martes, 4 de agosto de 2009

La golpista en cartelera









Éste es un monólogo humorístico, perteneciente al género de la comedia de personajes. Se basa en el retrato psicológico de una mujer de nuestro tiempo y sin embargo echa mano de la actualidad nacional para irónicamente revisar el entorno humano en que nos desarrollamos. Gladys es una mujer moderna, profesional, independiente. Reunida con un grupo de amigas decide relatarles su más reciente aventura amorosa, lo que la ha mantenido alejada de “su equipo de mujeres”. Cuenta las circunstancias de su nuevo y particular romance y cómo éste ha ido revelándole una nueva faceta de su vida: su enamoramiento y consiguiente convivencia con un amante inusual le han abierto una panorámica abismal sobre su condición de golpeadora de hombres.

Al principio, la protagonista nos contagia con su humor y sabiduría mundana, pero luego empieza a describir un cuadro patético de desequilibrio y violencia que filtrado por su jocosidad nos lleva a considerar seriamente sus problemas de personalidad. El hombre es un vividor que se cree con derecho a que ella no sólo lo mantenga sino que se haga cargo de sus compromisos anteriormente adquiridos. Ella sólo consigue medios de fuerza para imponerse y mantener a raya a aquel depredador que la entusiasma tanto con el amor físico.

Los intentos de Gladys por acabar esa relación son infructuosos; la resignación de su hombre a los maltratos, esa especie de resistencia pasiva, es más fuerte que su determinación de separarse. Y aunque ha consultado con especialistas, esta mujer aún sostiene ese nexo enfermo con su pareja. Lo que al comienzo ella ha contado con engreimiento, demostrando que había sabido salirse con la suya es un episodio inconcluso y, precisamente por eso, una situación crítica anómala, que habla muy mal de su entereza espiritual y mental. Gladys ha de concluir su perorata con una especie de amenaza ya que está insatisfecha y obsesionada en su afán de lucha.

La obra es una visión del fenómeno de la crueldad doméstica que gracias al humor se nos muestra desde una perspectiva inversa. En este caso la usual víctima se retrata a sí misma como una excepcional agresora, transgrede su rol como parte sensible y responsable de la permanencia de la pareja, tanto como su condición de ser humano inteligente y racional. La violencia trae despersonalización y, por consiguiente, absoluta deshumanización de las relaciones. Queda para la audiencia una importante reflexión acerca de la armonía y el respeto por el otro que ha de privar en nuestra vida en comunidad.

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