UNEARTE. CÁTEDRA DRAMATURGIA ESCÉNICA
OBRA: TRAVESÍA
DE LUZ DARY QUITIÁN
CON LA LUZ ENTRA MÚSICA
TRACK 01 LOS PANCHOS INTROITO “SIN TI”, SE DEJA TERMINAR.–
-Pero Luz, si
usted no se viene, ¿qué voy a hacer yo solo en esos sitios?; pienso en la niña en la familia. Me tocará regresarme. - No Oscar, no se vaya a regresar, tal como
van las cosas, aquí no hay nada para usted.
- -¿Tú conoces Maracaibo?,
¿Entonces qué pierdes?, viaja, conoces y si no te gusta, te regresas. No creo
que yo, tu esposo te vaya a retener
contra tu voluntad. - Y eso hice.
Recuerdo 1979 como
el año en que comenzaron los grandes cambios en mi vida. Yo vivía en Cali. En
enero me casé, en junio ya era madre de una niña sana y hermosa; trabajé en la panadería de mi papá y después del
nacimiento de mi hija, en la primera tintorería ecológica de Colombia. Al año
siguiente me gradué de bachiller, y apliqué para la Universidad Del Valle en Comunicación
Social, fui seleccionada y esperaba comenzar a estudiar en febrero del año 1981.
Mi esposo,
Oscar, se había ido a Venezuela en junio
de 1980 y había mejorado muy rápidamente su situación económica. . Aprovechó que un amigo suyo de infancia volvía a Cali para casarse y me mandó el dinero para comprar
mi pasaje. A todas estas yo ni me imaginaba por cuáles medios se efectuaba ese traslado
a Venezuela; (AL TELÉFONO DE NUEVO) “Ajá, lo llaman la trocha, los caminos
verdes”. El viaje se haría en diciembre,
el mes de las reuniones familiares, del fin de año, de las celebraciones. Me negué en primer momento. Nunca antes había
pensado en emigrar y dejar a mi familia,
mi casa, mi país.
Mi partida
tenía fecha y hora, vuelo con destino a
Barranquilla. La noche anterior, MÚSICA TRACK 02 (CONTINUACIÓN DE LOS PANCHOS) “SIN
TI” SE DEJA CORRER– M´ija, deme un poco de aguapanela”, mi padre,
que era mi sol, estaba parado en el patio -“mija, usted no quiere irse y si no
quiere no lo haga, aquí nadie la está corriendo, quédese que nada le va a
faltar”. (SORPRENDIDA) -Pero yo sí quiero irme. –¿Y a qué hora sale el vuelo mañana? ¿Y qué
hora es ahorita? Y usted no ha arreglado maleta, ¿a qué hora lo va a hacer? Nadie
la está botando, no tiene que irse, está es su casa”. “No, papá, yo me voy. Ya
me pongo a empacar”. HASTA AQUÍ SE VA TRACK 02 POR FADE
DOWN Sólo entonces entendí que me iba, no era que me llevaban sino
que a voluntad tenía que ponerme en eso.
Primera vez
que iba a un aeropuerto y tomaba un avión; llevaba a mi niña de un año. – Te queremos mucho. Dios te bendiga. Mucho
fundamento. Cuídese, pues. Portate bien.
Compórtate bien. / Viajé con el amigo de
mi marido, su reciente esposa y el
hermano de él, hoy mi cuñado. El vuelo
no me pareció tan rudo como yo temía. La
rudeza me esperaba después
Llegamos a Barranquilla a eso de medio día y
tomamos un autobús camino a Maicao, me senté en la ventanilla, el calor era
insoportable. La carretera de tramos muy largos sin pavimento, mucho polvo, y brincábamos
como si fuéramos en el lomo de un caballo, en aquel autobús al que le sonaban
hasta las facturas. Llegamos tipo 5 o 6 de la tarde a Maicao; un pueblo muy feo; un calor húmedo, mucho
polvo, tierra por todos lados y unos hombres
goajiros armados hasta los dientes, cargaban metralletas cortas, escopetas,
revolver en los cintos y el pecho cruzado
una canana llena de balas, situados en puertas y aceras. Nosotros
caminábamos por las calles como tratando de alejarnos de ellos, me recordaron
las películas de vaqueros que veía con mi papá.
Llegamos a una
pensión, era una casa larga de altos techos, muchos cuartos oscuros, sin ventanas,
muy pobres; no había agua corriente, solo pipotes con un líquido muy oscuro. No
comí nada esa noche, mi niña tomaba tetero de leche y recuerdo tener dos manzanas
en el bolso y un par de galletas de soda.
-Hay que descansar. Mañana será un día duro. Hay que estar listos a las
nueve, que es cuando viene un transporte
por nosotros. A la mañana siguiente tocan a la puerta para levantarnos; hay dos
colas, una de mujeres y una de hombres… -Hay
que hacer del uno y del dos”. Luego nos pasan a un sitio donde yo asumo debe
ser la ducha, es un cuarto pequeñito, allí está una señora guajira que nos va a
bañar. Hay un pipote con agua, con yerbas, las reza y saca una totuma para
echármela y me hace restregar las matas sobre mi piel, me dice que a mi niña
también hay que bañarla con eso, me explica que es para tener un buen día y que
podamos llegar sin trabas, sin tropiezos. Primera vez, no sabía que eso
existía.
Esperamos todo
el día y nada, al siguiente llegó una
camioneta pick-up con un chofer y dos guías. Adelante íbamos la novia, mi niña
y yo, atrás los hermanos, un muchacho como de 25 años, muy alto y delgado y
otro chico muy joven, como de mi edad. También iban los dos guajiros que hacían
de guías. En la carretera vuelve el calor insoportable, el sol inclemente y el
polvo. Comenzamos a viajar por todo ese paisaje tan árido.
Cuando se les
diga “apearse y correr”, tienen que hacerlo. Cuando diga “detenerse” o “agachados”
ustedes hacen caso, eso sí, calladitos.. Mija, trata de que no llore la niña. No
deben separarse del grupo. Debemos ser obedientes, pues los que sabemos lo
mejor somos nosotros. Si alguno cree que no puede hacerlo que lo diga, porque
eso nos pone en peligro a todos.
Yo iba
tranquila. Siempre estaba a la expectativa, escuchaba callada lo que hablaban
los demás. No me preguntaba nada, solo observaba, no llegué a entender entonces
que en dos días había pasado de tener una existencia correctica de colegiala a
ser una refugiada, tratada como desplazada o prisionera en una situación
virtualmente de guerra.
Como a las dos
horas de rodar, nos hacen bajar del vehículo y nos dicen que caminemos a campo traviesa, nos guía uno de ellos, el
carro arranca y nosotros caminamos como diez minutos. En varias ocasiones nos
hicieron correr de un lado para el otro, decían “corran”, “quédense quietos”,
“arranquen rápido”, “agáchense”, “corran”, “al suelo”, siempre guiados por un
goajiro. Nos esperaba otra camioneta pick-up pero más vieja, otro chofer que
pretendía arrancar a mayor velocidad, la
camioneta era destapada y brincábamos mucho. El flaco estaba molesto
– ¿Y será que esta yaga de camioneta sí llega? Porque con tanto salto se está deshaciendo. Y ustedes cobran completo por este negocio y lo tratan a uno como un chivo. - Tan delicado el piche flaco…Mejor se calla y deja la quejadera que ya nos trae “jartos”. -Ni que vos fueras mi papá para mandarme a callar. –-Mira flaco, dale, te bajas de mi vaina y vé a ver cómo llegas. - -Usted no me puede bajar, porque yo pagué completo. --Entonces cállate ,mocho flaco . -Este transporte es una estafa y ¿yo lo tengo que aceptar en silencio? Condenados goajiros, zánganos, indios, no joda… (LE PONE LA PISTOLA EN LA CARA) – En silencio, sí. Y por aquí te quedas, hijo De puta. -No, señor, ¿cómo va a hacer eso? ¿Ustedes se quieren quedar con él es la vaina? ¡Qué! No nos vaya a abandonar en este solazo y en este desierto. Mire, llevo una niña. Flaco, por favor, sea inteligente, aquí llevamos las de perder. Cálmese, no diga ni una nada y el señor nos lleva tranquilos. ¿No es así? -
Si vuelves a abrir la boca te
dejo, los dejo a todos, y me importa una
mierda. Punto en boca.
Como a las dos
de la tarde el sol era muy fuerte, nos hicieron bajar y escondernos detrás de
unas dunas, no había sombra, estábamos agachados listos para correr, pero nunca
corrimos, permanecimos en cuclillas, esa posición tan demandante, y no pasó
nada.
El vehículo finalmente
se dañó y había que esperar que llegara otro vehículo que venía de regreso. Nos
hicieron caminar un trecho largo fuera de la carretera, todo era un polvo
arenoso hasta que llegamos a un rancho de zinc de dos por dos, un cuadrado de
lata, solo había una hamaca; en una esquina en triángulo había sal hasta el
techo. Luego a otro sitio igual, un rancho con una hamaca, un televisor grande
de esa época y un triángulo de caraotas negras, igual que la sal, hasta el
techo. Un guajiro echado viendo la tele
nunca se enteró que estábamos allí, nunca nos miró. Pedimos agua, no nos
dieron. Me enteré de que ya estábamos en Venezuela. MÚSICA TRACK 03 LOS
DIABLITOS “LOS CAMINOS DE LA VIDA” MUY CORTO SE IDENTIFICA LA MELODÍA Y LUEGO
FADE DOWN
La niña comenzó
a pedir tetero, tenía hambre. En todo este trayecto mi niña estaba portándose
muy bien, un rato cargada dormida por el
calor. Me di cuenta de que se me había terminado el agua de un termito, única
reserva que había hecho para prepararle su alimento y no tenía nada más de
comer, comenzó a llorar, apretados en el carro, todos angustiados, sudados, con
hambre, el chofer odioso, me dijo que la niña no podía llorar, -Tiene hambre y
no hay agua –Pero no puede llorar cuando salga del carro”
Y nos paramos
mucho más adelante, eran como las cuatro de la tarde, volvimos a lo mismo,
“corran, corran, al suelo, corran, corran”, ya la niña lloraba más. En eso
conseguimos unos charcos de esos que deja la lluvia, parece que en algún
momento había llovido; no se notaba si no era por esos pozos.
-
¿Será que puedo tomar agua de allí para el tetero?”,
la novia me dice, “El agua está sucia,
eso le puede hacer daño”, -Sí, pero no se va a callar, tiene hambre y sed. Voy
a ver. Me acerco y el pozo No es
profundo, es un charco, pero tiene una lama verde en la superficie, una capa de moho que
lo tapa todo. Paso la mano muy suave y veo el agua, tenía
muchas larvas, saltones, y estaba muy
turbia. -- - Eso la puede enfermar.
-
- Si no come, va a seguir llorando. Ella es muy
buena con su estómago, todas en casa lo somos”
Bendije el agua, le pedí a Dios
que la purificara para que no le hiciera daño a la niña. Llené el tetero muy despacio
para evitar las larvas, lo preparé y se lo di, ella se lo tomó todo; durmió por fin hasta que llegamos al río
Limón.
Éste estaba crecido por las
lluvias, ya eran como las seis de la tarde, no sé nadar y eso me dio miedo, era
muy profundo. El guía nos dijo que la mujeres pasábamos cargadas en la nuca de
los hombres, el novio llevó a la novia, mi futuro cuñado llevó a la niña, el
flaco alto me llevó a mí y el chico pasó las bolsas. El goajiro les dio una
varas largas y fuertes para apoyarse, íbamos unos detrás de otro muy despacio,
el agua llegaba a la quijada de los porteadores, ellos se cimbreaban por el
peso de una y por el empuje del agua: tenían que pararse para hacer equilibrio.
El más chico se cayó, el guajiro lo ayudo a parar, las bolsas se mojaron y ahí experimento
el miedo terrible, me desesperaba pendiente de la niña en brazos de alguien
casi desconocido y el cruce tan peligroso y tan lento se me hacía eterno.
Llegamos a
Perijá como a las diez de la noche a una casa de verdad. Había una señora, dos
niños y un señor, era una familia. Nos dijeron que si teníamos hambre podíamos
comprar en un abasto cerca de su casa, el novio le dio plata y nos trajeron dos
paquetes de pan El baruteño, 3 diablitos, queso de untar y un refresco de
colita. Todas cosas nuevas para probar. Cenamos. Desde entonces odio el
diablito. Teníamos mucha hambre. Debíamos esperar hasta las 12 de la noche por
seguridad, salimos con el señor de la casa en su carro rumbo a Maracaibo.
Llegamos a
casa, cerca de Las Delicias, una quinta relativamente bonita. En el patio el
dueño había construido unos cuartos con techos de zinc, muy feos por cierto. Una cama matrimonial, una cocina
de dos hornillas, una nevera de oficina y un televisor pequeño. Un solo
ambiente. Eran seis cuartos de los cuales cinco están alquilados por
colombianos, mi vecina de cuarto era una muchacha de 22 años que vivía con un
guardia nacional casado; él le traía mercancía de Maicao para que ella vendiera.
Allí viví 8 meses.
La noche de
navidad cenamos arroz chino en la fábrica del jefe de mi esposo, un grupo de
extranjeros allí reunidos por solidaridad de su patrón. Algo simbólico. Paradójicamente
esa noche escuche mi primer vallenato, y también mi primera gaita, y probé mi primer plato de
arroz chino. La noche del veinticuatro. MÚSICA TRACK 04 LOS DIABLITOS “LOS CAMINOS DE LA VIDA“ BAJITO PARA QUE
LAACTRIZ HABLE POR ENCIMA DE LA MÚSICA.
SE QUEDA HASTA EL FINAL. No
extrañaba nada, era parte de una nueva realidad y me apetecía pertenecer y
hacerme un modo de vida distinto. Trabaje cocinándole y lavando la ropa de los
otros colombianos de la casa. Cosa que no hacía donde mi papá. Quería dinero e
independencia, siempre los produje.
Yo digo que
debemos estar seguros de lo que deseamos hacer. Debemos ir de menos a más. De bueno a mejor. Todos llevamos una o dos
maletas con su contenido dobladito y en orden o amuñuñado, según la
personalidad. Es cuestión de aceptación, decidí no ser un fantasma deambulando
por el país de los recuerdos. SIGUE
MÚSICA DE TRACK 04 HASTA EL APAGÓN FINAL.
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