martes, 3 de septiembre de 2019

Cándido y los incendiarios de Max Frisch

Género: Teatro del absurdo
Adaptación y Dirección: Javier Moreno
Producción:@soyfranobando/Luz Dary Quitián/ "mirabile dictu"




Elenco
CÁNDIDO                                                              FRANCISCO OBANDO
BABETTE                                                               MAYTE PARIA
ANA                                                                       MARTHA TRACK
ZIPPO                                                                    CARLOS MANUEL GONZÁLEZ
ACERRÍN                                                               LUIS CARLOS BOFILL
CORIFEO-POLICÍA- PROFESOR-VIUDA :           OMAR LUGO


ESCENOGRAFÍA                       VALENTINA HERZ7 XIOMARA MORENO PRODUCCIONES
ILUMINACIÓN                                                      DAVID BLANCO
VESTUARIO  (COLABORACIÓN DE)                   FRAN BEAUFRAND
DISEÑO GRÁFICO   Y  FOTOGRAFIA                  ROSSANA VARELA             
PROMOCIÓN  Y  MEDIOS                                   DAYSY ÁLAMO
PRODUCCIÓN ARTISTICA                                   DORA LUCENA
PRODUCCIÓN EJECUTIVA                                  LUZ DARY QUITIÁN
MUSICALIZACIÓN                                        JAVIER MORENO/ GONZALO IRIGOYEN
ASISTENTE DE DIRECCIÓN                                 GERMAR CASTILLO

ADAPTACIÓN Y DIRECCIÓN                                JAVIER MORENO


PEQUEÑA SINOPSIS.
En una ciudad asediada por actos de terrorismo incendiario un “ciudadano modelo“, Cándido, acoge a dos menesterosos, Zippo y Acerrín,  que le piden abrigo y acto seguido empiezan por mostrar una conducta sospechosa y hasta absurda; usan el desván de la casa como almacén de bidones con misteriosas sustancias, arman mechas, disponen cálculos. Todo indica que preparan un atentado. Cándido se niega a aceptar las evidencias y prefiere, no sin sentirse agobiado o extorsionado por la culpa, confiar en la humanidad y buenos modales de los visitantes y finalmente mostrarse optimista. La catástrofe clásica se va a producir en el transcurso de una intensa y escalofriante cena de “amistad y reconciliación” con participación de un coro de bomberos y una visita fantasmal.
"Equivocándose

al pensar que el bien
es producto
de un alma bondadosa"








El autor y  su obra

Max Frisch 


MAX RUDOLPH FRISCH, ( Zurich, 1911 – 1991) arquitecto, dramaturgo y novelista suizo considerado junto a Friedrich Dürrenmatt y Gunther Grass entre los mejores escritores en lengua alemana desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta las postrimerías del siglo XX. Sus dramas, aunque influenciados por los hallazgos técnicos de Bertolt Brecht, se distinguen de la obra de éste último por su descreimiento ideológico, resultado de lo cual, su seguimiento de lo Brechtiano es formal y no de significados y contenidos.                                                                                                                         
Su obra Cándido y los incendiarios es, a decir del autor, “una pieza didáctica sin moraleja” y sin embargo contiene un mensaje admonitorio evidente: “la primera concesión hecha a la maldad genera una catástrofe indetenible; no importa cuál sea la justificación moral que hallemos para ceder ante cualquier extorsión.” Subyace en toda ella una mirada crítica  sobre la “actitud cívica” de la burguesía europea, en especial de la “neutral y diplomática” de Suiza, su tierra natal. Actitud que permite a “los malvados” hacer desembocar la historia en las conflagraciones bélicas más sangrientas que conozca la Humanidad.                                                                                                                                       Los intelectuales y críticos  creadores  de la teoría dramática emparentan su obra teatral con las tendencias del teatro del absurdo.  Frisch apela al uso de una ironía mordaz y se preocupa por asuntos de identidad, honestidad, integridad moral, incluye la dimensión humana de la política en sus personajes.     Cándido… , por ejemplo es una comedia negra  que retrata un universo de hábitos y modales sin sentido,  un lenguaje deteriorado por la inescrupulosidad con que se usa, un sistema de producción y consumo obsesivos proponiendo el absurdo unido a los valores tradicionales.                                                                                                                                                                             Un elemento definitorio de la obra de Frisch  fue su escepticismo con respecto a la veracidad del lenguaje, la desconfianza subyacente en cuanto a:                                                                                 “ "lo indecible, el espacio en blanco entre las palabras, mientras que estas palabras mismas siempre las insertamos como problemas colaterales, que como tales no son la parte central de lo que queremos decir. Nuestra preocupación central sigue sin estar escrita, y eso significa, literalmente, que usted escribe alrededor de ella. Usted ajusta las configuraciones. Usted proporciona afirmaciones que nunca pueden contener experiencia real: la experiencia en sí misma permanece fuera del alcance del lenguaje. ... y esa realidad indecible aparece, en el mejor de los casos, como una tensión entre las declaraciones".

1935: Premio de la Fundación Schiller por la obra Jürg Reinhart
1938: Premio Conrad Ferdinand Meyer de Zurich.
1940: Premio de la Fundación Schilller por la obra Blätter aus dem Brotsack.
1945: Premio Emil Welti por el drama Santa Cruz.
En 1951, gracias a la beca Rockefeller, realizó una estancia de un año en Estados Unidos.
1954: Premio Wilhelm Raabe de Braunschweig (Baja Sajonia).
1955: Premio de la Fundación Schiller.
1958: Premio Georg Büchner y Premio Literario de Zurich.
1962: Doctor Honoris Causa por la Universidad de Marburg.
1965: Premio Jerusalén para la libertad del individuo en la sociedad.
1973: Premio de la Fundación Schiller.
1976: Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán.
1979: Premio de honor literario del cantón de Zurich.
1986: Premio Internacional de Literatura de la Universidad de Oklahoma.
1989: Premio Heinrich Heine en Düsseldorf.


DE LA PUESTA

“Aquel que teme más al cambio que a la desgracia, poco tiene que hacer contra la desgracia.”
Estamos ante una pieza didáctica, a lo Brecht, mas el autor nos reta a no guiarnos hacia una programada solución, no hay moraleja ni lección.  La inteligencia parece estar en reírse de las torpezas propias y la historia reciente nos demuestra  la magnitud de nuestros gazapos históricos, la fe de erratas de nuestra personalidad nacional. Todo teatro es político, pero éste que proponemos a partir de una obra irónica y mordente  de Max Frisch nos interpreta y nos inscribe en  una tradición de arbitrariedades que pudieron ser contenidas a tiempo, con un poco de voluntad y criterio, con principios no enajenables.
Durante la representación se nos advierte de una amenaza evidente, es un motivo constante de reflexión y una invitación a la acción. Lamentablemente el protagonista hace caso omiso desde la comodidad de su amurallamiento moral e hipócrita. La certeza de que se avecina una catástrofe emparenta esta obra con la más clásica de las tragedias;  el dispositivo dramático dispone de un coro, inclusive, de bomberos, que se aprestan a combatir el fuego mil veces anunciado y siempre  a punto de estallar; Cándido se conduce con el mayor decoro, con modales y hasta piedad, solidaridad humana, aún en la conciencia de que sus escrúpulos de “buen burgués” no bastarán para salvarle. “La conflagración mató a muchos, pero no a todos.”
Así el autor obliga a los sobrevivientes para que efectúen una revisión crítica de los hechos. Su obra, afincada en el “distanciamiento”, con escenas que son cuadros autónomos; con  rupturas de la cuarta pared, canciones, digresiones, metateatralidad, interrupciones alternativas y espasmódicas de la ilusión, apela a la atención vigilante de quien presencia el drama y, no queriendo demostrar una tesis, termina por afirmarla: Hay mucha responsabilidad en echar a rodar una cadena de actos  injustos, como bola de nieve termina por arrollarnos.
Por otro lado está el desconcierto de los personajes, muy cercano al nuestro de lectores- espectadores- víctimas; el diálogo se cruza, se vuelve indirecto, se llena de  omisiones voluntarias,  el discurso se teje en torno a una situación pero nunca la toca, nunca el idioma parece operar efectivamente para resolver ningún asunto. Estamos enmarañados en la vacía fórmula del lenguaje del absurdo.   Nos planteamos un mundo ciertamente exagerado en sus vicios y defectos, enmascarado en un hieratismo de payaso a lo Reinhardt, a lo actor de cine mudo, a lo existencialmente despojado, pero apuntamos hacia el humor, hacia la más oscura de las comedias, hasta el pudor que produce en las pesadillas vernos desvestidos en público.