Género: Teatro del absurdo
Adaptación y Dirección: Javier Moreno
Elenco
CÁNDIDO FRANCISCO
OBANDO
BABETTE MAYTE
PARIA
ANA MARTHA
TRACK
ZIPPO CARLOS
MANUEL GONZÁLEZ
ACERRÍN LUIS
CARLOS BOFILL
CORIFEO-POLICÍA- PROFESOR-VIUDA : OMAR LUGO
ESCENOGRAFÍA VALENTINA
HERZ7 XIOMARA MORENO PRODUCCIONES
ILUMINACIÓN DAVID
BLANCO
VESTUARIO
(COLABORACIÓN DE) FRAN BEAUFRAND
DISEÑO GRÁFICO Y FOTOGRAFIA ROSSANA
VARELA
PROMOCIÓN
Y MEDIOS DAYSY ÁLAMO
PRODUCCIÓN ARTISTICA DORA LUCENA
PRODUCCIÓN EJECUTIVA LUZ DARY QUITIÁN
MUSICALIZACIÓN JAVIER
MORENO/ GONZALO IRIGOYEN
ASISTENTE DE DIRECCIÓN GERMAR CASTILLO
ADAPTACIÓN Y DIRECCIÓN JAVIER MORENO
PEQUEÑA SINOPSIS.
En una ciudad asediada por actos de terrorismo incendiario un
“ciudadano modelo“, Cándido, acoge a dos menesterosos, Zippo y Acerrín, que le piden abrigo y acto seguido empiezan
por mostrar una conducta sospechosa y hasta absurda; usan el desván de la casa
como almacén de bidones con misteriosas sustancias, arman mechas, disponen
cálculos. Todo indica que preparan un atentado. Cándido se niega a aceptar las
evidencias y prefiere, no sin sentirse agobiado o extorsionado por la culpa,
confiar en la humanidad y buenos modales de los visitantes y finalmente
mostrarse optimista. La catástrofe clásica se va a producir en el transcurso de
una intensa y escalofriante cena de “amistad y reconciliación” con
participación de un coro de bomberos y una visita fantasmal.
"Equivocándose
al
pensar que el bien
es
producto
de
un alma bondadosa"
El autor y su obra
Max
Frisch
Su obra Cándido y los incendiarios
es, a decir del autor, “una pieza didáctica sin moraleja” y sin embargo
contiene un mensaje admonitorio evidente: “la primera concesión hecha a la
maldad genera una catástrofe indetenible; no importa cuál sea la justificación
moral que hallemos para ceder ante cualquier extorsión.” Subyace en toda ella
una mirada crítica sobre la “actitud
cívica” de la burguesía europea, en especial de la “neutral y diplomática” de
Suiza, su tierra natal. Actitud que permite a “los malvados” hacer desembocar
la historia en las conflagraciones bélicas más sangrientas que conozca la
Humanidad. Los
intelectuales y críticos creadores de la teoría dramática emparentan su obra
teatral con las tendencias del teatro del absurdo. Frisch apela al uso de una ironía mordaz y se
preocupa por asuntos de identidad, honestidad, integridad moral, incluye la
dimensión humana de la política en sus personajes. Cándido…
, por ejemplo es una comedia negra que
retrata un universo de hábitos y modales sin sentido, un lenguaje deteriorado por la
inescrupulosidad con que se usa, un sistema de producción y consumo obsesivos
proponiendo el absurdo unido a los valores tradicionales. Un
elemento definitorio de la obra de Frisch fue su escepticismo con respecto a la
veracidad del lenguaje, la desconfianza subyacente en cuanto a:
“ "lo indecible, el espacio en blanco entre las
palabras, mientras que estas palabras mismas siempre las insertamos como
problemas colaterales, que como tales no son la parte central de lo que
queremos decir. Nuestra preocupación central sigue sin estar escrita, y eso
significa, literalmente, que usted escribe alrededor de ella. Usted ajusta las
configuraciones. Usted proporciona afirmaciones que nunca pueden contener
experiencia real: la experiencia en sí misma permanece fuera del alcance del
lenguaje. ... y esa realidad indecible aparece, en el mejor de los casos, como
una tensión entre las declaraciones".
1935: Premio de la Fundación Schiller por la obra Jürg
Reinhart
1938: Premio Conrad Ferdinand Meyer de Zurich.
1940: Premio de la Fundación Schilller por la obra Blätter
aus dem Brotsack.
1945: Premio Emil Welti por el drama Santa Cruz.
En 1951, gracias a la beca Rockefeller, realizó una estancia
de un año en Estados Unidos.
1954: Premio Wilhelm Raabe de Braunschweig (Baja Sajonia).
1955: Premio de la Fundación Schiller.
1958: Premio Georg Büchner y Premio Literario de Zurich.
1962: Doctor Honoris Causa por la Universidad de Marburg.
1965: Premio Jerusalén para la libertad del individuo en la
sociedad.
1973: Premio de la Fundación Schiller.
1976: Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán.
1979: Premio de honor literario del cantón de Zurich.
1986: Premio Internacional de Literatura de la Universidad
de Oklahoma.
1989:
Premio Heinrich Heine en Düsseldorf.
“Aquel que teme más al cambio que a la
desgracia, poco tiene que hacer contra la desgracia.”
Estamos
ante una pieza didáctica, a lo Brecht, mas el autor nos reta a no guiarnos
hacia una programada solución, no hay moraleja ni lección. La inteligencia parece estar en reírse de las
torpezas propias y la historia reciente nos demuestra la magnitud de nuestros gazapos históricos,
la fe de erratas de nuestra personalidad nacional. Todo teatro es político,
pero éste que proponemos a partir de una obra irónica y mordente de Max Frisch
nos interpreta y nos inscribe en una
tradición de arbitrariedades que pudieron ser contenidas a tiempo, con un poco
de voluntad y criterio, con principios no enajenables.
Durante
la representación se nos advierte de una amenaza evidente, es un motivo
constante de reflexión y una invitación a la acción. Lamentablemente el
protagonista hace caso omiso desde la comodidad de su amurallamiento moral e
hipócrita. La certeza de que se avecina una catástrofe emparenta esta obra con
la más clásica de las tragedias; el
dispositivo dramático dispone de un coro, inclusive, de bomberos, que se
aprestan a combatir el fuego mil veces anunciado y siempre a punto de estallar; Cándido se conduce con
el mayor decoro, con modales y hasta piedad, solidaridad humana, aún en la
conciencia de que sus escrúpulos de “buen burgués” no bastarán para salvarle.
“La conflagración mató a muchos, pero no a todos.”
Así
el autor obliga a los sobrevivientes para que efectúen una revisión crítica de
los hechos. Su obra, afincada en el “distanciamiento”, con escenas que son
cuadros autónomos; con rupturas de la
cuarta pared, canciones, digresiones, metateatralidad,
interrupciones alternativas y espasmódicas de la ilusión, apela a la atención
vigilante de quien presencia el drama y, no queriendo demostrar una tesis,
termina por afirmarla: Hay mucha responsabilidad en echar a rodar una cadena de
actos injustos, como bola de nieve
termina por arrollarnos.
Por
otro lado está el desconcierto de los personajes, muy cercano al nuestro de
lectores- espectadores- víctimas; el diálogo se cruza, se vuelve indirecto, se
llena de omisiones voluntarias, el discurso se teje en torno a una situación
pero nunca la toca, nunca el idioma parece operar efectivamente para resolver
ningún asunto. Estamos enmarañados en la vacía fórmula del lenguaje del
absurdo. Nos
planteamos un mundo ciertamente exagerado en sus vicios y defectos, enmascarado
en un hieratismo de payaso a lo Reinhardt,
a lo actor de cine mudo, a lo existencialmente despojado, pero apuntamos hacia
el humor, hacia la más oscura de las comedias, hasta el pudor que produce en
las pesadillas vernos desvestidos en público.