sábado, 22 de agosto de 2009

COMPLEMENTOS DE LA GOLPISTA















FRECUENTEMENTE VOY ADICIONANDO MÁS TEXTO AL YA EXISTENTE Y EN PLENA REPRESENTACIÓN DE LA GOLPISTA. A LA ACTRIZ NO LE HACE MUCHA GRACIA Y TODAVÍA ME QUEDA ESTO POR AGREGAR.

GRAMÁTICA DE UNA GOLPISTA

"Tuve que darle una cachetada la cual aceptó. La mano me quedó rojita, ruborizada. ¡Un momento! Dicen que aquí hay un error de sintaxis. Pero yo creo que es de semántica. Por el uso de “la cual”. Me disculpan la digresión pero voy a opinar sobre gramática, gramática de la violencia. Aparece un general de tres soles y anuncia al país (VIDEO DEL GENERAL DE DIVISIÓN LUCAS RINCÓN ANUNCIANDO LA RENUNCIA DEL PRESIDENTE, SEGUIDO DE LA PROYECCIÓN DE UNA FRASE “SE LE SOLICITÓ LA RENUNCIA DE SU CARGO, LA CUAL ACEPTÓ”. ELLA INDICA SOBRE LA PANTALLA) que se le solicitó al interfecto la renuncia de su cargo, se le presentó repetidas veces la renuncia, “la cual aceptó”. Y van los cínicos del mundo y se ríen, que qué vergüenza. Pues no. La expresión es correcta. Es una frase explicativa introducida por un antecedente explícito, es decir, la cachetada, la renuncia, y a continuación se abunda en la información la aceptó, el susodicho la aceptó. Hasta ahí, la sintaxis está correcta, vale. No abusen. (CESA EL VIDEO)
El problema es la semántica. ¿Cómo es eso de que “él aceptó la cachetada, como el derrocado aceptó la renuncia”? Si tú me das una cachetada, yo desgraciadamente la recibo, no la acepto, hay cosas que no se aceptan, se captan resignadamente. Si tú me la estás pidiendo, solicitando y yo te la doy, no es que la acepté sino que te la concedí, lo que tú me pides. Ahí está la diferencia, ahí está el accidente. Y un accidente así en boca de un general de tres soles, ¡chamo! Yo prefiero un mundo con generales de tres soles sin problemas de semántica. (GUIÑO AL PÚBLICO) ¡Estos dramaturgos!
¿Él? Corrió a encerrarse en el baño...


LA GOLPISTA Y EL ARTE

Estaba de buenas yo, un día, y le sugerí, que se dedicara a algo que a él le gustara. Y él me dijo que era pintor, que él podía resolverse como pintor. Pero no de brocha gorda, lógico. Le compré unos cánvases, unos lienzos nuevos, y también óleo, ¡el hombre pintaba al óleo! Yo nunca le vi nada de aptitud, ni siquiera de carboncillo, pero así es él, se la echa, que él sabe de todo. Ah y sus pinceles, claro.

Bueno, el resultado, un ranchito, con una matica de cambures a la izquierda y un cerrito verde en el fondo, ah, y un riíto ahí. Una cosa como de postal, como de pesebre campirano. Más falso que arrepentimiento de preso. (DESCUBRIENDO ALGO) Ah, por cierto, era un cuadro como de preso. Ése género de pintura tiene que existir. Y me resultó sospechoso.

Pero cuando iba por el cuadro diecisiete, el décimo séptimo ranchito con la decimoséptima matica de cambures a la izquierda y un cerrito atrás y, por supuesto un riíto ahí, el decimoséptimo, yo ya me había mosqueado; pensé que era una obsesión y temí por su salud mental. Diecisiete cuadros igualitos.

Voy y le pregunto. Mi negro, tú no puedes pintar el ranchito en otro lado o con un bucare que es tan bonito o con un Araguaney que es el árbol nacional, porque el cambur lo hace ver a uno como república bananera. Y él – Mi amor, es que yo me lo sé es así.
(AL PÚBLICO) ¿Tú me entiendes?

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