jueves, 11 de enero de 2018

Gordon Craig

Edward Gordon Craig  (1872 – 1966) 

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Junto a Adolphe Appia, es el hombre cuyas ideas han tenido mayor  importancia y repercusión en la historia del teatro del siglo XX. Oponiéndose a aquella modalidad llamada “realismo escénico”,  Craig proponía volver a una especie de teatralidad pura, aquella que puede develar silenciosamente el pensamiento a través del gesto, de series de visiones, de imágenes en cierta forma indefinidas, liberándose del yugo de la literatura, de la música y de la pintura, para servir únicamente “al arte del teatro”.

En su ensayo “Del arte del teatro” fechado en Berlín, Alemania, en 1904, establece que el teatro no es un “ juego” de los actores, ni la obra, ni la puesta en escena  ni  la danza, sino que “está integrado por los elementos siguientes: el gesto que es el alma de la acción; las palabras, que son el cuerpo de la obra; líneas y colores, que son la esencia misma del decorado; el ritmo que es la esencia de la danza…”

“Nada de realismo, pero sí estilo”. Para Craig, el valor de una obra teatral reside en la exactitud de las proporciones o en la relación de ciertas dimensiones que él determina de antemano entre los hombres y el marco en que evolucionan. Dicha relación se mantiene imperturbable ante las variaciones ejercidas por los cambios de iluminación o el movimiento de los histriones (sic.) El arte del teatro (NRF, 1921)


Craig, apasionado del movimiento, piensa en un espacio escénico en movimiento mediante el uso de grandes planchas(screens) que cambian y combinan sus posiciones y reflejan de modos bien distintos la luz de los proyectores (reflectores, sic.) Craig es ante todo un ”creador de ambientes”, un evocador; los objetos se desmaterializan para convertirse en sucedáneos de una idea: en símbolos. En este espacio en movimiento, el actor es un elemento plástico más, con capacidad de movimiento propio, pero limitado al gran movimiento que el “ordenador” dispone al conjunto de elementos del espectáculo. De ahí el actor concebido como supermarioneta” Juan Antonio Hormigón, Investigaciones sobre el espacio escénico, 1970

Estima que, tanto en la forma como en el fondo,  llegará el día en que el teatro ya no representará obras como las que concebimos hoy, sino que creará obras que le pertenecerán más íntimamente, porque todos los elementos de ellas serán inseparables y concebidos por un mismo espíritu: el director, a la vez autor, actor, pintor, de decorados y creador de los trajes. 


"A partir de allí rechaza la escena pictórica para conservar en su lugar la escena arquitectónica y crear o construir desde este principio  una unidad estilística depurada, en la que los elementos del espectáculo se imbriquen unos con otros hasta formar una totalidad que influya en bloque sobre el espectador, que produzca el impacto de su totalidad. ... Esta unidad estilística de la totalidad simbólica, de base idealista, podríamos oponerla a la unidad estilística de la singularidad discontinua, de base materialista". Juan Antonio Hormigón, Investigaciones sobre el espacio escénico, 1970

Al estudiar en 1912 cómo realizar la  representación de Macbeth, escribe:
 “Conocemos bien la obra. ¿En qué lugar se desarrolla la acción? ¿Cómo se presenta a nuestra imaginación, en primer lugar, y después ante nuestros ojos? Veo dos cosas: Una alta roca escarpada y una nube húmeda que difumina la cima. Aquí, la morada de hombres hoscos y guerreros; allá, la morada que visitan los espíritus. Finalmente, la nube destruirá la roca, los espíritus triunfarán sobre los hombres. Todo esto es bello y bueno, dirán ustedes inmediatamente, pero ¿cómo darlo, realizarlo en escena? Levanten una alta roca; imaginen una bruma que oculta la cima… ¿Qué forma tendrá esa roca y qué color? ¿Qué líneas darán la impresión de altura, de roca escarpada? Vaya uno a saber; pero no hacen más que lanzar una mirada y descubren pronto las líneas generales y su dirección, poco importa el contorno detallado de la roca. No teman prolongar esas líneas hacia arriba, nunca serán suficientemente altas… Recuerden que todo esto no es más que un problema de proporciones, que nada tiene que ver con la fiel representación de la realidad (sic.) Pero lo colores, se dicen ustedes, ¿cuáles son los colores que Shakespeare ha indicado? No consulten la naturaleza sino, en primer lugar, la obra misma. En ella encontrarán dos colores: el de la roca y el de los hombres, el de la nube y el de los espíritus. Créanme, mientras trabajen en el decorado y los trajes, no busquen otros colores que esos dos, pero recuerden que cada uno de ellos comprende muchos matices. Si vacilan, si dudan de ustedes mismos o de lo que les digo, el decorado, una vez terminado, no materializará ante sus ojos la visión interior que se habían forjado de acuerdo con las indicaciones de Shakespeare”.  Es un ejemplo de cómo G. Craig aplica y explica sus principios y sus métodos. 
Fuente: Tratado de puesta en escena. León Mussinac. Ediciones Leviatán. 1953


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“El decorado se simplifica de tal modo, que son, sobre todo, las variaciones de luz, quebrándose sobre volúmenes diferentes, las que constituyen su elocuencia.  En suma, parece que quiere llegar con sus simplificaciones planas a una fluctuación musical del decorado, a meterlo en el tiempo para unirlo al drama. Hasta el presente los decorados hechos por pintores o sus sucedáneos, eran andrajos inmóviles que colgaban en torno a una acción en movimiento. Desea que su decorado, moviéndose como una nota, proyecte los momentos del drama, como la música sigue y exalta todos los movimientos, que progrese como el drama. Es lo que he creído comprender en lo que me ha enseñado”  Un colaborador de la Arena Goldoni.                                                                              
Según Jacques Rouche. Citado por Rose-Marie Moudoues. 1958.
  

















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