“Cuando se habla de
comprensión artística hay que subrayar la palabra comprensión, vinculada a la
idea-obra, no a una obra sino a la idea de la obra en sí, del todo armónico,
objetivo, descansando sobre su propia base según su propia ley. La comprensión da
a la obra su carácter propio, su unidad orgánica. Con su ayuda se reparan
grietas y agujeros, se crea ese “curso natural” que en un principio no existía
y que, por tanto no es natural, sino producto del arte. En resumen, solo a
posteriori y por medios indirectos se consigue dar la impresión de lo directo y
de lo orgánico. En una obra hay mucho de aparente. Puede incluso irse más lejos
y decir que la obra, como tal, es solo apariencia. Tiene la ambición de hacer
creer que no ha sido hecha, sino que ha nacido y surgido como Palas Atenea
nació y surgió , resplandeciente y armada de sus sinceladas armas, de la cabeza
de Júpiter. Pero esto es pura ficción, meras ganas de aparentar. Nunca se ha
producido así una obra, el medio ha sido siempre el trabajo, el trabajo
artístico con la apariencia como finalidad. Y lo que ahora cabe preguntarse,
dado el estado actual de nuestra consciencia, de nuestro conocimiento, de
nuestro sentido de la verdad, es si sigue siendo lícito este juego, si es
intelectualmente posible y merece ser tomado en serio, si la obra en sí, el
conjunto armónico que se basta a sí mismo, está en relación legítima cualquiera
con la inseguridad total, la problemática y la ausencia de armonía de nuestro
estado social; si las apariencias, aun las más bellas, y principalmente éstas,
no se han convertido en otras tantas mentiras.”
Thomas Mann Doktor Faustus, capítulo XXI
Maravilloso escrito.
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