JACQUES
COPEAU
También del libro de León Moussinac extraigo estas
afirmaciones sobre maestros de la puesta en escena moderna, siglo XX
Jacques Copeau (1879-1949), fue estudioso y observador de las experiencias de todo orden y de mayor valor que reveló el teatro en Francia, y fuera de Francia también, desde principios del siglo XX. Proclamaba en 1913: “Las servidumbres de la escena y su rudimentario
artificio actuarán sobre nosotros al modo de una disciplina que nos forzará a
concentrar toda la verdad en los sentimientos y las acciones de los personajes.
¡Que los otros realces se desvanezcan y que, para la obra nueva, se nos deje
únicamente un tablado desnudo!”. Y agregaba “Descubrir nuevamente la ley fundamental de la escena y del teatro tanto desde el punto de vista de los comediantes y de los escritores como desde el punto de vista de la puesta en escena”. Critiques d´un autre temps, 1923
“Simbolista o realista, sintético o anecdótico, el
decorado es siempre decorado: una ilustración… La ilustración no interesa
directamente a la acción dramática, que a su vez y por sí sola determina la
forma arquitectural de la escena. Nada de cemento que no sea cemento, nada de
madera que no sea madera, la más pequeña pincelada de pintura despierta
sospechas de herejía. Un decorado esquemático cuya sobria arquitectura busca sólo
abrazar la del texto dispuestas siempre a dibujar la acción: simples cortinajes,
masas de piedra o de madera trazan en el espacio planos y lugares; en fin,
luces y sombras que bastan para hacer nacer la atmósfera y transformar la evocación”.
Inspirado en estos principios, el propio Louis Jouvet (1887- 1951) dibujó los planos de la escena
del teatro Vieux-Colombier en 1925 y así declaraba: “La atmósfera teatral está
basada en el conocimiento del ámbito dramático… hay que crear ese ámbito. Se
trata de volver a encontrar sobre la escena el sentido profundo de la plástica
teatral (noción de planos, de circulación entre planos, organización del
espacio escénico) liberada de accidentes pictóricos y ópticos y de toda
literatura… Principio y doctrina de una arquitectura dramática o escénica (sic)
futura –modelada de teatro puro y del movimiento mismo del drama- que será el
ámbito puro del drama y su expresión, como la catedral de la Edad Media ha sido
un ámbito pero también una expresión, ese movimiento que se busca por todas
partes y se ha creído encontrar en el
virtuosismo y la rapidez verbal del comediante… La aridez y la frialdad del
instrumento desaparecen entonces ante la vida que aporta el ser humano, ante la
potencia dramática que alienta en su interior y nada aparece que no sea la expresión
dramática en sí misma, en un absoluto apenas relativo”.
Copeau retoma después y desde más cerca, las ideas de
Adolphe Appia, y al explicarlas, desarrolla claramente todo su pensamiento. “Se ha descubierto que un buen texto
dramático, un texto bien escrito, para ser representado sobre la escena, supone
intervalos de tiempo, movimientos y ritmos comparables a los de la música, y
como ellos generadores de espacio; (Se ha descubierto) que adjudicar a tal o cual
drama, a tal o cual escena en el drama, tal espacio, tal área de acción, tiene
sus consecuencias; pero que hay una economía escénica que corresponde a la
economía dramática, un estilo de representación engendrado por un estilo
literario; y (Se ha descubierto) que, por fin, la estructura física del teatro
puede servir para liberar y exaltar la estructura intelectual del drama, o por
el contrario, deformarla o desnaturalizarla.
La experiencia, y también el estudio, de las obras del pasado
verifica esta noción. Tomemos dos ejemplos perfectamente conocidos. Esquilo y
Shakespeare no inventaron la acción de sus obras en el vacío. El primero
trabaja para la escena griega, el segundo, para la escena isabelina, es decir,
en función de dos instrumentos que poseen una arquitectura inmutable, sus
tradiciones y sus leyes establecidas. La tragedia de Esquilo, el drama de
Shakespeare, están compuestos, por así
decir, a imagen y según el ritmo de esas arquitecturas. Están marcados por sus
tradiciones y por su ley. Como obra de arte se entregan completamente a
nosotros sólo si estamos bien
informados, o por lo menos , tanto como se puede estar, de las particularidades
técnicas que acompañaban su representación. En nuestra época y entre nosotros,
no podrían encontrar su plena expresión más que sobre una escena a la que se
restituyeran condiciones análogas a las de la escena griega o isabelina que las
vieron nacer. Digo análogas, porque
en materia de puesta en escena hay que dejar campo libre a la inteligencia y
desconfiar de toda reconstrucción servil”.
Copeau ve en la escena común (teatros alla italiana, sic.) proveniente del Renacimiento,con su cargazón y
su maquinaria, “una convención bastarda, un compromiso de realismo y de abstracción
que finge un universo relativo”. Juzga,
(en cambio, sic.) la escena isabelina como “una convención franca, total, que
se basta a sí misma, que crea un universo en sí, un universo teatral, con
estilo y técnica propios, los cuales tienen un valor rector para la invención
del dramaturgo y para la del director”.
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