jueves, 14 de agosto de 2014

OTELO 2014

OTELO 2.014

Para el programa de mano de OTELO



No todos podemos ser amos ni todos los amos estar fielmente servidos. Con esta frase tan “políticamente incorrecta” arranca la historia de un intrigante que con el propósito más mezquino (el del poder) pretende excitar lo peor que hay en la naturaleza humana y con eso llevarla a su ruina. Es la historia de un demagogo,  o un demófago si se me permite la aventura lingüística.

En el caso de este monstruo político que es Yago, el autor echa mano de una herramienta poderosa reservada casi exclusivamente (hasta el momento en que Marlowe la empleara como retorcido engranaje para ilustrar la sofisticada maldad de sus personajes) para la especulación teologal y mística y para la poesía  sentimental, la introspección. Así el malvado nos muestra lo que pasa por su mente y sus conflictos y desazones personales.



Durante el surgimiento del Humanismo, preciso, albores del Renacimiento, el hombre pensante se ve a sí mismo en el centro del Universo, un poco alienado de su consuelo místico, el Dios de la religión, acuciado por una angustia novedosa y particular. A saber, disfrutar de las infinitas posibilidades de albedrío e ingenio que le ofrece su mente (Un culto a la inteligencia y a la valentía  calculada del burgués emprendedor) en agónica contradicción con la precariedad de nuestro organismo y la volubilidad  y hasta vulnerabilidad que representan nuestras pasiones. Ése es el tema del gran teatro isabelino. 


Use usted el mecanismo lealmente conservado de una narración tradicional donde un moro por celos mató a su esposa e introdúzcalo en nuestra realidad del siglo XXI y voi lá,  Shakespeare sigue contando nuestras glorias y miserias, nos sigue hablando de nosotros mismos. Y en eso, al decir del admirable Heiner Müller, reside nuestra tragedia.