, locura, paranoia y odio, vale.

EMIRO: De acuerdo. Bueno, revísense a ver quién está generando una población inconforme hasta con su propio beneficio.

ARVELO: Bueno, revisémonos. (ÉNFASIS EN NOS)

EMIRO: Quiero decir una revisión sin excusas, con mística, con disciplina.

ARVELO: Un revolucionario tiene disciplina, crea su propia disciplina. Y en eso soy inexpugnable.

EMIRO: Sí, ya te vi inexpugnable, con las paticas temblando de terror, como con un beri beri, como estremecido de una cueriza.

ARVELO: Habló la barbarie. Sádico. Fascista.

EMIRO: ¡Ustedes, que creen que esta vaina todavía es una hacienda ganadera!

ARVELO: No me jodas tú. Si hemos introducido al país en el siglo veintiuno. Nosotros iniciamos la época moderna, el socialismo, la vaina. Eso me lo vas a reconocer junto con todos los cambios para mejor que hemos hecho.

EMIRO: ¿Cambios para mejor? Sinceramente, veo muy pocos si no ninguno. El sistema se va para abajo, al carajo viejo.

ARVELO: Eso es que te duele porque los reales ahora cambiaron de manos. “Mira, aquel tiene una camionetota” Claro, porque antes la podías tener sólo tú y tus compadres.

EMIRO: Le estoy hablando de desintegración. Una calle llena de buhoneros, unos mierdas echando basura donde les da la gana, unos bichos robando a mansalva y una cantidad de muertos por delincuencia común que no los arroja ni una guerra civil en ninguna parte del mundo. Desintegración, destrucción.

ARVELO: Mira a nosotros nos están masajeando desde hace por lo menos treinta años, si no más, el nacionalismo, la admiración por los regímenes de fuerza. Es una campañita, vale. Radio, cine, televisión, prensa. Y los libros. Y las conferencias y las clases en la Universidad. Mucha música floklórica y cachuchazos, que la esencia del pueblo es más profunda y no esa manada de irresponsables y que tal. Que las instituciones democráticas no sirven, que los políticos son pupú de perro, que todo se lo roban, que qué pena con ese señor. Y que hace falta mano dura y darle una patada a la mesa. Y que con más severidad se logra mayor eficacia. Son décadas de contenido fascista.

EMIRO: ¿Y el reconcomio de la izquierda que también ha echado varilla y coincide?

ARVELO: Coincide pero no se ajusta. El vestido les quedó grande. Así sí se desintegra una vaina. Que después el hombre fuerte no es el que todos ellos esperaban… Les sale el tiro por la culata… y ahora se quitan la máscara.

EMIRO: ¿Ustedes son los hombres fuertes?

ARVELO: Se le puso un parao a eso.
EMIRO: ¡Ustedes iban a aniquilar el aparato completo!

ARVELO: Ahora, vamos a ver qué queda después del “retorno del Dr. Kildare”. Con la batica blanca planchadita y todo.

EMIRO: Reestablecerán la calma, espero. El negocio es que el sistema funcione

ARVELO: Usted lo ha dicho, el negocio, su negocio de ellos. La rapiña.

EMIRO: Es que nos están matando la gallina de los huevos de oro. Se la están regalando al vecino, que es bien rastrero, también.

ARVELO: “Una parte tiene que morir para que la otra termine de nacer”

EMIRO: ¡Carajo, qué bruto! ¡Y lo dice delante de mí! ¿Morir como mi esposa? Expatriada y ahora huérfana.

ARVELO: Ah, ¿tú ves? Yo no la maté. Los muertos son los únicos que no obstaculizan, que desocupan el camino para los otros. ¡Coño, para algo se murieron!

EMIRO: Eres incapaz de entender. Yo no te estoy pidiendo que me des el pésame. Pero tú tienes que estar loco, vale. Mi esposa les temía a ustedes. Están llenos de palabras y de rabia, de inquina contra los demás.

ARVELO: ¡Ahora el violento soy yo! Y tú me estabas amenazando con un objeto punzopenetrante, y me pegaste.

EMIRO: Y tú me estás jodiendo. ¡A mí se me murió mi mujer!

ARVELO: ¡¿Culpa del gobierno, también?!

EMIRO: (CASI GRITA) Yo no estoy hablando de eso. Pero no es tan difícil imaginar que yo ahorita esté lleno de… sentimientos, no sentimientos, emociones contradictorias, (SINCERAMENTE CONMOVIDO) una cosa más básica, más vergonzosa.

ARVELO: Es que soy una ladilla, lo sé. Pero tú sientes odio, ¿verdad?

EMIRO: No, odio no. primero el aturdimiento, la sorpresa, yo nunca me esperé que las cosas fueran de este modo. Todo es opaco, desencajado. Y luego ese cuerpo, el que fue de mi esposa, junto al mío con una mueca indiferente, sin propósito, sin intención alguna.

ARVELO: Yo entiendo lo de la sorpresa. Es que uno jamás pierde las esperanzas y no cree que se vayan a consumir de un momento para otro.

EMIRO: Que ni siquiera llegara a dolerme verdaderamente. Agudo, como una mordedura, como el ardor de una quemada, nada de eso. Y luego, tú que eres un caso, que no dejas respirar, que lo comprometes todo, y no da chance para meditar nada.

ARVELO: Pero dese un tiempo. Primero es el desorden de una pérdida, después llegan los recuerdos y le aseguro que ahí sí le va a doler, con seguridad. Pero pasa, mi hermano, todo pasa, usted va a ver.

EMIRO: (SONRÍE) ¡Vas a terminar consolándome. Pero yo no necesito consuelo, necesito calma, paz y organización alrededor. Algo sólido, algo que repare el desfase, lo absurdo de la situación.

ARVELO: (LE IMPONE LAS MANOS) Lo considero, amigo. (SUSPIRA) Y en estas circunstancias… (PAUSITA) Pero ahora que estamos aquí, juntitos, y que estamos amiguitos, aquí, tú me tienes que confesar que ustedes fueron los que le pusieron la bomba a mi compadre Piña.

EMIRO: ¡Coño, vale! Nosotros, ¿quiénes?

ARVELO: ¡Verga! No te hagas el loco.

EMIRO: Hay cosas que no se van a saber nunca. ¿Le duele su compadre? ¿Por qué la responsabilidad de esa muerte iba a ser justamente mía?

ARVELO: Cuando el río suena, piedras trae.

EMIRO: Usted sabe que es un chisme, ya se lo había dicho.

ARVELO: ¡Verga! ¡Qué descarado!

EMIRO: No creo que sea buen momento para hacerme esas acusaciones.

ARVELO: ¡Verga, me estás amenazando! ¿Debo temer algo? ¿En serio?

EMIRO: No estoy amenazando, vale. Antes uno ni se daba cuenta, ahora vivimos bombardeados porque lo que vale es el grado de información o desinformación que logren imponerle a la gente…

ARVELO: ¡Verga…!

EMIRO: ¡Y deje la verga! De donde nosotros venimos, usted y yo… Y como su gobierno ha puesto las condiciones, siempre podemos esperar algo peor.

ARVELO: ¡No, hombre! El país siempre ha estado al borde del desastre, según ustedes.

EMIRO: Pero en estos últimos días ha hecho grandes avances, hacia la catástrofe.

ARVELO: Claro la conciencia de las cosas malas te empieza a amargar, no te deja vivir… (SE DETIENE) ¿No me lo vas a decir, entonces? ¿Que ustedes mandaron a matar a mi compadre, al oficial Piña Arzolay? De eso sufría su esposa. ¿Ve que sí entiendo?

EMIRO: No puedo creer que usted vaya a insistir. ¡Y va a meter a mi señora en ese crimen!

ARVELO: ¡No, chico! A mí se me va a caer la cabeza de pensar en esta injusticia tan grande por la que pasa un país… Ése es el problema de la conciencia. Catástrofe de conciencia. Y, claro, la necesidad de un cambio.

EMIRO: Yo no sé nada de eso. Esto no se parece al cambio que yo esperaba. Lo que me han estado pintando desde que yo era un adolescente. Lo que yo he visto es mucha y la más fea decadencia.

ARVELO: Pero es que la decadencia no es de ahora.

EMIRO: No, claro que no. Es antigua, ha dejado marcas visibles, en nosotros en las ciudades. En la forma de vivir, de alimentarse, la forma de vestir, la música que se oye, las cosas que se piensan, las que se creen y la calidad y el trato de la gente.

ARVELO: Reconozco que es inaceptable acusar a una fallecida reciente, es muy escabroso, muy de la chusma, ¿verdad? ¿O sea que cree que el país, como nación, como ambiente para vivir, no vale la pena? (SACA SU CELULAR Y MIENTRAS EMIRO LE HABLA LE TOMA UNA FOTO)

EMIRO: ¡Coño, no es lo que quiero decir! Pero no es precisamente como para una publicidad turística. Había una esquina en una avenida principal, en la calle donde todo aquel que era alguien en el gobierno tenía una casa. Allí vivía un escritor célebre, no muy bueno, pero célebre, amigo de cuanto político pudo llegar a un curul, él mismo era fundador de facultades en la Universidad, diputado y hasta ministro de educación. Al frente había una farmacia y a su lado una librería, muy mala por cierto. En la acera de enfrente, atravesando la avenida pusieron una discoteca legendaria en la ciudad y un hotel, y a su lado una funeraria.

ARVELO: Cama, culo, comida, casa, y un cofre para que te entierren. Con eso de la publicidad me hizo recordar que yo he visto una foto suya. De usted, con mi compadre.

EMIRO: El célebre escritor ya murió. En su casa con el tiempo se instaló una escuela, luego una academia de modelaje y actuación y ahora derruida prestó su solar para dos torres de apartamentos de los más lujoso. La funeraria invadió las casas de la cuadra; la discoteca, ahora es una agencia de automóviles, la farmacia desaparece junto a la librería… La librería ahora es una venta de licores. Todos negocios que rinden un tres mil por ciento de la inversión inicial en un año. Como se hace el comercio en mi amada patria, si no, no es negocio.

ARVELO: Con el difunto Teniente Coronel Piña Arzolay, mi compadre.

EMIRO: No me interrumpa. Aún hay algo que quiero demostrar. Actualmente hay unos niños, flacos, secos, renegridos de humo de carro, de grasa, como perro de garaje, que piden plata en esa esquina. Unos niños mendigos con ojos de muertos vivientes.

ARVELO: Por supuesto ese es un viejo tema para desmoralizar al pueblo. ¿Qué vas a decir? ¿Qué el escritor, que los políticos son unos mediocres, unos inútiles?

EMIRO: No, coño, que la librería era una cagada. ¿No me entiendes? Ahí había un problema, de materialismo, de cultura.

ARVELO: (CON SORNA) Es verdad que usted se distingue por su peculiar humanismo pero, a la vez, le mete al asesino. Vi la foto.

EMIRO: Tiene una foto mía ¿y qué?

ARVELO: Que me dijo que a mi amigo, a mi compadre no lo conocía.

EMIRO: ¿Y usted qué se cree, un espía?

ARVELO: En el Congreso, (SE CORRIGE) en la Asamblea también tenemos nuestras comisiones de investigación.

EMIRO: ¿Y eso me hace culpable? Lo conocí porque se me acercó en una actitud sospechosa, equivocada. Fue una sola vez y después no lo vi nunca más. (LE QUITA EL CELULAR DE LA MANO Y SE TOMA UNA FOTO CON ÉL) Ahora tiene una foto conmigo y eso no me hace responsable de lo que le pueda pasar de ahora en adelante.

ARVELO: ¿Por qué dice que su actitud era equivocada?

EMIRO: Quería… extorsionarme. Pero mejor no le voy a decir.

ARVELO: Y por eso lo mataron. (PIENSA) ¡¿Mi compadre Piña?! Imposible. Él no era de esos.

EMIRO: Era de esos. Estaba mal dateado. Andaba persiguiendo a los conjurados en una supuesta confabulación para dar un golpe.

ARVELO: No era tan supuesta la conjura, mira la vaina, el gobierno se cayó, lo tumbaron. Y tú estás metido en esa componenda.
EMIRO: Pero, ¿cuántas veces voy a decir que yo estoy retirado? ¿Qué yo no tengo ningún ascendiente sobre tropa ninguna, no joda? ¿Para qué les iba a servir? ¿Para bombardear palacio con un guacal de cebollas?

ARVELO: Tendrás tus contactos, tus influencias.

EMIRO: Lo cierto es que no era yo. No se trataba de mí. Alguien quiso perjudicarme y me metió en ese saco. Y lo jodieron fue a él.

ARVELO: Él me dijo que andaba en algo grande. Yo me asusté. Y que iba a caer una gran camada.

EMIRO: Pero en vez de denunciar a la gran camada, prefirió que le cayera en los bolsillos, en las cuentas en las Islas Caimán. Toda una joya el par de compadres.

ARVELO: ¿Mi compadre te pidió dinero a ti?

EMIRO: Era lo que se decía… Me abordó con un misterio, como usted, más o menos.

ARVELO: ¿Y tú no decías que los rumores y que la vaina? ¡Y tú le estabas parando a un chisme!

EMIRO: Se puso a exigir dinero a cambio de su silencio, no a mí, y seguro se encontró con la persona equivocada. Lo volaron pa´l coño. Pero yo no tengo arte ni parte en ese atentado, en toda esa vaina.

ARVELO: (VIOLENTAMENTE LO TOMA DEL BRAZO Y SE LO TUERCE. LO SOMETE: RODILLA EN LA ESPALDA) ¿Y por qué yo habría de creerte, miserable, si me has estado engañando, que te creías tú que me mojoneabas desde hace rato?

EMIRO: Yo lo vi una sola vez. Yo estoy diciendo la verdad.

ARVELO: ¿Y ahora? (SE BURLA) “La calidad de la gente”. Me tenías jodido con tus finesas y luego con tus sorpresitas.

EMIRO: No hagas nada de lo que después te vayas a arrepentir.

ARVELO: (¿Cómo es que mataron a ese santo varón que era Piña Arzolay?

EMIRO: ¿Por qué un santo varón, como ése, iba a tener una maquinita electrónica para contar billetes? ¿Y una caja de máxima seguridad en un apartamentito en el culo del mundo?

ARVELO: Seguro se la sacó en una rifa, o la adquirió en un mercado de los corotos, de los corotos que dejaron los ladrones de antes cuando pegaron el carrerón. Pero no se trata de esos chistes, que se te sale lo clasista y discriminador, sino de cómo se les ocurrió matarlo. (LO PONE DE RODILLAS Y LE PISA LA NUCA CON UN PIE)

Pero, ¡mierda!

(INSISTE) ¡Dime, coño!(RESISTENCIA MUDA)) Ya me estoy comportando como ustedes. (LO SUELTA) ¿Por qué tú me ibas a decir la verdad?

EMIRO: ¿Y qué gano yo con decirte mentiras? ¿Qué podrías tú ahora hacer en mi contra? Suéltame. (ARVELO PRESIONA) No te hubiera dicho nada y era mejor. (SE ESCAPA) Si ya tenían la investigación hecha en la Asamblea, ¿por qué mi nombre no figura entre los responsables? ¿Por qué no me acusó tu brillante fiscal?

ARVELO: Un hombre de talento. A mí siempre me quedaron mis dudas.

EMIRO: ¡Pero si tenían hasta fotos para incriminarme! Le hubieran echado bolas. No podían probarme nada, porque soy inocente.

ARVELO: ¡No es verdad! Aquí no hay inocentes. No es verdad. Y no existe la famosa foto.

AZAFATA: (HACE UNA SEÑA DESDE LA ENTRADA) ¡Señor! Ya están aquí.

ARVELO: (ALARMADO) ¿Quién? ¿Quiénes están aquí?

AZAFATA: Ya vinieron a buscarlo. Los dos señores esperan.

ARVELO: ¿Por mí? (VIOLENTO, FRENÉTICO) Lo hiciste, ¿verdad? Me denunciaste, me pusiste la piedra. Desgraciado, Hijo de puta. (LO AGARRA POR LA PECHERA)

EMIRO: (PELEANDO) Oye. Tú eres el que me está trampeando, desgraciado.

AZAFATA: ¡Señor! Mire, Diputado, cálmese.

ARVELO: (FRENÉTICO) Carajo, yo prefería que me desmayaras primero. Para no sentir esta arrechera, esta nausea por ti. ¡Maldito!

EMIRO: ¿Vas a entrar en pánico? Me estabas forzando a confesar con unas pruebas inexistentes. ¡Te voy a joder!

AZAFATA: Se trata de su esposa. Del cuerpo de su esposa, vinieron a llevárselo. (SE DETIENEN) Lo lamento mucho, pero es así.

EMIRO: ¡Coño!

ARVELO: (DERROTADO) ¡Coño con las malditas bromas! (CASI LLORA)

EMIRO: ¡No! No es una broma. (A LA AZAFATA) ¿Tengo que firmar algo todavía?
AZAFATA: No, pero si quiere estar presente cuando la trasladen a una furgoneta…

EMIRO: Ya yo me despedí, gracias. Proceda, usted conoce mejor las fórmulas, espero.

AZAFATA: Como usted diga. (SALE Y VUELVE)

ARVELO: (A EMIRO) ¡Dime la verdad, coño! En cuanto pueda te voy a denunciar en un tribunal internacional.

EMIRO: ¡Pero bueno! Ya me fregaste. Una por una no es trampa. Está bien que no sepas perder, pero también hay que saber empatar.

ARVELO: (A EMIRO) Aquí tú estás calumniando la memoria de un amigo…

AZAFATA: Diputado. Ya podemos abordar de nuevo. Ah, por cierto, ¿ya lo saben, no? Si es verdad, ¿cómo iban ustedes a saberlo? Llegó una comunicación internacional. Un cable.

ARVELO: (SE INTERRUMPE) ¿De qué está hablando? Se burlan de mí.

AZAFATA: Alégrese que ha sido devuelto a su cargo, señor Diputado. El presidente volvió a Palacio. El gobierno ha sido reinstalado.

ARVELO: ¿Debo alegrarme? ¿En serio? (DUDANDO) ¿Podemos regresar al avión, entonces? Te juro que allí estaría más seguro.

EMIRO: Ya le habrán encontrado una salida al asunto.

ARVELO: (CASI CON LÁGRIMAS EN LOS OJOS, BESA EL AIRE) Esto es un milagro, señor. ¡Qué requetearrechísimo eres!

AZAFATA: Unos militares que decidieron reconocer la constitución, eso dijeron.

ARVELO: ¿Unos militares? ¡Quién más! (ENTUSIASMADO A EMIRO) Ahora volverá la normalidad. ¡Se arrepintieron, seguro! Podemos estar en paz. Podremos conversar las cosas.
EMIRO: Ya se verá. Todavía hay mucho resentimiento por ahí.

AZAFATA: Podrían, ustedes, digo, hacer las paces.

ARVELO: (ATURDIDO) ¿Pero es real lo que me está diciendo? Mire que yo estaría dispuesto… Yo podría hasta creerte, unos escoceses de por medio.

EMIRO: Prefiero que no. Así no se puede dialogar. Usted está lleno de dudas, de sombras. Me lo acaba de demostrar.

ARVELO: Y usted tampoco es que sea la fuente luminosa ambulante. (LO ABRAZA) Pero, también te tienes que alegrar. Vamos a brindar con una champañita. ¡Carajo! Que ahora no me la van a negar esos grandes carajos.

EMIRO: (SE SUELTA) No sé. Sinceramente. ¿Por qué debería regocijarme? Yo no sé.

AZAFATA: Señores, por favor. (GRAN SONRISA PROFESIONAL) La línea aérea anuncia formalmente la continuación de su vuelo seis uno seis con destino a Madrid. Pasajeros en tránsito, por favor, síganme por esta puerta. (LA SEÑALA) Es hora de abordar.

ANTES DE QUE INICIEN EL MUTIS, RÁPIDAMENTE BAJAN LAS LUCES.

OSCURO FINAL.
Caracas, marzo de 2009.