OTELO 2.014
Para el programa de mano de OTELO
No todos podemos ser amos ni todos los amos estar fielmente servidos.
Con esta frase tan “políticamente incorrecta” arranca la historia de un
intrigante que con el propósito más mezquino (el del poder) pretende excitar lo
peor que hay en la naturaleza humana y con eso llevarla a su ruina. Es la
historia de un demagogo, o un demófago
si se me permite la aventura lingüística.
En el caso de este monstruo
político que es Yago, el autor echa mano de una herramienta poderosa reservada
casi exclusivamente (hasta el momento en que Marlowe la empleara como retorcido
engranaje para ilustrar la sofisticada maldad de sus personajes) para la
especulación teologal y mística y para la poesía sentimental, la introspección. Así el malvado
nos muestra lo que pasa por su mente y sus conflictos y desazones personales.
Durante el surgimiento del
Humanismo, preciso, albores del Renacimiento, el hombre pensante se ve a sí
mismo en el centro del Universo, un poco alienado de su consuelo místico, el
Dios de la religión, acuciado por una angustia novedosa y particular. A saber,
disfrutar de las infinitas posibilidades de albedrío e ingenio que le ofrece su
mente (Un culto a la inteligencia y a la valentía calculada del burgués emprendedor) en agónica contradicción con la precariedad
de nuestro organismo y la volubilidad y
hasta vulnerabilidad que representan nuestras pasiones. Ése es el tema del gran
teatro isabelino.
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