martes, 9 de enero de 2018

Jacques Copeau, una arquitectura de la acción.




JACQUES COPEAU

También del libro de León Moussinac extraigo estas afirmaciones sobre maestros de la puesta en escena moderna, siglo XX
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Jacques Copeau (1879-1949), fue estudioso y observador de las experiencias de todo orden y de mayor valor que reveló el teatro en Francia, y fuera de Francia también,  desde principios del siglo XX. Proclamaba en 1913: “Las servidumbres de la escena y su rudimentario artificio actuarán sobre nosotros al modo de una disciplina que nos forzará a concentrar toda la verdad en los sentimientos y las acciones de los personajes. ¡Que los otros realces se desvanezcan y que, para la obra nueva, se nos deje únicamente un tablado desnudo!”. Y agregaba “Descubrir nuevamente la ley fundamental de la escena y del teatro tanto desde el punto de vista de los comediantes y de los escritores como desde el punto de vista de la puesta en escena”. Critiques d´un autre temps, 1923

“Simbolista o realista, sintético o anecdótico, el decorado es siempre decorado: una ilustración… La ilustración no interesa directamente a la acción dramática, que a su vez y por sí sola determina la forma arquitectural de la escena. Nada de cemento que no sea cemento, nada de madera que no sea madera, la más pequeña pincelada de pintura despierta sospechas de herejía. Un decorado esquemático cuya sobria arquitectura busca sólo abrazar la del texto dispuestas siempre a dibujar la acción: simples cortinajes, masas de piedra o de madera trazan en el espacio planos y lugares; en fin, luces y sombras que bastan para hacer nacer la atmósfera y transformar la evocación”.

Inspirado en estos principios, el propio Louis Jouvet  (1887- 1951) dibujó los planos de la escena del teatro Vieux-Colombier en 1925 y así declaraba: “La atmósfera teatral está basada en el conocimiento del ámbito dramático… hay que crear ese ámbito. Se trata de volver a encontrar sobre la escena el sentido profundo de la plástica teatral (noción de planos, de circulación entre planos, organización del espacio escénico) liberada de accidentes pictóricos y ópticos y de toda literatura… Principio y doctrina de una arquitectura dramática o escénica (sic) futura –modelada de teatro puro y del movimiento mismo del drama- que será el ámbito puro del drama y su expresión, como la catedral de la Edad Media ha sido un ámbito pero también una expresión, ese movimiento que se busca por todas partes y se ha creído encontrar  en el virtuosismo y la rapidez verbal del comediante… La aridez y la frialdad del instrumento desaparecen entonces ante la vida que aporta el ser humano, ante la potencia dramática que alienta en su interior  y nada aparece que no sea la expresión dramática en sí misma, en un absoluto apenas relativo”.

Copeau retoma después y desde más cerca, las ideas de Adolphe Appia, y al explicarlas, desarrolla claramente todo su pensamiento. “Se ha descubierto que un buen texto dramático, un texto bien escrito, para ser representado sobre la escena, supone intervalos de tiempo, movimientos y ritmos comparables a los de la música, y como ellos generadores de espacio; (Se ha descubierto) que adjudicar a tal o cual drama, a tal o cual escena en el drama, tal espacio, tal área de acción, tiene sus consecuencias; pero que hay una economía escénica que corresponde a la economía dramática, un estilo de representación engendrado por un estilo literario; y (Se ha descubierto) que, por fin, la estructura física del teatro puede servir para liberar y exaltar la estructura intelectual del drama, o por el contrario, deformarla o desnaturalizarla.

La experiencia, y también el estudio, de las obras del pasado verifica esta noción. Tomemos dos ejemplos perfectamente conocidos. Esquilo y Shakespeare no inventaron la acción de sus obras en el vacío. El primero trabaja para la escena griega, el segundo, para la escena isabelina, es decir, en función de dos instrumentos que poseen una arquitectura inmutable, sus tradiciones y sus leyes establecidas. La tragedia de Esquilo, el drama de Shakespeare, están compuestos,  por así decir, a imagen y según el ritmo de esas arquitecturas. Están marcados por sus tradiciones y por su ley. Como obra de arte se entregan completamente a nosotros  sólo si estamos bien informados, o por lo menos , tanto como se puede estar, de las particularidades técnicas que acompañaban su representación. En nuestra época y entre nosotros, no podrían encontrar su plena expresión más que sobre una escena a la que se restituyeran condiciones análogas a las de la escena griega o isabelina que las vieron nacer. Digo análogas, porque en materia de puesta en escena hay que dejar campo libre a la inteligencia y desconfiar de toda reconstrucción servil”.


Copeau ve en la escena común (teatros alla italiana, sic.)  proveniente del Renacimiento,con su cargazón y su maquinaria, “una convención bastarda, un compromiso de realismo y de abstracción que finge un universo relativo”.  Juzga, (en cambio, sic.) la escena isabelina como “una convención franca, total, que se basta a sí misma, que crea un universo en sí, un universo teatral, con estilo y técnica propios, los cuales tienen un valor rector para la invención del dramaturgo y para la del director”.

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