martes, 24 de noviembre de 2009

FESTIVAL DE TEATRO DE GÉNERO, SAN CRISTOBAL, ESTADO TÁCHIRA

San Cristobal tiene un defecto y una virtud. Entre muchos su principal problema es estar tan cerca de Colombia. Y entre muchas su principal virtud es estar tan cerca de Colombia. Allí se celebró, en ese ambiente fronterizo, el Primer Festival de Teatro de Género, una iniciativa del muy amable compañero Hugo Arenas y que contó con la participación de grupos regionales, un invitado de Ecuador, el amigo entrañable del Festival de Maestros y Escuelas de Teatro de la Universidad Central de Ecuador, en Quito, Jorge Mateus; y por supuesto la presentación de La Golpista.
La actriz que fue por ocho años residente de esa ciudad estaba muy sensibilizada con esa función, que por otra parte resulto excelente y la acogida del público muy calurosa.
La gastronomía, la moda, el entretenimiento, la opinión política, me resultó, y no debí sorprenderme pero lo hice, absolutamente fronteriza. Más que medio colombiana, con los espantos del racionamiento de la energía eléctrica y de la gasolina y el otro caos de venezolanos sumergidos en el negocio del cambio de dólares allende las fronteras para favorecer el mercado paralelo y la ganancia írrita.
La belleza física del paisaje tachirense siempre me magnetiza, las montañas y praderas, las vaquitas, las nubes, el clima de verdad, La ciudad en un enorme aluvión que se muestra al recién llegado como ofreciéndose, la casa de la cultura,es decir, Sociedad de Lectura del Estado Táchira, con su monumental edificio y hermosísima sala de teatro, nada menos que frente a la Plaza Bolívar, la casa museo en otra esquina de la Plaza, sede anterior de una compañía alemana exportadora del café desde el siglo XIX, sus magníficas iglesias; la del Ángel, la de San José, apabullante, la de la Ermita con su cercano cementerio y un modernísimo local nocturno en frente, "Blue Room", cosas que no hubiera conocido de no ser por este montaje tan agradecido.

Fuimos a Margarita y a San Cristobal con La Golpista

Estuvimos de gira en Acarigua, luego en Margarita y más recientemente en San Cristobal.

En Porlamar nos presentamos en el local de la Asociación de Escritores del Estado Nueva Esparta, en el paseo Guaraguao, usted abría la puerta y ahí estaba un muelle de pescadores y gente repartiéndose la pesca y carenando y martillando botes. !Y un calorón!
Nos presentamos allí gracias a las gestiones de la excelente amiga Jazmín Castro y a su Asociación La Casa del Teatro. Me reencontré con el amigo Rodolfo Hurtado, actor y director a quien no veía desde los tempranos ochente, antes de su estadía en Suecia.
Un público de sesudos escritores y amigos, teatro de cámara.

Y la isla de Margarita siempre tan complaciente... Estuvimos en Guacuco, en Conejeros, en el Poblado, en Playa Parguito,...

jueves, 5 de noviembre de 2009

LA GOLPISTA EN EL TEATRO NACIONAL


Ahora estamos presentando La Golpista, en el Teatro Nacional. La verdad, una empresa muy comprometida y dura. Ese escenario tiene ya más de cien años, fue encargado por Cipriano Castro a comienzo del siglo XX y está en plena restauración. Su dimensión, el concepto de lo que debe ser un espectáculo que reposa bajo sus plafones decorados, su lámpara de lágrimas, sus cabezotas trágica y cómica, es apabullante. Nunca imaginé que yo sería responsable, en parte, de un montaje de un !!!!monólogo!!!! tan despojado de artificio en un local que venero desde que lo visité por vez primera. Una vez hicimos una función o dos de una obra teatral para niños, allí, se trataba de Cuatro Farsas Maravillosas y Una Verdadera de Alfonso Zurro y Xiomara Moreno. Y recuerdo que su escenario está sensiblemente inclinado hacia el foso de la orquesta y que la escenografía, unos módulos con ruedas, se negaba a permanecer en su sitio, de manera que los actores compartían sus energías entre interpretar la multitud de sus personajes y correr tras los bastidores que huían desesperadamente hacia la boca del proscenio. Toda una experiencia.

Recuerdo obras rutilantes como La Tempestad de Shakespeare y Fuenteovejuna de Lope de Vega ambas producciones de la Compañía Nacional de Teatro dirigidas por Carlitos Giménez y una Lo que dejó la Tempestad de César Rengifo dirigida por Cabrujas para la Compañía, también; montajes afectados de enormidad en sentidos buenos y malos y que difícilmente volveremos a ver en las actuales condiciones del medio teatral venezolano. ¡Ah! y un montaje de Márquez Páez, ya ni me acuerdo, La Muerte de un Viajante de Arthur Miller con Marcelo Romo, Henry Zakka; Fernando Gómez, y una pléyade de actores de primera, estaba Carlos Márquez, ¿Berta Moncayo?, ¿me acuerdo?, una escenografía bellísima, y una iluminación extraordinaria.


Recuerdo a Lindsay Kemp, a dos compañías mexicanas, una que traía Los Enemigos, con Fernando Palomo y otra con un espectáculo caótico, pánico sobre unos castrati cuyo título huye de mi mente, y una obra de Costa Rica sobre los descendientes de Carlos V.


Recuerdo a Pina Bausch, a Peter Brook, a Norma Leandro en La señorita de Tacna, ...


Y ahí nos estamos presentando en estos días con La Golpista, en suelo sagrado y consagrado. Sudándolo, trabajándolo. Proyectándonos sobre ese espacio que es perfecto contenedor, aún en las actuales circunstancias. Sobrio, macizo, inspirador.


Quiero agradecer a la fortuna el haber trabajado por primera vez con el maestro David Blanco en la iluminación, a pesar de que nos conocemos de añales y a todos los trabajadores que cubren los requerimientos con pura generosidad, especialmente al director encargado y hombre purísimo de teatro, Luís Méndez.